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Bogotá – Colombia. Con un lleno de verdad, el primero de «no hay
boletas» en toda la temporada colombiana, una buena corrida de Ernesto
Gutiérrez, un Pablo Hermoso de Mendoza inconmensurable y un Bolívar
pletórico de madurez torera redondearon una tarde inolvidable en la
Santamaría de Bogotá.
La verdad hoy quiero partir en dos mis apreciaciones sobre lo ocurrido en el coso capitalino, frente a lo planteado por los alternantes.

Se lidio un encierro de la ganadería caldense de Ernesto Gutiérrez, bonito en términos generales, con mucho más peso del que generalmente le vemos, con trapío y algunos con las complicaciones propias de sus encaste Gutiérrez, a mi modo de ver tres  de seis toros se prestaron para el corte de trofeos.  

En la primera parte de mis apreciaciones sobre la terna, digamos que fue una corrida mixta, donde hicieron el paseíllo dos toreros de a pie y un rejoneador. El diestro Luis Bolívar y Cayetano Rivera Ordoñez junto al caballero en plaza Pablo Hermoso de Mendoza, por esta razón en esta parte analizare lo que ocurrido con los toreros de a pie.

Luis Bolívar, el torero más importante de la América taurina, fue el encargado de abrir plaza, con todo lo que esta responsabilidad implica. El diestro nacional llegó a la primera plaza de toros de Colombia con una tauromaquia nueva. En su primer astado se abrió de capa y ejecutó pocos lances a un toro que poco trasmitía en emoción, con poca alegría y menos humillación. Con la muleta la faena tomo tono alto y las ejecutorias del torero patriota estuvieron fundamentadas en las distancias. Probó los dos pitones con mucha inteligencia y en cada uno explotó las mejores posibilidades del oponente. Mató de estocada ejecutada en dos tiempos y con final rápido para el burel. Una oreja justa al torero y palmas para el toro de Gutiérrez.

Lo más importante de Bolívar estuvo en el cuarto de la tarde donde durante todos los tercios de la lidia nos dejo ver un torero solido, maduro y remozado. Con la capa dibujo bonitas verónicas, un afarolado y varias chicuelinas. Con la muleta las cosas tuvieron mayor importancia. Las distancias, los tiempos medidos, los espacios entre muletazo y muletazo, lo relajado de su torero, el desmallo de su humanidad frente a sus andares por el ruedo se con jugaron para mostrar quizás una de las faenas más importantes de su vida como torero. La tranquilidad que demuestra en el ruedo nos permite vaticinar en futuro muy prospero, y no muy lejano. Luis luce solido, maduro y con solvencia torera. Lo de hoy es una impronta de profesionalismo en el nacional. Sin embargo, la suerte no lo acompaño hasta el final, pese a que izo todo lo posible para firmar el «cheque» que con muchos ceros había expedido. El vendito acero no quiso entrar rápido en las carnes del astado y eso que Bolívar se volcó con decisión para matar. Lo que sin lugar a dudas eran dos orejas para nuestro compatriota quedo tan solo en una vuelta al ruedo, vuelta que solicitó el público con fuerza. El toro fue aplaudido en el arrastre y el pesar por no haber alcanzado la puerta grande se noto en el rostro del mejor torero de la América Taurina.

El otro actuante de a pie fue Cayetano Rivera de quien tenemos que decir que no se llevó la mejor suerte en el sorteo. Dos oponentes que al final fueron pitados en el arrastre. Con su primero puso disposición, pero no se acabo de acoplar a lo planteado por el burel. Con el quinto hubo voluntad y más acople pero el balance tampoco subió de nota. El publico valoro lo mostrado por diestro español.

La terna la completó el rejoneador español Don Pablo Hermoso de Mendoza de quien hablaré en una segunda parte: Valió la Pena Esperar a Pablo, Cuatro Orejas y Un Rabo lo Demuestran.

De nuevo un rabo en la Santamaría

Hoy luego de 45 años el coso de la calle 26 entregó a las manos de un TORERO, un rabo y la puerta Grande. Cuatro orejas y el máximo trofeo permitido por la norma congrecional colombiana fueron el botín que se alzo el rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza luego de diez años de ausencia en tierras colombianas.

Como dije en la primera parte de mis consideraciones había que dividir en dos los descrito y es que sí lo de nuestro torero Luis Bolívar tenía que ser exaltado, lo de Pablo Hermoso también valía un capítulo aparte.

Don Pablo, había venido a Colombia hace diez años, en la temporada 1999 – 2000, a las plazas de Cali y Manizales, sin tener mayores dividendos de sus actuaciones, razón por la cual digo con total seguridad que valió la pena esperar a Pablo y cuatro orejas y un rabo lo demuestran.

Don Pablo lidio a dos oponentes que la verdad sea dicha no fueron materia de triunfo. El primero fue un toro que embestía por arreones, que cortaba los terrenos y media mucho, sin embargo, con la sapiencia de los «dioses», una monta extraordinaria y un dominio de sus jacas logro bordar el toreo a caballo. Rejones certeros y agrupados dieron inicio a su labor, banderillas largas y luego cortas redondearon la actuación y un acero certero arrancaron las dos orejas del toro de Gutiérrez.

Lo más importante, vino en el sexto de la tarde, frente a un toro que tampoco, a mi modo de ver, tenía todo lo que requiere el rejoneador, sin embargo, la raza y las embestidas con trasmisión hicieron que la faena tuviera emotividad.

Hermoso de Mendoza saco al albero siete de sus ocho caballos y con cada uno de ellos cumplió con los tres postulados fundamentales del rejoneo, Preparan, Ejecutar y Rematar. Hoy torero de costado, a dos pistas, cambio el recorrido de su oponente. Izo piruetas en los propios pitones del toro, quebró las embestidas del burel al encuentro con sus caballos. Convirtió sus cabalgaduras en capotes y muletas para  templar e invitar a seguir al toro en lances y pases que hasta el momento solo se veían ejecutar en los toreros de a pie. Lo de hoy fue la perfecta comunión entre tres seres vivos, el toro con su raza, el caballo con su presteza, destreza y valor, y el hombre con la mente lúcida y la genialidad del Maestro. Hoy la estética, la exposición y la razón confluyeron en a faena del último de la tarde. Bien vale recordar lo dicho por Don Pablo hace tan solo unos días «las puertas grandes y las orejas son solo estadísticas, el verdadero triunfo está en la sensación que siento en el cuerpo cuando el público disfruta con cada una de las cosas que hago en el ruedo». Eso lo vivimos el público vibró y se entregó al caballero en plaza y él regreso a los asistentes las atenciones con más arte. Pablo Hermosa de Mendoza nos llevo a la estratósfera y nos dejo ver la grandeza de las alturas a través de su maestría, por lo cual Bogotá luego de 45 años entregó como máximo premio las dos orejas y un rabo a un TORERO.

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