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Manizales – Colombia. Con una temperatura bajísima, mas fría que la
habitual, más de media entrada en los tendidos, vivimos el segundo
festejo de Toros y Ciudad, una novillada picada, con debut de ganadería,
una terna de a pie desigual y un aspirante a rejoneador. Bueno, lo de hoy fue una novillada mixta, tres de a pie y uno de a
caballo. Los cuatro con la misión de «examinar» el comportamiento de los
astados de la dehesa de Rincón Santo, ganadería debutante. El balance
para el novel ganadero no es el más halagador. Los novillos llevados al
coso manizalita, fueron todos de buena presentación, es decir bonitos,
buenos mozos, sin embargo, al momento de analizar su comportamiento, las
cosas no son calificables de la misma manera, complicados, mirones, de
máximo dos muletazos seguidos, todos con salidas alegres pero con muy
poco fondo. Justos de comportamiento a malos y con complicaciones. Hoy
no fue el día, pero sabemos de las buenas intensiones del ganadero por
sacar adelante la nueva cabaña nacional.

Ahora bien, el balance de los actuantes es bastante variado. El
cabeza de cartel, Guillermo Valencia, mostró las dos caras de la moneda.
En el primero, un novillo que duro muy poco, el caucano nos dejó ver
sus buenas maneras y el conocimiento que ha acumulado a pesar de su
corta vida. En su segundo, otro complicado burel, el novillero perdió el
libreto y se descompuso de forma anormal en él.

El segundo
actuante, fue Andrés Bedoya, un joven que con dos complicados ejemplares
nos brindó un par de actuaciones descafeinadas, sin fondo ni norte,
pese a que se esperaba mucho más del manizalita.

El tercer
actuante fue el bogotano Manrique Rivera, de quien se había hablado
mucho en el último año, como quiera que este tiempo lo pasó en la
Escuela de Julián López- El Juli, y según los reportes recibidos el
balance era satisfactorio, lo que nos trajo a Manizales con curiosidad,
expectativa que se colmó con buenos resultados. El joven torero también
tuvo problemas con sus astados, pero a diferencia de sus compañeros,
sacó mejor partido de lo poco que le ofrecían los novillos, quizás para
mí gusto por momentos estuvo muy acelerado, pero se notaba que era por
los deseos de agradar y hacer las cosas bien, lo cual es comprensible,
dado el momento y el lugar, incluso en su segundo pudo haber cortado las
dos orejas, de no ser por los fallos con los aceros. La espada lo privó
de un debut con triunfo, pero el balance es bueno para el bogotano.

Lo
más «deplorable» de una tarde fría y húmeda fue la inclusión de un
aspirante a rejoneador en un cartel que bien se lo merecen muchos otros
con algo de futuro. Mala, muy mala es la radiografía de la desaguisada
actuación de este señor, pero lo más grave es que el comportamiento se
podría calificar de mitómano, pues cree que dice algo de verdad en el
ruedo y se lo cree. Dejó golpear a todos los caballos, a la lejanía y
como gran cosa, realizó algunos ejercicios de doma española, nada frente
a la cara del novillo, que a propósito, estaba descaradamente arreglado
para rejones, caballazos, mucha espuela y demasiados errores
consecutivos, sin embargo, encontró un cómplice para su mitomanía, el
reglamento taurino, que ordena que al momento del tercio de banderillas
suene la música, y a fe que esto hizo que el público nuevo por demás, se
equivocara y creyera que el pasodoble era un premio por lo que estaba
pasando en el ruedo y una obligación de ley. Al final, convencido él, de
un «triunfo» inexistente saltara en el centro del ruedo como señal de
victoria. El palco que no tragó entero con el teatro, no concedió trofeo
alguno, pese a esto un subalterno contagiado de la demencia se atravesó
entre los caballos de arrastre y el toro muerto para presionar a la
concesión de un trofeo, en el entretanto el aspirante se fue al patio de
caballos y salió montado en una de sus cabalgaduras, al ver que el
palco no entrego trofeo alguno dio una vuelta al ruedo feliz creyéndose
triunfador. Tema complicado este para una plaza tan importante como
Manizales.

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