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Las ciudades no paran de crecer y de expandirse, las continuas migraciones internas han llevado a que más del 50% de la población mundial habite en zonas urbanas. El campo y las zonas rurales cada vez quedan más lejos y la relación entre los citadinos y la naturaleza se vuelve endeble.
Los espacios verdes al interior de las ciudades son una prioridad dentro del planeamiento urbano. Son muchos los beneficios que los parques y las plazas pueden traer para el medio ambiente y para los habitantes.
Además de filtrar el aire contaminado y mejorar la salud de la población, las áreas verdes en las ciudades embellecen las zonas a su alrededor, se convierten en sitios de encuentro, descanso, socialización y recreación, y son espacios ideales para desarrollar actividades educativas y culturales de concientización sobre la importancia y la protección del medio ambiente.
Estos pulmones urbanos regulan las altas temperaturas de las ciudades, como las que se han registrado en las últimas semanas en varias ciudades colombianas, pues además de proporcionar sombra, también atraen lluvia.
En resumen, las áreas verdes en las ciudades ayudan a construir una ciudad balanceada donde los espacios naturales mitigan los efectos de la edificación excesiva y de la contaminación.
Las zonas verdes se incluyen dentro de lo que se denomina como espacio público. Según el Decreto 1504 de 1998, que reglamenta el manejo del espacio público en los Planes de Ordenamiento Territorial, en las ciudades colombianas se deben disponer de al menos 15 metros cuadrados de espacio público efectivo por habitante. Este espacio está conformado por zonas verdes, parques, plazas y plazoletas. Y la Organización Mundial de la Salud también recomienda que sea de entre 10 y 15 metros cuadrados por habitante.
Sin embargo, una cosa dice la norma, pues la realidad muestra que estamos lejos de alcanzar esas metas. Por ejemplo, según datos del Informe de Calidad de Vida de la Red de Ciudades Cómo Vamos de 2013, Medellín contaba con 3,8 metros cuadrados de espacio público efectivo por habitante, Bogotá (4,1), Cali (2,4), Barranquilla (0,9), Ibagué (4,7), Manizales (4,1) y Pereira (3,2). El promedio nacional es de 3,3. Los datos han variado levemente, algunos de manera favorable y otros no tanto.
Por supuesto, el espacio público no se distribuye uniformemente en una ciudad, sino que varía a nivel de barrios y de comunas, lo que incrementa o disminuye el espacio público por habitante, y por eso la atención debe estar en estos sitios donde hay más déficit.
La meta de 10 a 15 metros cuadrados de espacio público por habitante es un constante desafío porque a la par que se construyen más parques y zonas verdes, también hay un crecimiento demográfico en las ciudades. Además, los asentamientos ilegales y la mala planeación agravan el problema.
Por eso no se entiende que, a pesar de todos los beneficios ambientales, de salud, recreativos y pedagógicos que las áreas verdes representan para las ciudades y para los ciudadanos, y teniendo en cuenta la enorme riqueza natural que caracteriza a Colombia, estas no parecen ser una prioridad entre los gobernantes locales. Y ni hablemos de los habituales problemas de seguridad en muchos de los parques urbanos que ya existen.
No tener suficientes zonas verdes es uno de los problemas de no darles la importancia que merecen a estos espacios al momento de planear una ciudad. Ahora que las urbes se están expandiendo hacia las áreas rurales, por lo menos allá deben reservarse espacios para la conservación, para no seguir replicando el problema.
A pesar del reto enorme que significa dotar de suficiente espacio público a las ciudades, y especialmente de zonas verdes, hay que entender que el paisaje urbano es una interrelación entre las estructuras naturales y las artificiales, porque una ciudad sostenible debe controlar el crecimiento y asegurar un hábitat adecuado para sus ciudadanos, si queremos asegurarles una buena calidad de vida.

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