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“Bandera a media asta”

Nuevamente, y para mal, los nombres de dos expresidentes colombianos están en el asador de las redes sociales y la prensa: el siempre polémico Álvaro Uribe Vélez y, para muchos, el inmerecido nobel de paz Juan Manuel Santos Calderón. Listos a ser engullidos y deshuesados por la opinión pública.

Y no es para menos, dada la magnitud del “papayaso” que durante sus respectivos mandatos le dejaron servido al justiciero y ávido pueblo.

Álvaro Uribe Vélez, a fuerza de las penosas circunstancias que durante años lo han circundado, se ha vuelto un experto “saltando matones” y evadiendo ráfagas a diestra y siniestra. Ahora le correspondió una vez más, el áspero deber histórico de tener que explicar por qué y cómo, bajo su gobierno, fueron vilmente liquidados de extremo a extremo de la vasta geografía nacional, en un número que supera con creces lo estimado en principio, tantos jóvenes inocentes, cuyos cadáveres (aun frescos para el país entero) fueron rotulados como subversivos muertos en combate. En efecto, la cifra real de víctimas de ese ruin capítulo de la reciente y fatídica historia de Colombia denominado “Falsos Positivos”, según lo ha acreditado la JEP (Justicia Especial para la Paz), cuadruplica prácticamente el retocado número con el que, en los últimos años, se ha venido burlando a un país entero convencido de que las atormentadas almas caídas en los falsos positivos “apenas” y superaban las mil. Otra disfrazada cifra más dentro de las ya incuantificables que el Estado le hace tragar a diario al incauto pueblo de Colombia.

Toda una barbarie en pleno siglo XXI perpetrada durante la jefatura de Álvaro Uribe Vélez y Juan Manuel Santos Calderón, ejecutor, para entonces, de las políticas de Defensa nacional desde el ministerio del respectivo ramo. De tan execrable quebrantamiento institucional a los Derechos Humanos y la Ley punitiva, la justicia ordinaria ya ha procesado y condenado a más de un exmilitar involucrado; pero la nación entera aún aguarda con ansias que algún juez verdaderamente competente lleve a los estrados al autor (o autores) intelectuales de tamaña fiereza. Uribe Vélez, entre tanto, insiste en que él nada tuvo que ver con eso, que “todo fue a sus espaldas”… Mientras que su exministro de Defensa y presumido “nobel de paz” mira para otro lado. Y, a propósito, al laureado expresidente Santos en estos días, con especial frenesí, sus detractores no solamente le están sacudiendo su presunta responsabilidad en esa cadena de infamia de soborno transnacional llamada Odebrecht, sino que también, al igual que su antecesor, su cuestionada reelección debido a testimonios como el del “honorable” exsenador cordobés Bernardo Ñoño Elías, privado de la libertad por asociaciones corruptas y alineado también con cuestionados recursos de Odebrecht. Bernardo Ñoño Elías, hace escasos días, dejó al descubierto una presunta estrategia para comprar la reelección de Juan Manuel Santos.

Vaya momento difícil por el que están pasando este par de “prohombres” a quienes alguna vez este país calificó de distinguidos y capaces.

Con la institucionalidad en entredicho, un gobierno en curso atiborrado más de torpezas que de aciertos y, dos enaltecidos expresidentes en el ojo del huracán (de hecho, desde que dejaron su mandato no han escapado de la borrasca), vuelve el país a sumergirse de cabeza en el fango.

Cuánta suciedad en una misma pecera.

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