Faltando algunos minutos para las 5 de la tarde, el coro del publico «peste… peste….peste» reclama a la leyenda del rock nacional, con un teatro casi lleno, el calor apenas se asoma, anuncio una gigantesca conflagración, simplemente aguarda la señal. La banda sale pero Dilson, el gladiador de las mil pestes colombianas, no, aunque la vibración de su energía ya magnetiza el lugar, todos sabemos cómo son las vainas cuando está sobre la tarima, aparece entonces sobre las tonadas su silueta negra y la voz irrumpe sin mediar retroceso alguno, la fiesta había empezado, con ella la realidad de un país que hace varias décadas, soporta múltiples falacias, verdad vigente, reflejada en líricas visionarias sembradas veintipico años atrás en nuestros corazones, con ganas de ser entonadas en cada pancarta televisiva, radial o impresa expuestas por los dueños del poder; todo huele mal, para el grupo para nosotros, nada ha cambiado. Con el pasaporte vitalicio pestilente, el suelo tiembla, la danza del choque es incesante, con furia se corea cada palabra cada letra, invadidos los espacios de la mente, se acude a la canción más impactante (son varias), el riff siguiente advierte que ya no podemos soñar…..
Con la franqueza en su rostro y esa alegría, espejo de nuestros sentimientos por la vuelta, Dilson saluda con esa voz apaisada, no ha perdido un milímetro de su calibre al vivo, el no se olvida de su pueblo, sabe de la ausencia de felicidad en ciertos aspectos, regala de la suya, se nota que estar entre la tribu lo llena de ella, cualquiera puede decir «es normal los artistas actúan así para ganarse adeptos» pero quien ha estado en los conciertos de la agrupación sabe de su postura: respeto, entrega total, orgullo al máximo, fotografía intacta. Transpirando emociones una vez más los movimientos acusan, otra historia sin fin, de mano engavillada por el frio tubo amenazante, no menos aniquiladora, la palabra gruesa, agresiva, es dictadura para inofensivas familias, llanto, dolor y desarraigo, mezcla maldita que pudre el alma mientras muere mendigando un espacio robado por sus compatriotas. Los presentes cantan esta historia al unisonó, hierve el teatro, el olor continua internándose en la piel sacando lo más profundo de nuestra furia, desahogando las penas, en los pocos espacios donde no ingresa la violencia, pan de cada día, donde se es libre, afuera lugar de «reposo» de cientos de hermanos, agotados de repetir «no disparen señores, solo trabajamos la tierra…
Vuelve la energía, pero la de una planta, la de los asistentes nunca se fue, una pausa obligada libre de efectos, rota por la chispa característica en los chistes del gladiador, olvidado el set list él promete cantar hasta desfallecer, sin duda lo hizo. Descolgados todos los prejuicios ni las personas de seguridad resisten el voltaje y por pasajes unen sus gozos a la celebración, cantan, sacuden sus cuerpos, viven, definitivamente nadie es ajeno. Sobre el escenario casi siempre rojo, reflector acusador pasión del entorno, se vive la memoria de cuatro artífices, conectados a cables, cuerdas, tambores, voces, poseedores de una razón con hechos, tal vez fácil de obtener pues el medio de crianza fue satélite, pero el carisma, la igualdad, la sencillez estos son innatos, difíciles de mantener con las curvas del tiempo, más en la raza del arte tendencia a sucumbir en egos, sin embargo gloriosamente este no es el caso. Aún se muere joven sobre la cosecha de un «país que lo tiene todo» señalamientos con dedos cómplices untados hasta el cogote, perduran, al fondo la música hace el pase capoteador del Ole, saciando el hambre humana en la carne animal manchada de rojo, a ellos no les cuesta, al selectivo grupo de capataces no les cuesta, a muchos nos cuesta, a mi cuesta…..
Recorriendo Bogotá con casetes TDK, tocando puertas, desnuda con orgullo sus sentimientos un digno luchador sin fatiga, quien calza la talla, se iguala y cede el micrófono para contar tu experiencia, la mía, la del abusivo poder verde, Tercos y la nena arriba pide la vocería, cantado un trozo del tema, muchos piden la palabra durante las escenas del sábado 8 de Agosto, la masa no para se zambulle de nuevo una y otra vez, amagues del finalizar las melodías elocuentes, dan cuenta regresiva, aparecen las reservas de adrenalina esas mismas de inicios de los noventa, postradas en caras de aquella época y apoyadas en otras adolescentes, cuya reunión a este aniversario dudo fue premeditada. Las manecillas del reloj apuntan unos minutos antes de las 7PM, la ovación hace volver a la leyenda sobre el escenario, cantan Ciencia de la autodestrucción junto a un colega, es el final, pero instantes antes, rebobinando la cinta el viaje navega sobre las turbias aguas de velocidad motorizada y plomo, combinación letal, llenos los bolsillos de billetes, adulan ser los más duros, a sus pies llega el llanto escurrido de lo alto, del más rabioso dolor, «tienen armas y poder…
Una gran disculpa ofreció Dilson, casi sonrojado, se condeno y reconoció el «venderse» por el hecho de vivir en un país al cual alguna vez crítico (Colonia USA). Como suena hoy La Pestilencia? que equipo humano lo rodea? Porque tiene de manager a Héctor Mora? Se ven más profesionales al momento de tocar? Todas estas respuestas las sabemos quienes hemos escuchado desde La Muerte un compromiso de todos….., pasando por El Amarillista hasta Productos Desaparecidos, hasta el concierto del sábado. Todo hace parte de una evolución, por esto pienso que fue inteligente el haberse ido, experimentar, acertar, equivocarse, de una u otra forma aprovechar los recursos de otra nación que se ha jactado de los nuestros, sin revanchismos, en mi concepto no se vendieron simplemente dieron un paso más grande, me pregunto, si no hubiesen salido convencidos bajo ciertos radicalismos, serían lo que son hoy? no lo creo, estarían siendo tan solo una banda más, una leyenda que pudo ser grande, una de esas ancladas por simple falta de apoyo, olvidadas por los instituciones, por gobernantes, por nosotros, llena de miedo, de dudas. Falta mucho camino por recorrer y ese se hace afuera, aquí, aun no hay garantías, el reflejo de su hoy es el premio al sacrificio, a la persistencia, han sido largos años de lucha, La Pestilencia una palabra con varios significados no tiene mala memoria, recuerda perfectamente nuestras equivocaciones como nación y por medio de sus obras construye, invitando a despertar de la ceguera mental obligada, pero sobre todo nos inyecta el antídoto negado por las angustias diarias, compuesto de: risas, felicidad, denuncia, desahogo, sencillez, igualdad, ejemplo a emular en todos los aspectos de la vida.
La gira continúa, el sábado llegan los sonidos pestilentes a Manizales, si quieren ver más imágenes no olviden visitar nuestro Facebook
Permanezcan Rockosos
Respeto su continuidad, pero el grupo ni Dilson han evolucionado de forma alguna, siguen tocando las mismas canciones de hace 20 y más años. Una perla: fui a un concierto como en el 93 por el bar acido, y el hombre dijo algo así como «abajo los universitarios hps…». Alguien que ensalza la ignorancia, no puede pretender mucha fuerza al cantar por causas sociales como en «ole» y «ciencia de la destrucción»
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La Pestilencia..! No les pasan los años..! su proceso ha sido increible..! Una de las razones por las cuales los medios deben tener más en cuenta la escena..! Moonspell..! Suena Bien..! Saludos a todos!
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http://www.tuboleta.com/show.asp?code=MOONSPELL
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Tiamat y Moonspell bogota teatro metropol o downtown majestic 11 de noviembre 2009 anunciados en cad pagina.
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uffff
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