Trascurridas apenas unas semanas, reponerse de un festival como Maquinaria para los chilenos es más fácil, forasteros como nosotros bautizados en un verdadero ambiente rock y dentro del aroma maduro que en los 90 explotó, continua siendo lenta su digestión. Y no porque seamos ajenos a estas melodías, mejor, porque cuando se vuelve a la realidad, los argumentos de por sí conscientes, no alcanzan a explicar como aquí, aún andamos en carreta, esclavizados y rebobinando cintas. Crónica desde el suelo del vino, la roja y el rock.
Apenas pisamos suelo chileno el sol nos acarició, no sofocante, no citadino, más bien relajante como nunca antes percibido; cielo azul sin mancha por ninguno de sus flancos. Paisaje inverosímil, permanente mientras la tierra austral soporto nuestras maletas cargadas de expectativas, durante 8 días intensos. Con el cansancio propio del vuelo, no hubo más que dormir un rato, pero para cuando volvimos en sí ya nos encontrábamos sobre el riel del metro, destino, Club hípico de Santiago. Recibimos entonces el primer souvenir por parte de la que fuera nuestra «manager», fiel contacto y coautora de que Alejo y yo estuviéramos allí. Ángeles, periodista de Rockaxis el medio más importante de rock en Chile y según contaban otros colegas el faro de todos; tenía mucho trabajo, sin embargo no escatimo ni un minuto de su tiempo en acompañarnos a recoger las acreditaciones. Tal vez exagero pero la distancia hasta el club fue larga y extenuante, pero después de recorrer 4248 Km qué más daba, otros tantos. Posados allí, amabilidad sin añadiduras en la entrega de la manilla naranja para el día sábado y la blanca para el domingo, lejos estábamos de imaginar en que quedaría la gentileza los siguientes dos días.
12 de Noviembre, dos horas adelante del Huso horario colombiano, el sol reprimido por la densa cortina, avisaba su posición. Apartamento 16 para el desprevenido, para el detallista 162, pues la silueta del ausente 2 permanecía. Igual que los Beatles éramos 4, pero faltaba el quinto, Billy Preston, es decir Lisandro, integrante de nuestra pandilla que había arribado días antes. Aún somnolientos el timbre sonó, por aquellas cosas de la vida Lisandro logro ubicarnos y luego de las explicaciones pertinentes, estábamos completos. Cómo sucedió durante todo el viaje, íbamos tarde, que no suenea disculpa pero el hecho de que el sol se ocultara casi sobre las 8 pm era algo desconcertante. Apurados, Alejo y yo, luego de bordear todo el club, llegamos a la entrada de prensa sobre las 3 de la tarde, pudimos observar fluidez en el ingreso de la gente, poca policía, nada de requisas, cero represión.
El silencio estaba roto, Duff McKagan’s Loaded ya se había disparado un par de temas, con cámara en mano corrí hacia el foso pero era demasiado tarde, los reporteros gráficos iban de salida guiados por la gente de seguridad. No obstante, el Transistor Stage estaba a mitad de su capacidad y hubo tiempo suficiente para capturar algunos registros cómodamente. Grato ver la sencillez y energía de Duff en escena, al sentir su voz, fui hacía «Spaghetti Incident?» esta vez con tonos más refinados pero bastante enganchadores. Primer encuentro en mi caso con un Gunner , set list mezclado entre su último disco The Taking y varios covers uno de ellos It´s So Easy evocadora y poderosa ejecución. El gigante McKagan anunciaba en su polera (camiseta), un acto por venir.
Una vez explicada la dinámica de «juego» para la toma de fotos, en un abrir y cerrar de ojos ya estaba obturando en Black Rebel Motorcycle Club, esta vez en el contiguo Claro Sony Ericsson Stage. El marco hospedaba en la retina, gente un tanto sobria pero sabía al momento de arder, constante desfile de camisetas de Faith No More ensambladas, parejas, familias, y hasta el popular can que no puede faltar. Paisaje digno de un festival atiborrado de emociones, como la primera impresión vista en la carpa de prensa, aunque justa, siempre había lugar para ubicarse, comida, bebida, cordialidad, pero sobre todo trabajo. Lejos del estereotipo periodista-divo, cada medio insertaba en la nube, un pedazo de su visión para mostrarle en línea, al mundo, que en un club donde corren corceles, había un espacio serio, honesto, donde el Rock And Roll retumbaba con respeto.
Perdiendo la esperanza de reencontrarnos con Nikolai, Margarita y Lisandro, luego de nuestra ruptura obligada en pleno centro de Santiago, sabíamos que uno de los momentos sublimes se acercaba. En 1997 un felino que rondaba la extinción, puso pie en pueblo austral, rugido groove, estigma de los 90 cautivo en la esencia sonora actual, animal de piel negra. Nuestra revancha había llegado, (como varias que vinimos a buscar), era el momento de sonsacarle a la historia, un trozo de Pantera en la locura y el juego de Anselmo, tanta testarudez no podía quedar llana. Down cerro el puño y abrió la boca de Phil, rodo cerveza local en su garganta, furia en su mirada, sonido un tanto saturado, pero directo al vientre. Guitarras filosas llenas de corrosión y dolor, ironía, juego de palabras, golpe de micrófono, sangre en la frente, un trozo de Walk, danza de choque, nube de polvo. Inhalados desde Hail The Leaf, exhalados hasta Bury Me in Smoke, incluidos Mike Bordin (Faith No more) y Duff McKagan.
Gire la mirada y uno de los pocos sobrevivientes de esa mina de Seattle, retratada en Hype, ya estaba en tarima, de nuevo a correr, el tiempo nunca mi amigo, reía. Algunos migraban antes de terminar cada show, sin embargo otros escogían Stage por artista y ubicación. Entré al foso con el pasaporte (chaleco naranja), cuando levante la mirada encontré a Jerry Cantrell rasgando su amarilla amiga, calo mis huesos verlo y justo con Them Bones, primer Dirt, pasajes oscuros pero purificadores al oído. 50 mil almas expectantes del performance de Duvall, quien lucía gafas oscuras como su piel y un semi-afro. Notorio el buen ensamble de sus vocales con las de Cantrell, si bien no iguala a su antecesor Layne, si logra acercarnos ha una época que en manos de este cuarteto, ni el propio Chile había vivido.
Olvidé por un rato mi cámara, me integre al publico, ceñir el aura de canciones melancólicas y eléctricas como Down in A Hole o Acid Bubble (la mejor para mí), era lo adecuado con alguien como Alice In Chains.
La buena nueva la trajo Alejo cuando recién oscurecía, entró a la carpa y mientras yo subía algunas fotos me contó el reencuentro con nuestros tres amigos, salí a saludarlos, era bueno verlos de nuevo en este plan concebido y fraguado por él mismo.
Como fue la constante, tuve que irme antes de terminar la presentación, mi cálculo fallo y llegue antes al otro escenario, sin embargo a lo lejos veía, una sección de vientos y coristas multicolores, que acabaron de tildar un show sublime de FNM, para mí el mejor del festival.
Los fieles ya aguardaban al «colorado» mientras bromeaban cada vez que encendían o apagaban las luces. Sobre la tela de fondo la palabra Megadeth recibía destellos verdes y amarillos, la imagen de Vic a cada lado igualmente. Los tambores confiados de aquel gigante del Thrash diáfano en su esencia, dieron la bienvenida a Trust. El público no en la misma proporción de horas antes, ajusto una masa considerable y saltando se incluyo sobre el punteo del General Mustaine. Mermado por su enfermedad pero justo, nada quedo apiñado en la camisa oscura de Dave, el retorno entregó con precaución un halo verde radiactivo, desintegrados sí, pero a la velocidad de Head Crusher. Leyenda rebelde y directa, expulsado en pleno capullo da lecciones de mantenerse en pie, sin acudir a una mega -muerte, mediática. La sinfonía estallo, y el nombre de la banda, coro universal adaptado por cada nación, levanto el polvo por última vez, luego de paso Ellefson recibió sonoro canto de Happy Birthday. Antes del reposo final fuimos castigados con una guerra sagrada de poder metalero, Holy Wars… resumió una corta pero matemática presentación.
Nunca pregunte como se sentían, tal vez sobraba hacerlo, en el fondo sabía que el corazón de mis 4 compañeros de ruta estaba tan feliz como el mío, sus rostros y los comentarios de su show favorito, era suficiente. Casi las 2:00 am, luego salir del Club y como de costumbre caminamos un largo trayecto, para finalmente tomar un taxi. Antes de llegar a nuestro destino, parada a comer y ooohh sorpresa, sonaba una estación rock, con programación diversa. Jamás vimos a sus empleados quejarse, bajarle el volumen o cambiar de dial y no todos eran jóvenes. Si lo era quien nos atendió, y mientras lo hacía, se lamentaba por no haber podido asistir al festival, además de preguntar especialmente por Faith No More. La madrugada del domingo terminó con unos cortos pero buenos tragos de Pisco (aguardiente) chileno, que la verdad sabe más a Whiskey.
Día 13 del mes 11, segunda jornada…
Conocido el domingo en sus primeras horas, más sobrios en todo sentido, almorzamos un algo rápido entrada la tarde. Guiados por Nikolai a la estación del metro más cercana, terminamos de nuevo en un taxi, pues la hora acosaba.
Aunque había menos gente ingresando y dentro del club, el ambiente quebrantado por Sonic Youth era propicio. La leyenda viviente del ruido minutos después de las 5: 30 pm, evocaba su segunda placa Bad Moon Rising (1985), internando a punta de acordes intensos y distorsionados a medio Transistor Stage, el restante estaba vacío. Kim Gordon de vestido corto y naranjado, bajo sus lentes opacos escondía la mirada, evitando ver como se hundían todos en liricas de hechos violentos, muertes, pero también de esperanza. Moore, ahora ex-esposo de Kim, sin pretensiones entregaba esa dosis somnífera pero placentera, de ajustar su guitarra en varias deformaciones. Fragmentos sombríos a plena luz y susurrando los 25 grados, finalizaron el primer plato fuerte de la tarde.
La fotografía similar al día anterior: ingreso constante, prensa reportando, zona Vip: personas en una «jaula», sin visual, pero con «privilegios», móvil de la Radio estación Sonar, que seguía regalando cortes de pelo, pero sometidos a estilos descabellados, zonas de comida a full y migración de tarima a tarima. Diferencia sí, en los rostros y ropajes de los asistentes, ahora un tanto más alternativo el ambiente. Sabíamos que era el último día del
Los multicolores propios del Reggae ya habían hecho ondear las banderas del ritmo, que también tuvo su espacio con el Sr. Damian Jr. Gong Marley. Claro Stage full por poco, bailó sus ondas, respetando antecesores pero revitalizando al descendiente. Entrada la noche, Primus una que rompía el molde neto de los noventa pintado en el festival, puso el mayor sabor. Dos inflables de astronauta a cada lado del escenario era un claro mensaje de Les Claypool. Odisea musical durante casi 2 horas a través del espacio, al ritmo de un bajo imparable sazonado en géneros musicales indefinibles. Ni los cuerpos que ya sentían frio aún apretujados, evadían oscilar con Jhon the Fisherman, tema manchado de rock que sacudió a tope, incluso el polvo del hípico. Viajar dentro del sombrero de copa de Les y sus dos amigos, hizo ver que experimentar no está mal, moverse menos, si la formula es rica e inteligente, no llena de letras vulgares en cuerpos siliconados. 15 canciones, tres genios, se despidieron recién pasada las 10 de la noche.
Huyéndole al frio luego de apreciar un poco del show de Snoop Dogg, sorprendente montaje y espectáculo, además del respeto de la gente no afin al género, en realidad poca. Me refugie en la carpa, también intentando conectarme a internet para subir material, pero como sucedió casi siempre, la conexión fue nula. Aunque el Pisco ya había hecho su aparición horas antes, trajeron una última ronda del licor, atine a un trago y me prepare para el cierre, mis compañeros afuera descansaban un poco y también intentaban subir la temperatura con un poco del aguardiente.
Hice entonces el último viaje al foso con el chaleco amarrado al morral, como el que luce corbata horas después de la fiesta. Después de las 11:30 de la noche la cuota de Rock And Roll hizo su aparición, Scott Weiland megáfono en mano, amplifico Crackerman y emocionado el publico salto sin parar. Guitarreros muy guitarreros sonaban los Stone Temple Pilots, potente sonido desde la barda hasta el extremo vacío, justo para que una emocionada fan ubicada en la parte inferior y encima de los hombros de su amigo, sintiera plenamente las ondas. Push e Interstate Love Song dos de las archireconocidas, fueron las más entonadas, especialmente por varias parejas chilenas que estrecharon un poco más sus lazos. Rockanrolleando terminó un show enérgico y milimétrico.
En el punto de encuentro se había sumado un integrante más, Felipe, chileno que nos había registrado con su cámara horas antes, labor para Sonar y que tras una charla, nos contó del lazo que lo unía con nuestro país, su novia colombiana. Mientras los seis caminábamos rumbo a la estación de bus y esta vez en la dirección correcta, comentábamos que Maquinaria Fest, era el principio y no el final de una etapa, una cita anual y prioritaria para seguir aprendiendo de una tierra ciento por ciento rockera. Aquella madrugada fue larga, terminó con una sabrosa cena de amigos, en mi caso hamburguesa mayo (pan-carne-mayonesa), y luego el 162 fue testigo del restante Pisco evaporado al son de los brindis, junto a Felipe nuestro nuevo amigo, a quien tuvimos que explicarle poco de nuestro vocabulario, por obvias razones, a quien tuvimos que aclararle poco de nuestra pasión por el rock, quien entiende suficiente el corazón de esta máquina.
Selección de vídeos desde nuestro lente… Duff, Alice in Chains, Sonic Youth y más…
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Tal vez algunos de nosotros aun no hayamos caído en cuenta de lo que hicimos, posiblemente con el paso del tiempo y superada la emoción, entendamos la real dimensión de haber estado allí. Relatar en un futuro que hicimos historia, con muchos sacrificios pero que lo logramos. No obstante, como privilegiados también tenemos la obligación de ofrecer un testimonio, desde nuestra óptica y posición, no importa. Lecciones aprendidas de cómo se organiza en verdad un festival de rock, cómo se trabaja en conjunto libre de egos, diversos medios pero todos con un fin común, informar de una manera honesta. Personas idóneas entregados al 200 % y que en verdad aman el generó.
Maquinaria nos es un evento del otro mundo, simplemente se hace con dignidad en todos los niveles, trabajando bajo el mismo objetivo, independientemente del organizador, patrocinador o medio. El andamiaje y la credibilidad con apenas 2 versiones, se gano sin duda por su cultura rockera, cultivada hace muchos años. Si, también hubo problemas: mala conexión de internet, en algunas presentaciones el sonido salía pero se perdía por el constante viento, basura por doquier (no vi una caneca), zona Vip ilógica, insuficiente venta de comida para los asistentes. Sin embargo son autocríticos, minutos después de terminar el evento, incluían dentro del balance, cosas como estas en pos de mejorar para la siguiente edición.
Decir que Rock al Parque es el mejor festival del Latinoamérica, es atrevido, como decir que tenemos el mejor policia del mundo, el segundo mejor himno, el país más feliz… con todo y que RAP es gratuito, no olvidemos que el dinero sale de nuestros impuestos, con más razón debería ser mejor. Lo tenemos todo, el espacio, el engranaje, las bandas locales, incluso las internacionales, la falencia esta en las personas a cargo. Símil a todo lo que sucede en Colombia, desbordados recursos pero mal administrados, mal asignado, usurpados. Entonces el problema no radica en la falta de herramientas, el problema está, en la pobreza de mente.
Respeto, eso recibimos apenas pisamos Chile, respeto cuando abrimos los oídos a la música, respeto al desarrollar nuestro trabajo, respeto incluso por Colombia a pesar de la idea borrosa que tienen de nosotros. Sí, eso tan sencillo pero pisoteado aquí, RESPETO.
Quedan varias historias todavía por contar, que en su momento serán expuestas. Por ejemplo: emisoras de rock 24 horas programando todos los estilos, llenas de buen contenido y no dependiendo del éxito de turno. Revistas, televisión, internet, en fin… todo un catalogo. El periplo por la tierra del vino continuará con otro capítulo, Pearl Jam…
Estén pedientes… pronto videos
Permanezcan Rockosos
Soy bogotano y me gusta el rock noventero así que me ví obligado a ir a Maquinaria. El festival no fue perfecto, pero las bandas que tocaron por los precios de las entradas es algo envidiable.
Gracias a un amigo chileno entendí el particular fenómeno del rock en Chile: Durante la dictadura, las expresiones culturales en Chile fueron reprimidas y no eran aceptadas, como consecuencia, las generaciones consumen música importada. Los jóvenes entienden el rock perfectamente así como los padres, con quienes se puede discutir en el almuerzo cómo estuvo la presentación de Megadeth. Por esto, al ser un mercado gigante, Santiago es una parada obligatoria para todas las grandes bandas que los roqueros esperamos. En cambio en Colombia, la mayoría de personas consume otras expresiones musicales. La prueba la encontré en el transporte público, pues mientras aquí se escucha vallenato, allá suenan Los Beatles, Madonna o U2.
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