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En una época en que la palabra amor se encuentra tan manipulada, devaluada y, en ocasiones, comercializada, hablar del tema constituye un ejercicio de búsqueda de la esencia humana y, en último término, de la esencia divina. Cada persona quiere ser amada, protegida, valorada y, de igual manera, tener la experiencia de dar en reciprocidad al amor recibido.

Muchas personas sufren en silencio. Y aunque externamente parecen exitosas, en el fondo tienen profundas tristezas que se ocultan tras sus logros, expresiones de dureza o actitudes de orgullo. Es para que nadie las descubra en sus vulnerabilidades. A veces quienes son más fuertes y auto suficientes son quienes más necesitan de nuestro amor y aunque tengan enormes muros protegiéndolos, de seguro requieren de nuestra ternura y de nuestra sonrisa para sentirse acogidas.

Algunos hombres y mujeres lloran en privado y en repetidas ocasiones sus almohadas se empapan en la noche por su desilusión. En esos momentos sienten que no tienen amigos, que la gente que los rodea sólo son compañeros de trabajo, de rumba o de interés. Personas con las que en realidad no se puede contar cuando de verdadero amor se trata. No sabemos con qué necesidades de afecto viven los otros, por eso es tan importante no juzgar a los demás, estar atentos, ser cuidadosos de los detalles y estar dispuesto a ver con un corazón nuevo a quienes nos rodean para sanarlos en su dolor.

También están quienes buscan distractores en la vida cotidiana, se sobrecargan de labores y responsabilidades para cansarse y no pensar en sí mismos. Están conectados a celulares y computadores, se llenan de ruidos y alocadas carreras que al final únicamente dejan agotamiento. El amor no se puede comprar, ni aparentar y mucho menos obligar, por eso mientras no exista un amor propio y la generosidad para amar a los otros sin otro interés que el amor mismo, nada en lo material, o en la laboral o profesional nos podrá llenar.

En ocasiones las personas se sienten invisibles, como si sus problemas no les importaran a los demás o no fueran relevantes para sus familias. Dedican mucho tiempo a cuidar a sus cercanos, a cubrir las necesidades de las personas de su alrededor y apoyarlos en sus dificultades, pero ellas mismas se descuidan, gastan sus recursos y tiempo y al final se sienten vacías. Por eso es tan importante valorar a los seres queridos y familiares, decirles cuanto se los ama y cuidarlos con el mayor de los agradecimientos, pues somos afortunados de tenerlos en nuestras vidas.

Muchos adultos, por la situación de soledad en que viven, aumentan su temor por el futuro y se ven proyectados a sí mismo en tristeza por no tener una pareja actual. Aparecen preguntas como: ¿Por qué yo? ¿Qué hay de malo en mí? ¿Por qué si soy buena persona estoy sola y no encuentro el amor? ¿Estoy pagando algo? ¿Algún día encontraré a alguien que me ame realmente? Pero hay que recordar que el amor es una semilla que se cultiva a lo largo del tiempo y que no deja de dar frutos y por se requiere tener la confianza en que el porvenir será bueno, que llegará esa persona que vibre con la misma energía, que el amor encontrará su camino y que merecemos ser amados incondicionalmente.

Al finalizar esta reflexión sobre el amor, quiero recordar que espiritualmente siempre somos y seremos amados por Dios. Él es la fuente profunda del amor y nuestro destino y nunca esteremos solos, pues hasta envía a sus ángeles para que nos acompañen. Somos amor, somos un universo de amor encarnado, somos el amor que busca el amor.

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* Teólogo Dr. Fabián Salazar Guerrero. Acompañante Espiritual y de Vida. Director Fundación INTERFE.

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