Cuando inicialmente se concibió la idea de darle la vuelta al mundo, mi principal interés era recibir unos cursos en distintos lugares del mundo en distintos temas de mi interés. Durante meses investigué juiciosamente por Internet y finalmente encontré varios lugares en donde podría recibir la formación académica que consideraba fundamental para mi futuro profesional. Y así se daba forma y una columna a un viaje, y mi esposo me acompañaría por el mundo, de aula en aula, mientras yo recibía información.
Pero sin mayor aviso, la vida quiso que conociera territorios inexplorados y poco se interesó en mi organizada búsqueda del conocimiento académico. Unos meses antes del viaje, exploré nuevos fondos dentro de mí, una travesía antes de la travesía. Un recorrido que caminé de mala gana pero como siempre, lo que uno quiere y lo que uno necesita suelen ser cosas distintas. El caso es que por razones personales, sin entrar en detalles, ya no quise estudiar, no quise meterme en ningún salón con ningún profesor, no quería hacer presentaciones ni levantar la mano para hablar. La idea de darle la vuelta al globo sobrevivió, pero la intención ahora sería que el mundo sería el maestro y las enseñanzas, como el viaje mismo, se tejerían a medida que trascurrieran. Y así fue y fue perfecto.
Cuando tomamos el avión, no sabíamos que íbamos a recibir, como sería la aventura, que sentiríamos o con que nos encontraríamos. Había cierta emoción en la sorpresa, raras veces se permite uno disfrutar de lo incierto, pero en esta ocasión lo desconocido era amable y una invitación reconfortante. Tal vez, al ver caer mis planes de una manera tan estrepitosa, me entregué y confié en los hilos invisibles que mueven nuestras vidas. Mi intención era simplemente estar vacía, libre de expectativas, y así poder entregarme a un camino con mi compañero de viaje.
Para mí, lo más lindo de haber vivido el viaje de esta manera fue ver, para mi sorpresa, de donde venían las fuentes de inspiración. El mundo es un lugar muy inspirador en general, su gente maravillosa con sus costumbres tan diferentes, tantos olores y colores, humanos viviendo sus vidas de la mejor manera posible. El mundo tiene un ritmo agitado y respira hondo, en cada lugar hay vida y donde hay vida hay amor, y en cada parada del camino tuvimos el privilegio de dejar el regalo de nuestra presencia. Me encantaron todas las personas que nos cruzamos, cada una dejó su mensaje y su marca, me sentí viva y acogida por la vida, por el entusiasmo de estar en este mundo y ser parte de él. Vale la pena salir a ver el mundo, sentirlo y olerlo y traerlo todo de vuelta en la mente al regreso a casa. Me traje muchas cosas de vuelta y reservo un lugar especial para los sabores del mundo. En próximas entradas hablaré de esto en detalle.
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@camilasernah
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