Este año 2023 ha sido escogido por el ejecutivo y el legislativo para presentar reformas por todo y para todo, reformas señaladas como su instrumento de cambio, que no se da en dependencias de estos poderes que siguen haciendo lo mismo y en la misma forma. Hay unas reformas malas que pueden dañar algunas cosas momentáneamente, mientras muestran sus malos resultados y se corrigen por gobiernos posteriores; y otras peores, porque revertir lo que hagan, además de ser muy difícil, puede causar mucho daño, incluso muertos. No debemos olvidar que todo esto sucede bajo la mirada, esperamos atenta, del poder judicial y los organismos de control, que podrían actuar oportunamente.
El 2030 fue anunciado esta semana como el fin de las reservas de petróleo y gas, con base en la reducción de la vida útil de las reservas probadas. A la vez que se suspendió indefinidamente la construcción del parque eólico Windpeshi en La Guajira, perdiendo 205 MW de producción proyectada de energía eléctrica, lo que marca un gran aprieto en el plan anunciado de transición energética. Las energías más limpias, que supuestamente remplazarían las actuales, evidentemente no se hacen solas, hay que trabajarlas y lleva tiempo implementarlas de manera segura y probada, antes de siquiera pensar en terminar las reservas de gas y petróleo, por no seguir explorando y prolongando su suministro.
Como una señal de advertencia divina nos llega una crisis en la prestación del servicio de gas en el occidente del país y Eje Cafetero, que ha afectado a más de 32 de sus poblaciones, más de 675.000 hogares y establecimientos que puede durar una semana. En esa parte del país pueden ir midiendo y sintiendo las consecuencias de renunciar al gas que tenemos y el que podemos extraer. En su remplazo, las estufas eléctricas se agotaron en el comercio, los que pudieron comprarlas les llegará al final del mes un recibo de energía mucho más caro, con unas tarifas que, a pesar de las inundaciones y promesas, siguen subiendo y ya anunciaron que con la sequía que viene, entre los negros nubarrones diarios, va a subir aún más. Coincide en la señal enviada, que al tiempo se presentan «problemas graves» en el suministro de gas en Venezuela en siete de sus 23 estados (no debería ni mencionarlo por absurdo), que algunos insensatos quieren considerar como alternativa a tener nuestra propia explotación y seguir siendo autónomos y dueños de nuestra seguridad energética.
También en el tema de energía eléctrica, con problemas en algunos lugares del país y de tarifas exorbitantes en la costa atlántica, se ha llegado al absurdo de algunos periodistas radiales proclives al régimen (pensando inocentemente) que están entrevistando a habitantes de la costa a preguntarles porque se han vuelto “adictos” al aire acondicionado y la pregunta la hacen a las 11 de la mañana de una ciudad sometida a 40°C de temperatura en la sombre, en una oficina de muchos trabajadores, preguntando además si son conscientes del daño que le hacen al calentamiento global, con el uso de estos equipos, como en alistamiento sicológico a un posible racionamiento energético.
Todo esto parece indicar que el cambio, en lo que respecta a la parte energética, no va por buen camino. Es que cuando se habla de cambiar, muchos asumimos que es para mejorar, pero la palabra cambio, está cada vez más desgastada y perdiendo todo su sentido recientemente, hasta el punto de infundir temor. Esto es particularmente inmediato y evidente en el tema de la seguridad energética, fundamental en nuestra economía y calidad de vida, pero aún peor en el tema de la salud, en el que es vital.
La salud la incluyo, después de recibir esta semana la pésima noticia que la Comisión Séptima de la Cámara de Representantes dio paso a la #ReformaALaSalud, de manera increíble, luego de muchas maniobras individuales en contra del querer de los partidos (al menos expresado oficialmente), de más de 27 millones de colombianos que no votamos por estas reformas y mucho menos por la de la salud y múltiples suplicas y foros en donde muchos sectores piden sea retirada.
Como destruir es más fácil y más rápido que hacer, se podría señalar este 2023 como el fin de nuestro sistema de salud, de pasar irresponsablemente la reforma por los otros pasos que todavía faltan. Acabar con entidades prestadoras de salud es fácil, construir miles de centros de atención prioritarias es otro cuento. Y eso en el nivel más bajo, los grandes hospitales y clínicas que empiecen a ser administrados por la Adres es otra historia. Ya lo dijo su exfuncionaria fundadora, la Adres no ha llegado a cumplir a cabalidad la función para la que fue diseñada y se pretende que entre a administrar todo un sistema de salud. Todo esto deja ver que nuestra salud se encuentra en un innecesario e inminente peligro, cuando dejarlo como está y emprender cambios que de verdad se requieran, en otros temas, garantizaría la estabilidad social que tenemos con el sistema de salud actual, probado en pandemia.
La aprobación de una reforma no es un acto mágico, en el cual el país pare miles de especialistas que pueden iniciar inmediatamente a atender pacientes, que solicitan consulta ese mismo día
No se puede dejar a un lado la pertinencia de lo que pasa con las políticas públicas e intenciones políticas del gobierno. Si quieren hacer una transición energética, la cual no se puede hacer suspendiendo lo que tenemos, soñando con lo que no tenemos, deben brindar por lo menos garantías de seguridad y respaldo social a los proyectos en desarrollo de energías alternativas y limpias, que reemplazarían a las que, a pesar de ser una fuente importante de presupuesto, están desechando. Las cosas no se hacen solas y si se le ponen todo tipo de trabas o dejan que comunidades le pongan trabas, nunca vamos a adquirir el reemplazo de lo que se quieren acabar de un plumazo, por supuestamente contribuir a un problema en el que nuestra afectación está por debajo del 0.02%, con nuestro nivel de emisiones.
Entra en juego en el escenario nacional la polarización, que impide juzgar objetivamente y presentar soluciones o argumentos a las decisiones de cambio, pareciendo que solo lo hacen los que se oponen y que lo defienden los que apoyan al régimen, sin argumentos técnicos ni proyecciones. Solo justifican que quienes se oponen es porque tienen los más diversos e intrincados intereses, sin importarles cual es el resultado y la solución real de ese cambio; y menos, mostrar como estas reformas solucionan los miles de problemas que de un momento a otro le salieron a nuestras excelentes salud y capacidad de producción energética.
En este 2023 el problema son las amenazas de fin de las reservas para 2030, la no adquisición de nuevas fuentes de energía y el peligro que corre la salud.
El pasado 17 de mayo una de las mayores encuestadoras del país reveló que el 61% de los ciudadanos no respalda la manera en que el presidente está manejando el país, mientras que solo el 30 % manifestó su aprobación. Esta creciente desaprobación debería ser un buen motivo para, de forma magnánima, corregir el rumbo sobre nuevos contratos de exploración y retirar la Reforma a la salud del congreso, como lo han pedido respetuosamente serios sectores de la vida nacional.
No muchos esperan semejante acto de magnanimidad y amor por el país, a pesar, que esto mostraría que si oye el clamor del pueblo, su expresión en esas encuestas e incluso en las marchas, no solo las que son promovidas por y en su apoyo, también las espontaneas, en especial de grupos sin otro interés político que el bienestar del país. Como fue la manifestación organizada, pacífica y patriótica de la reserva de la Fuerza Pública, el 10 de mayo en la plaza de Bolívar, sin la participación de un solo político en su organización, pero con un mensaje claro de exigir el respeto por el estado de derecho y la preocupación por ese futuro que incluye este peligro 2023 y ahora 2030.
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