“El dichoso informe no es más que una infamia, pues no dice nada de la dolorosa privación física a que nos estamos sometiendo: la de no echar al aire más de un bostezo por edil y por sesión”, dijo a los periodistas Samir José Abisambra, presidente del Concejo de Bogotá.
Así empezó él a dar su opinión sobre el informe final del programa Bogotá cómo vamos, que evaluó el rendimiento del Concejo durante el primer semestre del 2022.
Continuó afirmando que los bostezos y las sillas vacías nunca faltan en las sesiones; que la participación de unos y otras en los debates suele ser muy activa, y que el ejemplo de responsabilidad legislativa que dan debería ser tomado en cuenta por los ediles.
“Los bostezos ideológicos aportan tantas cosas a la tarea legislativa, que muchos de ellos, aprovechando el descuido de las sillas vacías, han logrado colarse en las normas expedidas. No se ven, pero ahí están”, se sinceró Samir.
“Además, se devalúan. Por cada sesión, un concejal recibe 1.5 millones de pesos. Si bosteza 10 veces, cada bostezo vale 150 mil pesos. Un precio ridículo que muestra un manejo irresponsable de los dineros públicos y una atroz falta de respeto a nuestros geniales bostezos”, agregó el edil.
Luego reveló los pasos que él como presidente ha dado y dará para evitar que los elocuentes bostezos legislativos sigan perdiendo valor comercial.
“El número de bostezos sufrirá una reducción drástica, y para ello someteré el tiempo de duración de las sesiones a un riguroso programa de austeridad”, afirmó, enérgico, Abisambra.
Y contó que el informe de Bogotá cómo vamos dice que, según el reglamento del Concejo, cada sesión se toma 4 horas, pero que hoy solo llega a 1.8 horas. “Un ahorro de tiempo conseguido a costa de inmensos esfuerzos y sacrificios de nuestra parte”, alegó Samir.
Se ufanó luego del progreso alcanzado gracias a su gestión. Aseguró que de sesiones de 4 horas con 30 bostezos logró que el Concejo pasara, como ya pasó, a sesiones de 1.8 horas, con no más de 4 bostezos por edil. “Un avance impresionante”, exclamó.
Y añadió: “Pero he de ir más lejos aún. Aspiro a llevar la austeridad al extremo y establecer algún día la sesión de la duración perfecta”.
“Una en la que no quepan ni los bostezos ni las sillas vacías. En resumen, una sesión que solo dure lo que dure el concejal contestando a lista”, alardeó, contento, Abisambra.
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