La siempre controversial, El último tango en Paris (1972), del director italiano Bernardo Bertolucci y protagonizada por el extraordinariamente bien parecido Marlon Brando y una muy jovencita e ingenua María Schneider.
La historia de un gringo llamado Paul ya entrado en años (y en carnes), que enviuda porque su exesposa se ha suicidado, y una joven parisina (Jeanne) que se encuentran en un apartamento vacío y donde nace una furtiva y pasional relación es la trama principal de la cinta.
La fotografía y la música son elementos fundamentales de su éxito que a lo largo de todos estos años, la han convertido en una película de culto. Sus artífices son Vittorio Storaro, célebre, también, con otros trabajos en películas como Apocalypse Now, Novecento o El último emperador, y el argentino Gato Barbieri que conociera la cumbre de su carrera musical justo en la década de los 70.
Solo Brando
Su simple sonrisa, ilumina toda la pantalla. No hay que ser un genio para darse cuenta que la película gira en torno a la interpretación de Marlon Brando, por la que recibiría una nominación a los premios Oscar, las demás actuaciones se tornan secundarias; las de María Schneider y Jean Pierre Léaud.
En especial, los soliloquios que interpreta cuando, tumbado en un colchón y una dulzaina en la mano, habla de su vida pasada, tal vez inspirándose en su propia experiencia con sus padres (su madre, con problemas psiquiátricos y su padre, un autoritario de recia disciplina militar) y en otra secuencia, a su encuentro, cuando le habla a su esposa suicida, cubierta con flores, emulando la Ofelia de Shakespeare, son momentos donde se puede evidenciar de lo que está hecho el talento del actor.
- «Quiero decir, Puedo llegar a comprender el universo, pero, nunca descubriré la verdad acerca de ti. Nunca. ¿Quién diablos eras?»
La fotografía y la banda sonora son realmente impresionantes. Los ángulos de los planos, el movimiento de la cámara en espacios reducidos es realmente remarcable. Las texturas de los colores que van acorde al estado de ánimo de Paul y Brando y nada más que Brando hacen de esta una obra maestra.
Una película oscura
Desde el primer plano de la película, con un Brando desconsolado, se evidencia el tono con el que se va a desarrollar la película a lo largo de un poco más de sus dos horas. Una parís nublada es el contexto de su temática. Un hombre maduro que se ha perdido en el camino, y ha perdido las ganas de vivir, que se encuentra totalmente desencantado de su existencia, y, que se niega a seguir todo aquel comportamiento del establishment romántico cuando se rehúsa a saber el nombre o la historia detrás de su amante. Tan solo se aferra a un sexo enfermizo, desmedido y repugnante (alusión a los cerdos).
- «No, tú estás sola. Estas completamente sola. Y no podrás liberarte de ese sentimiento hasta que te hayas enfrentado a la muerte».
Por otro lado tenemos el romance de Jeanne con su novio Tom, que es un apego falsificado, con diálogos completamente hilarantes y artificiosos para ilustrar las relaciones que se venden en las vallas publicitarias, la televisión o el cine. Su romance comienza en la parada de un tren, para luego adentrarse en la casa de infancia de Jeanne, en seguida, pide su mano para casarse con ella y concluye en un apartamento (el mismo que frecuenta con su amante), como si se mudaran a vivir juntos, pero deciden poner fin a eso (o lo que sea que tienen) con un espontáneo apretón de manos.
La escena polémica.
El trato que recibe Jeanne de Paul no es el mejor, es una relación abarrotada de malos tratos, no por nada hay una escena de violación involucrada, él no la escucha, no quiere saber nada de ella. Hay mucho de abuso en sus protagonistas. Transcurre, poco a poco, hasta llegar a convertirse en una relación trastornada en la que todos tratan de escapar sin éxito alguno.
La escena de la violación en la que se utiliza mantequilla como lubricante es la escena de la discordia. Al parecer, a la pobre María, ya que era muy joven (19 añitos) y recién empezaba a hacer papeles serios en la industria del cine, no le notificaron del cambio en el guión con el pretexto de poder captar una reacción mucho más autentica. Sin embargo, según Bertolucci la mantequilla fue el único elemento que no compartieron con Schneider, ya que según él, ella tenía conocimiento de la integridad completa del guión. En la escena podemos ver a Paul sobre Jeanne, repitiendo frases que hacen alusión a las buenas costumbres de la familia y la disciplina de los niños.
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