¡Feliz año! Como es nuestra costumbre, a Dios rogando y con el mazo dando. No es para menos. Personalmente no encuentro muchos motivos para escribir sobre lo que sucede en la pantalla chica por el inesperado giro que ha tomado en los últimos años, pero son pocas las voces y muchos los reclamos que solo queda expresarse para jalar las orejas y, cuando sea pertinente, alabar lo que parezca decente.
Esta vez no hay top de lo mejor o lo peor. Si las cosas no se destacan es porque algunos terribles vicios se apoderaron de las gerencias de los canales y nos están condenando a ver una orgía interminable de desaguisados que no me alcanzan las bolsas negras y blancas para tanto vómito y desconcierto juntos. ¿Cuáles son esos pecados?
1. La era de los congelados. No siempre todo lo que se congela permanece igual de fresco y delicioso. Además, hasta el más fino de los helados se derrite. A la jerga de la cocina televisiva (refrito) se debe sumar esa nueva y arriesgada manía de los canales de lanzar productos grabados hasta con más de un año de anticipación ¿En dónde le enseñaron a Caracol y RCN que grabar por completo cuatro o cinco producciones, muchas con el respaldo de emporios televisivos tipo Sony o Fox, y embalsamarlas quién sabe hasta cuando es sinónimo de éxito? Es fatal por varias razones: a) Me parece una falta de respeto con la gente involucrada en los proyectos que, tras esperar hasta el callo a que su telenovela o serie salga al aire, la emitan en horarios imposibles y apretujada en el prime en medio de tres, cuatro y hasta cinco programas más. b) Multiplican a los actores y actrices (caso Ernesto Benjumea) al presentarlos uno tras otros o enfrentándose a sí mismos, con el consecuente desgaste de imagen para ellos y ellas y el cansancio para el televidente c) Las estrategias de promoción se vuelven insólitas cuando los programas «largamente esperados» resulta que ya se han visto en el exterior y, cómo no, revisados gracias a You Tube. ¿Dónde están los productos premium de nuestra televisión? ¿Ahora todo es para el extranjero y lo venimos a conocer solo cuando se cumpla algún acuerdo invisible de tiempo o su irregular periplo internacional? Una pesadilla mercadotécnica por donde se le mire.
2. Series como telenovelas…y telenovelas ¡para el carajo! Si el concepto de serie y de telenovela se rigen por la emisión diaria y su duración en total ya no sabríamos cuál es cuál. Esa discusión ya la dimos. Pero de ahí a pensar que Pablo Escobar es nuestro Gustavo Adolfo que arranca suspiros en las noches de planchada como que parte un poco la madre. Ahora, el gran vicio de nuestras ficciones es que no sabemos terminarlas. ¡Machete kill! ¿Y Colombia es la Costa? Una historia costeña más y bueno, hablemos todos como Marimar…cooosteñito sooooy. El destino pinta similar en este 2013. Tanto así que ya añoro las telenovelas del medio día de Jorge Barón. A propósito ¿los «clásicos» para repetir deben ser mexicanos? ¿Por qué no emitir La Potra Zaína o San Tropel? ¿Otra vez a mamarnos el dramonón insufrible y divertido de Vecinos?
3. La operación espejo. Si tu haces una novela con narcos, yo también. Si haces un reality de talento yo hago uno de música. Si tu noticiero sufre un cambio de imagen encarguemos la escenografía al mismo proveedor en combo 2 x 1 e intercambiemos algunos periodistas. ¿La idea de competir es hacer lo mismo y de la misma manera?
4. Las malditas temporadas. Sé que tenemos complejo tercermundista de-no-saber-qué-putas-es-un-otoño o sacar la lengua para probar la nieve. Ojo, señores, OJO. Las temporadas tienen un porqué en Estados Unidos o Europa y adaptar a la fuerza esa idea en nuestra televisión es el peor mal que han podido causar. ¿De veras creen que una temporada tiene más de 150 capítulos? (Caso A Mano Limpia) ¿Nos van a seguir partiendo los programas durante el año como un pan de mil y justificarlo -con babas en la boca- que es «la nueva temporada»?
5. Lo público ¿es para la inmensa minoría? Esa sí que es una paradoja de la vanagloriada TV made in Señal Colombia: la televisión y la radio pagados con nuestros impuestos no se ven como mucho en las curvas de rating y de sintonía, respectivamente. No podemos pedir que de la noche a la mañana RTVC se convierta en la BBC, pero con la cobertura que tiene uno esperaría la gestación de un verdadero hit. Por otro lado, algunos programas y presentadores adolecen de un subido intelectualoide que no sé si juegan a quién hace el mejor remedo de Discovery o el neohippismo Top of Pops ¡Más humildad con la programación en la televisión pública!
6. La medida de la desproporción. Los canales locales tratan de crear identidad, pero se nota mucho el esfuerzo por creer que la narrativa del país impuesta por los privados es el ejemplo a seguir en la televisión regional. Caso aparte el de Citytv. ¿Debe cuestionarse si se conforma con el mote de «el canal de Bogotá» cuando a todas luces anhela estar en todo el país como el tercer canal? Ahora ¿quiere posicionarse en el 2013 reciclando saldos de RCN como ese esperpento de adaptación de Aquí no hay quien viva? ¿Seguros que TV Azteca es la llave para atraer a las amas de casa? (Recordemos que La Mujer de Judas en su versión original fue sacada del aire por RCN por su «violencia extrema» y la versión mexicana se ahorcó literalmente en su país de origen) ¿Naruto, Dragon Ball y CSI ad infinitum? Canal Capital es de todo menos la marca de ciudad, aún con algunos acertados movimientos como sus franjas de opinión y la emisión de «escandalosos» conciertos.
Con esta celebración de descargos me doy por bien servido. No se pierdan los cambios en Distractor que traeré novedades cubriendo eventos, nuevos temas en cultura y arte y mucho más. Abierto a sus sugerencias en los contactos de siempre.
juanchopara@gmail.com
@juanchoparada
¡Un abrazo chiquillos y chiquillas!
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