Hoy les quiero plantear tres dilemas que son agenda en la televisión del momento para que simplemente tomen partido y opinen sobre ellos.
¿Ver series semanalmente o embutirse temporadas completas?
El modelo comenzó en Netflix (de cierto modo) ¿y ahora quiere acabar con él? La guerra del streaming aumenta su intensidad con la llegada de Disney+, quien acaba de anunciar que en su nueva plataforma las series que está preparando (como The Mandalorian) estrenarán capítulos semanalmente, siguiendo la tradición de la televisión análoga. Eso ha obligado a su potente rival rojo a replantear su esquema de binge-watch (ver toda la temporada completa), al menos de forma tímida.
El asunto de fondo que varios críticos han planteado, es que el actual modelo no permite digerir las series. Netflix tiene lanzamientos semanales, de novedades junto a historias posicionadas, y la coexistencia entre unas y otras termina, simplemente, en el canibalismo en casa. Atrás quedó el furor veraniego de La casa de Papel: no ha pasado un mes del estreno de la muy valorada segunda temporada de Mindhunter, apenas superamos el debut de Dark Crystal: Age of Resistance y ya nos tienen a punta de Élite II. Puede que Netflix haya afinado el ojo en crear productos multitarget, pero lo cierto es que el fuego amigo no hace bien a cada marca que pretenden posicionar.
Ahora, en un examen de conciencia, puede que necesitemos un respiro de tanta intoxicación audiovisual. Aunque hay para todos los gustos en exceso, el asunto es que tal vez la tradición se imponga nuevamente. Lo acabamos de ver con el final de Game Of Thrones, cada semana de su temporada final alimentó todas las expectativas hasta después de su final. Extender los tiempos de conversación, mantener presente la marca de cada producción en su público y reducir el spoiler (una manía de esta época de altas suceptibilidades) son parte de los beneficios de volver a la emisión semanal, así que si siempre ha disfrutado más de prolongar el placer cada siete días va a estar más en onda que nunca.
Las telenovelas… ¿al fin sí están muertas?
Comencemos por admitir que nunca han muerto. El género que dio de comer a miles de actores, escritores y productores está más vivo que nunca, por más que denigren de su estructura, sus clásicos giros de guion o sus villanos de opereta. No importa si le cambian el nombre a super-ultra-bio-narco serie. El drama clásico está servido junto a un aspiracional romántico.
¿De dónde viene la reflexión? De lo que ocurre con Televisa, que en una semana descendió a los infiernos y sigue ascendiendo al cielo del rating. La llegada de Patricio Wills, experimentado productor colombiano, al canal mexicano provocó que afloraran toda clase de sentimientos encontrados. Probó fórmulas en el prime hasta terminar cediendo al vientecito de La Rosa de Guadalupe y a relatos narco en la señal internacional de Las Estrellas que no sonaron ni tronaron en su emisión original. Le movió la butaca a uno de los activos actorales más prominentes de la casa como Victoria Ruffo, bajando su nueva producción a un horario de almuerzo y, curiosamente, estrenando una producción de Netflix que había tenido ventana en Telemundo, pero en versión lavada y mega editada: la serie de Luis Miguel.
El asunto es que la gestión de Wills fue duramente cuestionada por la audiencia mexicana, nada más y nada menos, que expertos en tradiciones se pintan solos. Él y su equipo de colaboradores, muchos de ellos colombianos, ocuparon discretamente otros cargos o salieron de Televisa con rumbo incierto y muchas lecciones por aprender. En ese momento varios productores de la competencia declararon la muerte de la telenovela mexicana, bailaban sobre su tumba…hasta el estreno de la primera producción del proyecto Fábrica de Sueños, una curiosa estrategia de reversionar (una vez más) los clásicos de la casa en formatos cortos y más ágiles.
La versión de 25 capítulos de La Usurpadora, hecha en Latinoamérica por lo menos unas siete veces, con un argumento resabido desde tiempos inmemoriales, lleva una semana en el primer lugar de sintonía. Y sobre esa pista esperan que los productos siguientes, adaptados en el mismo formato, no solo rindan tributo al melodrama que los inspira; además, conecten con el nuevo público y muestren el rumbo que puede tomar la telenovela rosa, uno que no cause vergüenza o pena ajena. Para darles una idea del nivel del gusto por la tradición: el canal Telnovelas en You Tube, de la misma empresa, supera cómodamente los diez millones de suscriptores. Producciones de hace diez, veinte o treinta años. La gente sí ve telenovelas, le gusta que se llamen así y disfruta viéndolas por más ribetes de humor o suspenso que le quieran meter. Es cuestión de experimentar sin traicionar el espíritu de lo que se busca en la ficción: entretenimiento puro.
¿Más nostálgicos o más hambrientos de novedad?
Justamente con esto quiero cerrar el panorama de la televisión actual y es la reposición de telenovelas clásicas que hace el Canal RCN. Yo soy Betty la Fea llegó para salvar al alicaído canal, coincidiendo con el fallecimiento de su creador a inicios de este año. Llegó en prime time, y con la paciencia del santo Job se encaramó al primer lugar de sintonía desde hace más de tres meses, materia de conversación en todas partes, memes y la reaparición de varias de sus estrellas en el ojo nacional. RCN se recupera con una lata propia, repone luego Lady, La Vendedora de Rosas a las 10:00 p.m, más reciente que la anterior y ocurre lo mismo. Los televidentes voltearon el rostro a las “narcocomedias” de Caracol (sí, incluyendo a la muy tardía segunda parte de Las Muñecas de la Mafia) y encontraron solaz en esta estrategia, que ahora pretende revalidar su liderato con la nueva emisión de Los Reyes en la televisión nacional.
Esta bien: queda claro que vivimos en el pasado por diversas razones. No obstante ¿hay que abusar del sentimiento? ¿Es una estrategia que nos distrae de pensar en lo importante? Puede ser. Pero evitar el riesgo de crear algo novedoso con el argumento pueril de “para que las nuevas generaciones rían con las ocurrencias de antes” es un verdadero sofisma de distracción. Caracol aguantó vara estos meses y viene con el estreno de Bolívar, por lo que la promesa de novedad está servida. Si funciona, volverá a arrinconar a RCN al piso de las mediciones. ¿Y si resulta un fracaso? Entonces el problema no es de los canales. Ahí sí que debemos reconocer una seria paradoja con lo que entendemos por memoria. Nos cuesta reconocer los hechos, los mártires y los muertos, pero disfrutamos de historias clásicas y ansiamos consumirlas por algún motivo. ¿El principal? Que nos aleje de la realidad circundante, más dramática y absurda de la que nos plantea la pantalla chica. Señores RCN, calculen muy bien hasta dónde aguantará su estrategia. Señores Caracol, si se esfuerzan por producciones originales: que sean significativas, que valgan la pena, pues hoy no estamos para tirar el dinero a la basura con la amplia oferta actual. La televisión se reinventa y ustedes, si quieren, pueden hacerlo igualmente.
Jordy Zak, de Honduras para el mundo
Dentro de esta tendencia de música urbana surgen con los días artistas de diversos rincones del planeta con historias personales bien particulares. Ese puede ser el caso de Jordy Hernández, conocido en las redes sociales como Jordy Zak, joven hondureño que además de graduarse de contaduría y especializarse en auditoría, ha explorado su faceta como influenciador de estilo de vida y moda, además de destacarse como orador motivacional. Ahora incursiona en la música con el sencillo Que Bien la Pasamos, una melodía pegajosa apta para noches de fiesta, sin olvidar algunos toques románticos. La canción ya se encuentra disponible en las plataformas digitales como Deezer, Spotify o Apple Music y es la punta de lanza de una producción discográfica que espera conquistar el gusto latinoamericano. Pueden encontrar más información sobre él en @jordyzak en Instagram, Facebook y Twitter.
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