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I – La escritora

“En su obra, en su vida y en sus afectos, Patricia Highsmith, como todos los artistas obsesivos, giraba en torno a las mismas coordenadas, los mismos rencores, las mismas fuentes de inspiración.” La afirmación de la biógrafa Joan Schenkar (Circe, 2009) resuena como un trueno cuando se trata de abordar una a una sus criaturas literarias. En especial la de Tom Ripley.

Schenkar asegura que algunas de las ideas de sus novelas encontraron su fuente de inspiración en obras de escritores homosexuales. Oscar Wilde, Julien Green, André Gide o Henry James acudieron como peces al estanque helado y oscuro de su imaginación. Para el caso de ‘El Talentoso Señor Ripley’, Higsmith reconvierte una idea de la novela “Los Embajadores” de James, donde Lambert Strether acude a Europa patrocinado por una rica mujer que espera la vuelta de su hijo díscolo entregado a la pasión con una mujer de aparente mala reputación. Pero lo que aquí resulta en un enredo con tintes románticos en “Ripley” se entrega por completo a la fascinación por la vida ajena llena de privilegios, un deseo más fuerte y superior a la misma pulsión homoerótica que deslizó en la relación entablada con Richard Greenleaf. Ripley es hierático, casi como una máquina, desprendido de afectos a tal grado que no tema ensuciarse las manos de sangre.

Las dificultades para promover sus novelas en Estados Unidos buscaban la raíz en esa ausencia de humanidad en sus personajes, con los cuales difícilmente se podría establecer una conexión. Editores como Otto Penzler también achacaban la escasa difusión al carácter difícil de Highsmith, quien solo volvía el rostro, pues más que nadie conocía cómo funcionaba el mecanismo interno de sus creaciones, impregnadas de su forma de ver las relaciones humanas, las cuales percibía rebosantes de falsas apariencias y motivaciones mezquinas. En ese sentido se comprende el tránsito de un Ripley frustrado por sus timos de poca monta en New York a uno que solo quiere lo mejor en Europa. Highsmith lo vivió así. Tal vez por eso se convirtió en el protagonista de cuatro novelas: hay demasiado de su esencia en él.

II – Ripley: il meglio, il meglio

Con ese antecedente llegamos al germen de la nueva adaptación de su novela más celebrada. “El Talentoso Señor Ripley”. Y la razón parece más sencilla de lo convencional. “En octubre de 1954 mientras estaba ocupada escribiendo El Talentoso Señor Ripley y encantada con la idea de corromper a sus lectores, Pat expresó claramente lo que estaba haciendo: “Lo que predije que haría algún día lo estoy haciendo ya en este libro (Tom Ripley): mostrar el triunfo indiscutible del mal sobre el bien y recrearme en ello. Haré que mis lectores también se recreen”, señala Schenkar.

Para una escritora que se encontraba terriblemente aburrida en su trabajo como escritora de cómics en la editorial Sangor-Pines, la vía de escape que le proporcionó el tímido Ripley fue tan expedita que probablemente experimentó una oleada de satisfacción. Desde luego, los antihéroes no los inventó ella, pero al dedicarse horas pensando en aventuras heroicas, el que ensalzara a un ser amoral con buena estrella y tino para salirse con la suya confirma su perspectiva.

Publicada en 1955 fue cuestión de tiempo que fuera llevada al cine por primera vez. Les hablo de la película francesa ‘A Pleno Sol’, bajo la tutela de René Clement, con un Alain Delon más seductor que apocado. Desde entonces, la autora de ‘Extraños en un Tren’ y ‘Carol’ reforzó su estatus como proveedora de historias adaptables a la gran pantalla. No era para menos, si el mismísimo Alfred Hitchcock dirigió la adaptación del intercambio de homicidios más dramática del siglo pasado.  En el caso de la saga ‘Ripley’ las manos de Wim Wenders, Liliana Cavani y Roger Spottiswood se encargaron de modelar en imágenes dos de las tres novelas siguientes. Pero sin duda alguna la visión de Anthony Minghella estrenada hace 25 años es la que ha ganado en recordación tanto por la audiencia como por la crítica, circunstancias que la pusieron en el camino del premio Oscar a inicios de este nuevo milenio.

III – Entre Caravaggio, Italia y un riguroso blanco y negro

La serie de Showtime Studios que adquiere Netflix resulta extraordinariamente fiel al espíritu transgresor de su novela, pero mucho más a un estilo clásico de contar una historia criminal, apoyándose en el blanco y negro como rasgo evidente de estilo, pero también para marcar una diferencia fundamental con las versiones precedentes. Steven Zaillian, el veterano guionista de otra película en grises como La Lista de Schindler, no titubea en extenderse en detalles, en primeros planos, en estatuas, gatos, decoraciones y pinturas de las que solo podemos apreciar sus claroscuros por esa elección artística, porque ese es el espíritu que habita en Tom Ripley y, quizá, en todos los personajes.

Esa ambigüedad alejada de doctrinas morales permea su cuidadosa adaptación, muy fiel al material de origen, apartándose solo lo necesario, aunque con inteligencia. El paralelo con el renombrado pintor Caravaggio se convierte en la parábola de esta serie, expresada en varias de sus obras como ‘La muerte de Juan el Bautista’. La comedida ambientación y la banda sonora sirven de compás al desasosiego que provoca la suerte de Ripley en cada uno de sus actos desde que acepta el encargo de Herbert Greenleaf. Y a diferencia de la camaradería abordada en 1999, aquí no tenemos jazz o juguetonas miradas. Eso contribuye a que los momentos previos al primer homicidio de Tom sean absolutamente fríos.

Ripley - Imagen Netflix Latinoamérica

Ripley – Imagen Netflix Latinoamérica

Y el principal atractivo de la serie, Andrew Scott, resulta excepcional en la interpretación del personaje. Otros críticos han cuestionado su edad para encarnar al personaje, pero es un aspecto que pierde relevancia cuando lo vemos introducirse en el mundo de Dickie y Marge. Camaleónico cuando toca, a excepción de uno de los momentos cumbres donde cuesta creer que puede embaucar a un detective avezado como Roverini. Pero así pasa en la novela, y esa desidia en la investigación, como el no confirmar la identidad de Richard o la de Tom es un acto de fe que nos exige la autora. Las demás actuaciones no las sentí tan comprometidas como las de Dakota Fanning y Johnny Flynn, por lo que esta serie es un pleno lucimiento para Scott, quien también funge como productor. La actuación del también director Kenneth Lonergan (Manchester By The Sea) me pareció un gesto cortés entre colegas, como lo es igualmente el cameo de una de las encarnaciones de Ripley en el pasado. Cuando vean a John Malkovich sentirán algún cosquilleo.

Si tienen la paciencia para embarcarse en una historia contada sin prisas, lejos del ritmo frenético al que nos tiene acostumbrados Netflix, disfrutarán de cada minuto de esta serie, provista de una misteriosa elegancia que es difícil de ignorar. Aunque no sea tan redonda como cabría esperar, ‘Ripley’ de 2024 deja un buen sabor al paladar, reafirma mi deseo de conocer Italia y mi gusto por el universo de su creadora. Desde ya entra en lo mejor de este año. Sus ocho capítulos ya están disponibles en la plataforma.

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