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Era un plebiscito innecesario en donde el Gobierno nunca calculó una eventual derrota. Tampoco tenían entre sus planes los promotores del ‘No’ la posibilidad de ganarle a la maquinaria estatal. Pero la champaña nunca fue destapada en los salones del Palacio de Nariño y el discurso derrotista de Uribe se quedó sin ser pronunciado, mientras el triunfo de lo que había sido una causa perdida llegó sin un plan de la mano. Estaban listas desde el comienzo las palabras acusadoras contra el gobierno y en cambio el proyecto de la ‘renegociación’ no había sido concretado en el papel.

Y llegó entonces la confusión y la incertidumbre, mientras el país político se congelaba.

La guerra no volvió al día siguiente, como tantos se habían atrevido a predecir. Discursos sorpresivamente conciliadores fueron pronunciados desde todos los lados, como si el polarizado proceso electoral hubiera dado lugar a un escenario de perdón colectivo. Y entonces recordé la frase con la que Bob Dylan cerró una de sus canciones más desoladoras en medio del terror de la Crisis de los Misiles: “¿qué vas a hacer ahora?”.

Es precisamente esa la pregunta que debemos plantearnos los colombianos en un escenario político de semejante polarización. Si es verdad que también los promotores del ‘No’ quieren la paz del país, como afirmaron durante la campaña, entonces debemos preguntarnos cuál será el camino a tomar luego del fracaso de la refrendación popular de los acuerdos. Y es prioritario que la ciudadanía, antes que nada, trascienda las divisiones y las etiquetas que enfrentaron a los colombianos durante el proceso del plebiscito.

La estrecha imposición del ‘No’ en el plebiscito no puede ser entendida como una derrota definitiva por parte de los activistas que han apostado durante tantos años por el proyecto de la paz negociada. Y aunque el enrarecido panorama de una nación que prefirió rechazar una posibilidad real de paz genera decepción, también los líderes de la campaña por la paz deben entender que es el momento de invitar a sus antiguos contrincantes, desde el respeto y la tolerancia, a liderar una campaña nacional por la paz. Sin la presión del plebiscito, el mapa puede despolarizarse y despolitizarse; no todo es malo.

Entre las posibles soluciones que lentamente aparecen frente a la crisis de la paz, dos prometen que darán de qué hablar: la renegociación y la asamblea constituyente. La primera sería demorada y tortuosa, y necesitaría la participación activa de los más visibles líderes del ‘No’. Una paz difícil, pero legítima e incluyente por la que vale la pena luchar. El segundo escenario, mucho más incierto, abriría las puertas para que aspectos tan sagrados para nuestra constitución como la prohibición de la reelección indefinida volvieran a ponerse en discusión. Todos los esfuerzos de los defensores de la paz deben estar encaminados desde el comienzo a que la Constitución bajo ninguna circunstancia sea revisada por una guerrilla perpetuadora de crímenes, un gobierno impopular en busca de nombrar a un sucesor y una oposición con sed de regresar al poder.

La renegociación que tanto promocionaron los defensores del ‘No’ a lo largo de la campaña por el plebiscito aún no tiene una hoja de ruta y el camino para conseguirla será largo. Ante la incertidumbre frente al futuro de la paz de Colombia será definitiva la presión de la sociedad civil, que demande el regreso a los diálogos de la manera más inmediata posible y que defienda la permanencia del cese bilateral al fuego. Es en estos tiempos de dificultad cuando una nación más necesita de la unión entre sus ciudadanos y de su participación desde el activismo.

Twitter: @fernandoposada_

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