Una vieja creencia reza que los años bisiestos traen mal augurio, difícilmente creo en ese tipo de supersticiones pero a veces la coincidencia de los signos y los sinos fatídicos me hacen crédulo. Este 2016 ha sido particularmente acelerado y las inminentes e instantáneas noticias no han dado la posibilidad de que las pueda digerir antes de tratar de entender las novedades del otro día. No se ha acabado el año y la proyección tiene que dejarnos en claro que no estamos haciendo bien las cosas, no le estamos augurando un futuro estable a las nuevas generaciones, por lo menos así lo creo cuando noto que:
Europa y Norteamérica han estado en tensión desde finales del 2015, las amenazas no son únicamente por parte de grupos radicales, se ha empezado a ver que no todos los terroristas llegan del extranjero o de Medio Oriente. Alerta en aeropuertos, centros comerciales, restaurantes, parques de diversiones, etc. A hoy, 2016 registra un mayor número de ataques terroristas que todo el 2015. Tal vez los más sonados casos siguen haciendo eco en nuestra memoria: el atentado de París y el barbarie ocurrida en Niza con el camión o tal vez el caso del bar en Orlando, solo para citar tres de los más de sesenta casos que van.
En Colombia ignoramos el fracaso que significó el Brexit y no fuimos capaces de comprender que era fundamental asistir el 2 de octubre a las urnas, más allá del resultado lo importante era haber vencido el absentismo. Sin embargo ese abstencionismo también es la muestra de que la mayoría de la sociedad colombiana no cree en las figuras de autoridad y mucho menos en los procesos democráticos, por algo será. El proceso de paz sacó lo peor de nosotros y casi sin darnos cuenta pasamos de la violencia en las selvas a la violencia en las redes sociales, se afincaron nuestros prejuicios y radicalizamos nuestra visión de mundo. Muchas opiniones del proceso se dieron sin la lectura de los textos y a base de oídas se construyeron argumentos que en realidad eran falacias. Las iglesias empezaron a congregar a una cantidad de fieles que sienten que están en la época de las Cruzadas y que por eso su discurso religioso es el único válido.
Entre ires y venires esa semana posterior al 2 de octubre nos confesó que más de uno creyó en información sin fundamento y que la indignación fue la fuerza que llevó a más de uno a votar, cosa que hicieron sin sopesar la rabia y la creencia con un poco de razón. Supimos el nombre de las empresas que sufrían en sus intereses con la aprobación del proceso de paz. Llegamos al punto de la hilaridad, el desconcierto y la incertidumbre cuando se notificó el Nobel de paz. Murió Fidel, en su ley, y con él se acabó el rezago histórico del siglo XX, ganó Trump a pesar de que al principio de la candidatura nadie le apostaba, su triunfo muestra que en su figura se erige gran parte de la ideología y de la cosmovisión del estadounidense promedio. Trump fue otro de esos que ganó a partir de la indignación, la rabia, los prejuicios y la xenofobia. La Re-forma tributaria es el temido perro echado que se levantará en 2017.
Luego vino el luto por la tragedia de Chapecoense, un golpe tan fuerte para los brasileños como para los colombianos, de resaltar la virtud de servicio de los paisas que estuvieron tan prestos en la atención de víctimas y heridos como el homenaje que hicieron los hinchas de Nacional. Esa hermandad es la que debería primar en un espectáculo como el fútbol. Ojalá lo vivido haga recapacitar a más de uno sobre su rol como seguidor de un equipo. Y luego, cuando no habíamos ni pasado el novenario de los futbolistas conocemos el caso de la niña Yuliana Samboní. Cada vez se publican más detalles del macabro asesinato. Sin embargo, el escalofrío que produce cada prueba y la publicación de esas evidencias me dejan el hálito de que por respeto a la víctima no se revelen más detalles. Indigna ver que muchos de aquellos que se movilizaron en contra de la adopción igualitaria no se inmutaron con este suceso. Para muchos de los que estuvieron en contra de las cartillas de Ambientes escolares libres de discriminación. Orientaciones sexuales e identidades de género no hegemónicas en la Escuela, habría que preguntarles si les parece oportuno darse a la pela de empezar una pedagogía sin tapujos que permita tratar de forma oportuna la sexualidad, la identidad de género y el respeto por el cuerpo del otro. Tal vez eso sea mejor que pedir la castración o la pena de muerte para un humano. No se puede rechazar la barbarie del violador con la petición de más barbarie.
De pronto no sea un asunto de agüeros, de pronto sea la muestra unívoca de la maldad que engendra el ser humano y de lo enferma que está gran parte de la humanidad, tal vez no sea el año bisiesto, tal vez sea la virtud ególatra de muchos que no les permita conmiserarse con el sufrimiento ajeno.
@javieriverostel
Me podrían explicar por qué mi comentario quedó pendiente de moderación indefinidamente? No escribí nada inapropiado.
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Con respecto al comentario de claudia188716, no creo que necesariamente la condición humana actual sea más degradada. Creo que esa percepción se debe precisamente a que está mucho más mediatizada. Pero al margen de esto, me parece que todavía no nos hemos percatado de la gravedad del fenómeno de la psicopatía, que se incluye dentro de los desórdenes de Sociopatía. Solo pensar en que algunas investigaciones han arrojado el dato de que hasta incluso un 3 o 4 por ciento de la población puede tener esta condición de manera CONGÉNITA, y que otro tanto puede desarrollarla por trauma, es para escandalizarse. Resulta que el rasgo fundamental de esta condición es el de NO POSEER CONCIENCIA. Es decir, el psicópata o sociópata no tiene escrúpulos NI LOS PUEDE DESARROLLAR. Lo más grave es que solo un cuarto de esta población es la que termina incurriendo en crímenes atroces como el de esta semana. Hay muchos por ahí haciendo y deshaciendo sin que nos demos cuenta de su condición. Recomiendo la lectura THE SOCIOPATH NEXT DOOR Como un simple abrebocas al asunto. Después de investigar un poco al respecto empieza una a pensar incluso en por qué la pena de muerte tendría sentido en estos casos. No se trata de resolver violencia con viol2ncia. Se trata de entender que estos seres humanos no se pueden reformar. Saludos a los lectores.
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No es cosa de agüeros como usted bien lo define, es cosa de la condición humana cada día más degradada y mediatizada. Una excelente razón para reconfirmar mi ideología de cero hijos.
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