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Foto: Archivo / El Tiempo

@YDesparchado

 

Hace poco uno de mis mejores amigos afirmó: “qué rico poder morir tranquilo”. Me lo dijo a propósito de una discusión sobre porqué la ciudad estaba pasando por una crisis de identidad, en la que los ciudadanos viven la dinámica del “todos contra todos” y, como si se tratara de un problema de física, a punta de fuerzas opuestas logramos detener a Bogotá, sin pensar en hacer las cosas bien sin tanta mediación de excusas.

La detuvimos a través de la radicalización del pensamiento político, de la ridícula idea de que todo está tan mal que actuar como cretinos las 24 horas ─siete días a la semana─ es aceptable y, además, la detuvimos creyendo excesivamente en los medios de comunicación, más interesados en el rating y en las visitas de sus páginas web que en el análisis serio de las coyunturas.

Para ser franco, estoy convencido de que la política nacional es una enfermedad infecciosa que corroe la personalidad de los colombianos que, a fin de cuentas, no somos ni tan malos ni tan indolentes con el prójimo. Somos producto de la chabacanería de los periodistas, que sufren de psicosis extrema y creen tener la razón en todos los casos, faltando a la seriedad del oficio y entrando en el mismo juego de poderes en el que la política nos ha mantenido durante décadas como un país del “tercer mundo”.

Le pido, de corazón, que haga las cosas bien. Usted tiene la oportunidad. Deje ya, por favor, la arrogancia de los “estudios” que tanto cita ─por más que investigo jamás los encuentro─ y no juegue con el dinero de la ciudad como lo han hecho otros alcaldes en el pasado.

Aunque su anterior gestión como alcalde de Bogotá fue buena ─o por lo menos aceptable─, ahora solo resta pedirle que lo haga todavía mejor en esta ocasión.

Yo no le perdono tener que montar en Transmilenio, y eso solo se le puede endilgar a usted. No se lo perdono, en parte, porque tuve la oportunidad de estar en otras ciudades del mundo y la verdad es que su idea salió «más o menos». El metro, en cambio, es apretado, incómodo y hasta muy parecido al Transmilenio; pero es rápido (y seguramente su construcción costó un montón).

La excusa de que Transmilenio transporta millones de personas al día no me suena convincente, porque ese es el propósito del transporte masivo, y sacar pecho de lo mínimo es bastante mediocre. No le perdono que todos los días los bogotanos vivamos todo tipo de vejámenes porque en algún momento su idea se ofreció como “menos costosa” y “práctica”. No lo haga otra vez, por favor. Estoy seguro de que cuando se trata de su familia usted no busca ahorrar costos, ni en nombre de una “buena administración”. Trátenos como a su familia.

Cómo ya he dicho en otras ocasiones, no necesariamente la rentabilidad a corto plazo es la mejor de las opciones.

Le pido, también, que piense no sólo en la comodidad y en la seguridad de las “clases” medias y altas, sino también en las personas que viven hacia el sur. Está claro que algunas políticas sociales de la izquierda resultaron desastrosas, pero también está claro que su idea de urbanizar a toda costa tampoco puede ser la única solución.

Eso sería desconocer todo tipo de procesos sociales, de historia y de condiciones de las poblaciones vulnerables. Usted tiene la oportunidad de hacer las cosas bien. Piénselas bien, por favor.

Cuando habla de “cámaras de alta tecnología” ─¡¿Qué demonios es alta tecnología?!─, de metros elevados (a costa de lo que muestra la simple experiencia en otras ciudades), de más Transmilenio, de casi una docena de avenidas nuevas y de “recuperar” Bogotá, le recuerdo que la sociedad ya no es la misma de hace 15 años, y que ésta vez no puede terminar su gestión con ideas buenas a medio hacer. También le recuerdo que el costo político de cada embarrada es mucho más alto que antes.

Le pido, además, que supere el momento de Gustavo Petro y que, como un adulto responsable, asuma que la ciudad es un desastre desde mucho antes que el exalcalde, y que la excusa de Petro murió cuando usted ganó las elecciones: ahora es usted el que tiene que poner la cara, no haga responsables a otros de lo que suceda en adelante.

Intente morir tranquilo. Hágalo bien. Que cuando termine su gestión no haya forma de que los corruptos sigan desangrando nuestra capital. Proteja a Bogotá y no de cabida a “payolas” que retrasen la ciudad más de lo que ya está ─¿o ya las tendrá que pagar? porque tremenda campaña política costosa que se fajó.

En la medida que usted lo haga bien los bogotanos lo haremos bien, no al contrario. Si usted es el ejemplo a seguir los demás lo seguirán. Desafortunadamente así opera nuestra construcción ciudadana: no hacemos las cosas por convicción propia sino que, como somos idiotas a medio hacer, tenemos que seguir la guía de otros.

Esta vez no va a pasar desapercibido si usted, al terminar su alcaldía, no cumplió lo que prometió. En esta ocasión usted se enfrenta a una nueva generación armada de tecnología e irreverencia, de ira, de miedo, de nuevas formas de expresión a las que usted también debe temer.

Le pido que, al menos cuando se trate de este periodo como alcalde capitalino, al final de sus días usted pueda aseverar: “morí tranquilo porque hice lo mejor por Bogotá”.

Eso sería todo.

Saludos de uno más del montón.

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