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La historia no es nueva ni desconocida. Y me remito directamente al editorial de El Tiempo del pasado 06 de junio, a propósito del brutal ataque de un grupo de cabezas rapadas a unas personas, hecho muy grave independientemente de si se trataban de asesores de una concejal (que ha sido políticamente utilizado por el gobierno distrital…). En ese editorial se afirma que «en Bogotá se comenzó a hablar de ellos en el año 1985. A algunos los movían causas más altruistas, como la protección de los animales, pero los más radicales optaron por ideas nacionalistas, neonazis y un discurso basado en un profundo rechazo hacia todo lo foráneo y hacia los travestis y consumidores de droga». ¡1985! Es decir, que este problema lo tenemos desde hace más de 28 años y nadie ha hecho nada.

Por otro lado, el mismo editorial asegura que «la Alcaldía los tiene detectados, sabe que el número de sus integrantes supera los 1.500 y que suelen concentrarse en localidades del norte y sur de la capital.» (http://www.eltiempo.com/opinion/editoriales/ARTICULO-WEB-NEW_NOTA_INTERIOR-12848969.html).
Repito que no es nada nuevo ni desconocido porque es usual que esto pase y todos los hemos visto por ciertos sectores de Bogotá. Se reúnen en centros comerciales como Gran Estación al lado, al frente, detrás, cerca de importantes instituciones distritales y nacionales como la Policía, Mindefensa, Mineducación, entre otros. Allí, especialmente los viernes y sábados en la noche, se encuentran armados de pitbulls y sus características chaquetas y botas, amedrentando a la gente, especialmente a jóvenes de otras tribus urbanas, a quienes agreden.

Estos muchachos, quienes se creen el cuento de una raza pura, de ser superiores, de ser los llamados y «elegidos» para limpiar las inmundicias de nuestra sociedad, no son muchachos de barriadas y estratos bajos. No. Son muchachos de buena posición económica, capaces de comprar chaquetas de piloto y botas militares costosas. Esas chaquetas, con una rápida y sencilla búsqueda por internet, cuestan en promedio 150.000 pesos (http://articulo.mercadolibre.com.co/MCO-405734657-chaquetas-de-piloto-ma-1-alpha-industries-vea-7-colores-_JM) y las botas militares que usan 200.000 pesos (http://zapatos.mercadolibre.com.co/zapatos-botas/botas-militares-americanas).  Lo veo muy difícil por lo costoso para una persona de estrato 1, 2 e incluso 3 porque faltan las camisas, el cinturón, los jeans y la rapada.

Los neonazis son un problema. Pero lo pueden llegar a ser el resto de tribus (o culturas) urbanas en Bogotá si no se estudia a profundidad todos estos fenómenos. Si bien antes era común ver skin head (cabeza rapada), punks y metaleros, ahora es usual ver además a los patilludos, los sopaipilla, los faranduleros, los flogeers, los otakus, las lolitas, los hipsters y los emos. Eso si, no todas son violentas y agresivas y muchas de ellas simplemente siguen tendencias de otros países.

¿Y qué es todo eso? Pues bien muchas de esas tribus están inspiradas por las redes sociales, el reguetón, la música alternativa y la cultura japonesa.  Por ejemplo, los sopaipilla reciben su nombre de una arepa típica en Chile y adoran el reguetón; los patilludos están rapados, usan patillas pobladas y usan ropa muy ancha; los faranduleros o pokemones son seguidores y arduos «estudiosos» de los chismes de la farándula por lo que son fanáticos de las redes sociales en donde colocan mucha información para que otros la comenten y así ser populares y ser invitados a fiestas en donde realizan el «ponceo», una especie de rito en donde se besan con varios integrantes del grupo; los floggers viven obsesionados con su apariencia y buscan ser populares en las redes sociales; los emo, se visten de negro, incluso se pintan las uñas de ese color y son depresivos y taciturnos.

Lo preocupante es que muchos de estos grupos, según estudios del Distrito, realizan las denominadas «barbituriparty» en donde los jóvenes atentan contra su vida con elementos cortopunzantes. A todo esto debemos agregarle las drogas, el alcohol, el manejo irresponsable de su sexualidad, etc.

Quienes hacen parte de esas tribus pueden tener enormes vacíos emocionales y hasta serios problemas de identidad y personalidad. Por otro lado, preocupa y mucho que los padres de familia no se dan cuenta de los comportamientos de sus hijos. Ven que se rapan la cabeza y nada o que se dejan crecer el pelo y se visten de negro y nada; o que su hija parece una caricatura japonesa, utiliza peluca y ya no se llama Diana sino se hace llamar Sakura (flor del cerezo) y nada; o que de repente Liliana se cortó el cabello, se viste como niño y esconde sus senos. En definitiva, por no prestarle atención a su rol educador, a la responsabilidad que conlleva ser padre de familia o porque hay que dejarlos con tal de no pelear con ellos, papá y mamá no se han dado cuenta que en casa pueden tener a un  Canis, Cumbiero, Dark, Emo, Flogger, Friki, Gamer, Geek, Gótico, Grunger, Rapero, Hippie, Metalero, Mod, Otaku, Pelolais, Fresas, Cheto, Pokemón, Punk, Rastafari, Reggaetonero, Rolinga, Skater, Skinhead, Turro o Visual.

Repito, si bien no todas son violentas y sus actuaciones no agreden de ninguna forma a nadie, la educación en valores, en moral, en responsabilidad, en respeto por el otro, acompañado de comunicación y momentos en familia, son de gran ayuda para evitar que los hijos adopten formas que pueden llegar a ser poco convenientes. Hay que blindarlos para que afronten los problemas y las situaciones propias de la vida y la sociedad con valor y decisión.

En definitiva lo que debemos hacerle saber a nuestros hijos es que no hay mejor tribu que la familia.

Punto aparte: Somos curiosos. Nos indignamos con un comercial en donde se utiliza la imagen de Pablo Escobar y no con años y años de televisión nacional basada en narcotráfico, sexo, paramilitarismo, guerrilla, prepagos, viudas de la mafia, tetas y paraísos, etc., etc., etc.

Fuentes:
Culturas juveniles y tribus urbanas. ¿Homogeneización o diferenciación?

Riñas entre tribus urbanas causan preocupación en Bogotá

Influencia de las tribus urbanas en los jóvenes y la escuela

Educar a los hijos en los tiempos del cólera
Cuando el trabajo permite tener familia

Carta abierta a RCN Televisión
Hija, echa la Soho en el carrito de mercado…
La Ecología humana y la empresa parte I
La Ecología humana y la empresa parte II
Lo realmente importante en la vida
Cuando todo se reduce a un clic
La «familia» imposible
Los Caínes de la televisión colombiana
El matrimonio, un bien común
«El matrimonio es un infierno…»
¡A defender a la familia carajo!
Más hogares reflexivos
El crudo invierno demográfico
¿Qué pasó con Citytv?
Las sombras
Mis hijos son mejores que los suyos

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