No recuerdo haber visitado un circo animal, nunca pedí con insistencia a mis papas para que me llevaran a uno porque nunca me generó ningún tipo de emoción. Por eso me preguntó, ¿qué sentido le encuentran los que pagan una boleta para ver un espectáculo donde el centro de atracción son animales salvajes con vestidos ridículos y haciendo piruetas, que en sus condiciones normales no lo harían? (La misma pregunta cabe para los que asisten con elegancia, arrogancia e ímpetu a las corridas de toros).
Tal vez los que llevan a niños a un circo con animales, no conocen las técnicas crueles con las que logran que los animales encanten al público con sus actos, quizá si supieran el ciclo tormentoso al que se enfrentan desde tigres, leones, chimpancés, focas hasta elefantes y osos, lo pensarían más de dos veces antes de entrar a un mundo artístico que en mi opinión está muy mal planteado.
Lo primero que deben saber es que esos animales son extraídos de su hábitat natural o, ¿usted cree que ellos acuden por voluntad propia a un lugar encerrado y oscuro, dejando de lado sus paisajes, ríos y climas?; segundo, una vez se encuentran bajo el poder de los dueños de los circos, estos animales se ven sometidos a un método de entrenamiento con tratos crueles y violentos, con el fin de lograr la dominación ante sus captores; tercero, el ciclo de violencia contra esos animales nunca termina, al contrario, el uso de elementos como cadenas, látigos y hasta electricidad son el diario de vivir de estas criaturas. ¿Le siguen pareciendo divertido los actos que usted de pronto considera artísticos?
El miércoles de la semana pasada se recordó aquella tragedia del 20 de agosto de 1994, en la que la elefante Tyke decidió escapar del sufrimiento a la que la sometían los cirqueros de Honolulú, duele repetir las imágenes y duele más la reacción tan violenta con la que resolvieron el caos que ocasionó el animal. Eliminarla a punta de disparos era la solución para acabar con la vida de un ser que se cansó de los abusos por años, de un animal que se rebeló y quiso buscar su libertad y tal vez encontrase de nuevo con los suyos. Ese día nadie entendió que los elefantes no tienen que pararse en dos patas, ponerse trajes ridículos y demás patrañas. No, nadie entendió que esa no es su naturaleza, ese día pensaron que la elefante era mala y un peligro para la sociedad. Me pregunto, ¿quién será el peligro en esta sociedad?
Movimientos y pensadores modernos dan cuenta de la necesidad de cambiar la visión sobre los animales, de acabar las corridas de toros, de eliminar los experimentos científicos con ellos, de fomentar la tradición cirquera sin animales (Colombia, Ley 1638 de 2013), de dejar de lado la vanidad de tener perros de raza y permitimos amar uno sin pedigree, de no envenenar los gatos y perros callejeros. Esa es la idea que toma fuerza, la de comprender que, ser humanos es respetar las demás especies con las que convivimos en el planeta. Por eso espero que el fallo de la Corte Constitucional que definirá el futuro de la Plaza Santamaría de Bogotá, genere un precedente de esta nueva visión humana, espero.
De acuerdo con Juan Duque.
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Mala la columna. Aclaro primero, que no estoy de acuerdo con el uso de animales en espectáculos. A pesar de estar de acuerdo con casi todo lo que dices me parece que tus argumentos no son buenos.
Por un lado, comienzas con una falacia de descalificación: «¿qué sentido le encuentran los que pagan una boleta para ver un espectáculo donde el centro de atracción son animales salvajes con vestidos ridículos y haciendo piruetas, que en sus condiciones normales no lo harían?». Excelente pregunta, pero un pésimo argumento. Asumes entonces que todos los que van al circo o las corridas de toros son gente arrogante y mala o simplemente ignorantes. Lo mismo podría uno preguntar del golf. Que le ven de emocionante a ese deporte aburrido y elitista. O con el futbol. Que le ven de divertido ver a 22 tipos persiguiendo un balón y dándole patadas. El baloncesto? Lo mismo. El salto triple? Etc etc etc.
Sigamos con una falacia circunstancial: «¿usted cree que ellos acuden por voluntad propia a un lugar encerrado y oscuro, dejando de lado sus paisajes, ríos y climas?» De nuevo, la pregunta retórica odiosa no es buen argumento. Desde luego que nadie cree esto. Precisamente entonces deberías tratar de responder mejor la primera interrogante que te pusiste en primer lugar. Puede ser falta de educación. O una falta de empatía para con los animales. Pero tildar a la gente de ignorante o simplemente mala por asistir a an evento no resuelve nada. » ¿Le siguen pareciendo divertido los actos que usted de pronto considera artísticos?» Pues claro, algo de divertido o interesante le deben encontrar, de lo contrario no irían!
Continúas con una falacia ad ignorantiam. Asumes que las personas son incapaces de aprender y reflexionar.: “nadie entendió que los elefantes no tienen que pararse en dos patas, ponerse trajes ridículos y demás patrañas». Tú qué sabes? Hablas por toda la humanidad, será que nos entrevistaste a todos? Eres cínica o de lo contrario eres omnisapiente. Será verdad que luego de ver esas terribles imágenes del elefante NADIE cambió de parecer, NADIE pensó: «pobre animal, que cosa tan terrible son estos circos». A mi no me consta nada, pero no me cierro a esa posibilidad. Es más, me gusta creer que mucha gente cambió de parecer luego de ver esos eventos tan espantosos.
Finalizas con la falacia que apela la autoridad de una persona y al consenso (ad populum): «Movimientos y pensadores modernos, dan cuenta de la necesidad de cambiar la visión sobre los animales, de acabar las corridas de toros». Bueno, basta con ver las columnas deopiniónn en lo medios para darse cuenta que lo mismo se puede decir con el argumento contrario. Además si esto es argumento entonces mencionemos a Gustave Doré (Famoso artísta), Ernest Hemingway (Nobel de literatura) u Orson Wells (posiblemente el mejor director de cine de la historia). Todos gustaban mucho de la tauromaquia.
Dices entonces que si una persona famosa y/o inteligente lo dice entonces debe ser cierto. Como cuando ponen al Pibe a vender papas por televisión.
Por último, hablas de un futuro fallo de la corte constitucional que genere un precedente de esta nueva visión humana. Lo que está en discusión es si el Alcalde podía o no romper de manera unilateral un contrato firmado y legal. La actividad que se haga en la plaza no debería importar en este fallo. Supongamos que yo firmo un contrato de estos y la actividad para realizar en la plaza es vender empanadas, o un festival LGBT o un torneo de tejo. Viene el alcalde y me rompe el contrato de buenas a primeras. Las actividades que acabo de mencionar no pueden ni deben influir en una decisión que no tiene nada que ver con ellas. Tiene que ver con el contrato.
Para concluir: estoy de acuerdo casi con todo lo que tratas de comunicar en tu columna. Los espectáculos con animales son crueles y deberían acabarse. Pero es una lástima que recurras básicamente a llamar a la gente tonta, mala e ignorante como argumentos para soportar tus ideas.
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