Se cumplen 25 años de la caída del muro de Berlín y la reintegración de Alemania. Un oscuro recuerdo de la división social, que asedió al país después de enfrentar junto con Europa la devastación causada por la Segunda Guerra Mundial. Ahora, en medio de un mundo que ha vivido las consecuencias de la separación social, se encuentra Medellín, una ciudad donde la separación de clases parte desde la institucionalidad y donde, dentro de ellas, la ilegalidad divide la urbe. El postconflicto, es la oportunidad de construir un nuevo país y de transformar en profundidad las necesidades que han conllevado a la creación del Conflicto Armado, así pues, esta es una reflexión que necesita tener Colombia, en orden de construir ciudades y territorios más equitativos y dispuestos a reconfigurar su tejido social.
Mientras una de las mayores oportunidades de reconciliación social y transformación urbana es la integración de las diferentes clases sociales y el impulso por la equidad y la justicia dentro de ellas, en Medellín lo que se vive es que desde la legalidad se impulsa la estratificación de las zonas de la ciudad acorde a los ingresos de las personas que viven en ellas, así pues, se separan los estratos bajos, medios y altos, y se contribuye a aportar más a la muy dividida sociedad Colombiana. La institucionalidad se consolida entonces como un estratificador de clases y a la vez una diferenciador de castas al largo plazo, puesto que quien habita un estrato bajo prefiere mantenerse en éste dadas las condiciones de vida a las que ha estado acostumbrado y donde ya tiene unos referentes económicos para el comercio y la subsistencia. El ingreso a subsidios o determinados bienes debe estar garantizado por la economía familiar e individual, más no sectorial, puesto que el nivel de ingresos económicos no está determinado por el estrato de la vivienda, este es meramente una división absurda de ciudad.
La estratificación sencillamente logra ubicar en determinadas zonas a diferentes sectores de la población, la ilegalidad, por su parte, plantea una división estratégica de las zonas de la ciudad, en orden de proteger sus negocios ilícitos y el ejercicio de poderes paralelos a los del Estado, que constantemente lo debilitan. Así pues, la urbe presenta divisiones, comúnmente llamadas fronteras invisibles, que imposibilitan el paso de habitantes de las diferentes comunas de la ciudad, dividiendo familias y contribuyendo aún más a la destrucción del tejido social, los coletazos del conflicto que domina al país en una guerra sangrienta con el narcotráfico, que es un reto también del postconflicto, sigue golpeando las ciudades, dividiéndolas y destruyéndolas.
¿Cómo afrontar, entonces, la complejidad de la supervivencia en sociedad? Es aún más complicada esta respuesta en la medida en que se acumulan entonces variables como la incorrecta estratificación debido a que básicamente se califican entornos más no se llega a determinar las capacidades reales de cada familia, además de ello, la ilegalidad rompe las fronteras impuestas por la legalidad, creando nuevas fronteras, cuyo traspaso no acarrea como consecuencia el aumento o disminución de los gastos de supervivencia sino la muerte o las amenazas por invadir territorios dominados por intereses oscuros.
Por consiguiente, la estratificación más que sectorial, tiene que ser familiar, cada núcleo familiar debe tener un nivel de gasto y cobro de impuestos estandarizado acorde a sus ingresos económicos y sus necesidades; creo que el fin de la estratificación social legal en Colombia está por llegar y lo celebro fervientemente. El reto es transformar la estratificación que parte desde la legalidad y contribuir entonces al combate con la que se consolida fuera de ella. De este modo Medellín, una ciudad históricamente azotada por la violencia, encerrada entre montañas, ahora se encuentra encerrada por la violencia, por la división de clases, por la estratificación, por la constante amenaza al tejido social de la ciudad. La diversificación y pluralidad resultante de un nuevo modelo de estratificación es la invitación a la integración social y sectorial de la ciudad, un nuevo aporte al postconflicto.
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