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Laura AmayaPor: Laura Amaya 

Un país donde los escándalos de corrupción nunca cesan, donde los protagonistas son aquellos ratones que viven para abrirle más huecos a este queso gruyere al que llamo Colombia. Algunos podrán pensar que esta analogía es exagerada, pero las relaciones de poder e intereses que estos sujetos manejan son, a mi parecer, las que poseen las más oscuras intenciones.

Es así como estos roedores se encuentran tanto en el sector público como en el privado y van jugando con las leyes, responsabilidades y juicios. Tienen tal carácter que fácilmente pueden engañar tanto a la población, con sus discursos, como a los gatos institucionales, quienes deben ejercer control y sanción sobre ellos.

A pesar que en el último ranking de corrupción emitido por la ONG Transparency International (quien califica a los países entre 1 a 176, siendo 1 el más corrupto y 176 el que tiene menor riesgo de corrupción) Colombia mejoró su posición, al pasar del puesto 83 al 90 de 176 países. Tenemos tantos casos de malversaciones, tráfico de influencias y desfalcos, que podemos  aplicar la tan popular frase: “¡Que entre el diablo y escoja!”.

Con lo anterior,  no hago solamente referencia a casos como el de Saludcoop, los Nule, Pretelt, Reficar, Interbolsa o el más absurdo de todos: el corrupto fiscal anticorrupción. Son tantos y tan frecuentes que de tajo en tajo, nuestro “queso” se va afectando.

Además un informe realizado por Transparencia por Colombia en el año 2016 mediante el índice de transparencia de las entidades estatales, señala que la institución que más le deja espacio a la corrupción es la Contraloría en su forma descentralizada. Lo paradójico de esta situación es que su principal misión es controlar el manejo eficiente y claro de los recursos de los entes territoriales, los cuales van destinados a inversión enfocada al desarrollo, gasto de nómina  y pago de la deuda de cada ente del orden subnacional.

En este mismo, las contralorías departamentales obtienen un promedio general de 55 sobre 100. Es decir, que el 56% de esas entidades del orden departamental se encuentran en nivel alto y muy alto de riesgo de corrupción. Otro resultado vergonzoso para el país, es que solo dos de sus contralorías se encuentren en un nivel moderado de riesgo, las de Huila y Meta.

La ex directora de Transparencia por Colombia Elisabeth Ungar, asegura que “los resultados de la evaluación del informe muestran una institucionalidad departamental débil y plagada de fallas en el diseño de su proceso de gestión. Esta situación eleva la posibilidad de que la misión de estas entidades no se cumplan y se arriesgue la gestión de los recursos púbicos”.

Finalmente, considero que debemos reflexionar o debatir aún más sobre el futuro panorama del país , porque si bien la firma de los acuerdos con las Farc  redujo las noticias de violencia y evidenció más las corrupción, también pone en entredicho la eficiencia y veracidad  de las nuevas instituciones que se encargarán de ejecutar los diferentes programas destinados a la consecución de la paz en las regiones de Colombia.

Tristemente para el país del realismo mágico, son más los ratones negros y como bien lo dice Ungar, la debilidad del Estado en el diseño de su gestión, que las iniciativas ciudadanas para evitar que esta clase dirigente siga haciendo confite y fiesta, mientras que los gatos distraídos se hacen los de la vista gorda.  

 

Twitter: @lau_amaya28

 

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