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adopcion igualitaria

En mi vida he conocido a muchos homosexuales. Los he tenido de amigos, de alumnos, de profesores, de compañeros de trabajo; algunos han sido mezquinos conmigo, otros han sido amables y buenos amigos, los hay introvertidos y los hay amanerados. He compartido con quienes son abiertamente gays y también  con quienes prefieren mantenerse en reserva. He escuchado sus penas de amor y me he reído con ellos, los he abrazado, los he aconsejado y he recibido sus consejos, los he visto crecer y salir del closet…

Yo soy heterosexual, no tengo hijos y cada día  me convenzo más  de no querer ser padre, tuve un matrimonio que fue un desastre y en mi vida he cometido miles de errores; he visto a muchos papás heterosexuales llorar porque sus hijos se les salieron de las manos, los he visto arrojar la toalla. Puedo entender que ser papá es difícil y sospecho que con mi forma de ser, sería un muy mal padre. Como todos, soy imperfecto y aunque no me gusta admitirlo, a veces caigo en el error de  juzgar a los demás  desde mis prejuicios.

Usted también tiene prejuicios, puedo entender que no le guste que haya «maricas» en el mundo, comprendo que no le parezca natural que dos hombres se besen y se tomen de la mano, que odie cierto género musical o que le parezca que la postura política del otro es una tontería.

Todos tenemos prejuicios, algunos los expresan abiertamente y otros los tratamos de erradicar, hay prejuicios tontos y prejuicios insalvables, pero hay un prejuicio que parece universal y que es el primero que debemos intentar destruir: solemos pensar que tenemos razón en la forma en que pensamos y en la manera que nos relacionamos:  si me parece mal que los gays adopten, no importa hacia dónde apunte el mundo o lo que diga la ley, me seguirá pareciendo mal porque es lo que yo creo. Si no quiero que se casen, buscaré argumentos de cualquier tipo que apoyen mi postura. Punto.

Juan Gabriel Vásquez decía que los colombianos sólo leemos las columnas de opinión que reafirman nuestros prejuicios y creo que no hay nada más cierto. Los de derecha tienen ciertas lecturas, los de izquierda otras, no hay tonos grises, no hay consenso posible. Y como creemos tener siempre la razón, queremos que las personas de nuestro entorno piensen y actúen igual que nosotros: así como no es raro que los hijos repitan la carrera del papá tampoco es raro encontrar que las posturas religiosas y políticas en Colombia no sean individuales, como deberían ser, sino familiares: “en esta casa somos católicos” decía un letrero que algunos pegaban en su puerta para no recibir visitas evangelizadoras, asumiendo que todos en ese hogar pensaban igual.

Por eso siempre he tenido la idea de que los prejuicios, así como las mañas en la mesa o la forma de reírse, se heredan; por ende, en esta sociedad tradicionalmente conservadora, los gays jamás han sido bien vistos porque muchos creen que son anormales, raros, pero ellos son tan humanos como cualquiera y son más valientes que la mayoría: salir del clóset en una sociedad como la nuestra es cosa de valientes, eso es innegable.

Lo anterior para decir que no hay otro camino legal que darle a los gays los mismos derechos que a los heterosexuales, eso lo está entendiendo el mundo occidental y más temprano que tarde se va a dar la discusión en otros países y la conclusión va a ser la misma, que pueden casarse, que pueden tener familia así a usted no le guste, porque (si acaso el argumento es religioso) Dios manda en las almas de los feligreses y en las iglesias pero no en la ley civil y los Derechos Humanos proclaman que todos somos iguales. Eso no significa que por ser gay alguien vaya a ser buen padre, ni más faltaba, los habrá buenos y los habrá malos, pero según la ley los habrá. Así que es mejor que si a usted no le gusta se vaya haciendo a la idea porque, como dicen algunos, la igualdad es imparable.

No podría terminar esta reflexión sin mencionar dos cosas: primero, la falacia aquella de que un niño de un matrimonio gay se va a volver gay: muchos estudios dicen que no es cierto, al contrario, será un niño más tolerante, más incluyente. Curiosamente estos estudios de por sí ya tienen un grado de discriminación implícita: ¿acaso si la tonta idea de que la homosexualidad se hereda fuera cierta estaría mal tener más gays en el mundo? ¿Está mal que una familia “haga gay” a un niño pero no que lo haga católico, testigo de Jehová, machista o uribista?

La segunda cosa es una cuestión meramente práctica: si los gays adoptan habrá menos niños creciendo encerrados sin el amor de una familia. Por muchos prejuicios que usted tenga ¿no le parece mejor que ese niño que hoy duerme en un lugar muy parecido a una cárcel porque su familia heterosexual lo abandonó, tenga la posibilidad de vivir en el calor de un hogar que le brinde amor? ¿Tan malos son los gays que usted prefiere dejar a ese niño al borde del pandillismo? ¿Qué hacemos con ese niño cuando crezca y robe? ¿Lincharlo?

Twitter: @andresburgosb

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