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@hugoleonrojito

Siempre pensé que sentiría temor cuando recibiera la noticia. Traté de estar preparado para dar los mejores consejos porque no quería que él sufriera como yo. Pero a sus 15 años de vida, inevitablemente la noticia llegó.

¡Papá, tengo novia!, me dijo mi hijo con gran alegría. Entonces en ese momento vinieron a mi cabeza dos cosas. Una, consejos como «no pienses que el primer amor va a ser el único y con el que te vas a casar», «no abras de una tu corazón porque vas a sufrir», «cuando tengan que decirse algo importante háganlo personalmente y no por chats», “llámala y escucha su voz que eso es mejor que mandarse emoticones por Facebook», «a las mujeres les gustan preferiblemente los caballeros que abren la puerta, corren la silla y pagan la cuenta siempre en la primera cita», «se siempre respetuoso con ella», «es importante que sepas bailar», «preocúpate ahora más que nunca por tu presentación personal» y; muchos otros consejos que vinieron acompañados de dos regalos para él (un perfume y una caja de preservativos, por si las moscas).

Pero el otro tema que llegó a mi mente fue el de «mi primer amor», el que todos hemos tenido en esa edad de adolescencia. Ese que nos hizo sentir maripositas por primera vez en el estómago, ese por el que ahorrábamos de nuestras onces para comprar un peluche, una credencial (lástima que ya no se use eso), ese amor con el que rompimos ese cordón umbilical y fuimos solos por primera vez a cine, ese por el que sentíamos nervios en la entrada del centro comercial cuando teníamos una cita para comer helado.

Tengo que confesar que al iniciarme en esas lides del amor me fue como los perros en misa. Me ‘montaron los cachos’ y me hicieron sufrir todo lo que quisieron. Pero eso no me impidió ser lo que en mi casa me habían inculcado. Mi papá me enseñó a ser caballero y mi mamá a ser romántico. Eso hacía que fuera el más cursi de todos. Yo era de dedicar canciones de Franco De Vita pasando por toda la música de plancha y terminando en «Como abeja al panal» y «Estrellitas y duendes» de Juan Luis Guerra. Y aún más osado, llamaba a las emisoras para pedir la canción y que ella la escuchara.

Ni que decir del inicio de la rumba, que a propósito era más sana que la de ahora, porque las fiestas se realizaban en las casas de familia y los papás lo pasaban a recoger a uno. A los de mi generación nos tocó más difícil para conquistar a la niña que era de nuestro gusto. Bajarle la manito a la pareja (entrelazarla abajo me refiero) era un parto. Ahora el reguetón se tiró toda inocencia, preámbulo y romanticismo.

Afortunadamente después de dos malas experiencias a los 16 años,  llegó alguien que si me valoró y a la cual no le pareció cursi que le hiciera un grafiti frente a su casa con el título de una canción, en la que invertí un ‘jurgo’ de plata en tarjetas de Timoteo, a la que siempre le hacía visita en la sala de su casa y a la que considero el amor de mi vida; y mi verdadero primer amor.

Con el paso de los años ese sentimiento de amor se vuelve más realista, más práctico y menos soñador, pero mi hijo tendrá que empezar a recorrer ese camino y yo no podré hacer nada para que no sufra. Espero que le vaya mejor que a mi aunque yo también le haya inculcado los valores que me cultivaron mis padres.

Y ustedes, ¿cómo recuerdan a su primer amor?

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