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Hace poco se volvieron a reunir los disc jockeys de las emisoras juveniles que yo escuchaba en los años ochentas y noventas. Tito López, el Capi Romero Barliza, Gabriel de las Casas, Papuchis, Alejandro Villalobos, Andrés Nieto y otros más, en un experimento de un solo día al que llamaron «la zoomotora». Fue maravilloso para mí y creo que para los de mi generación volver a escuchar esas voces que nos acompañaban al colegio desde nuestros Walkman Sony y que nos arrancaban carcajadas sanamente (nada que ver con la radio juvenil de ahora que es pura basura y mal gusto).
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A partir de ese momento empecé a sentir nostalgia por todo lo que se veía en esos años, incluyendo las marcas de yogurt que nuestras madres nos empacaban en las loncheras junto al banano pecoso y el huevo cocinado que hacía que los compañeros se burlaran por el olor algo nauseabundo que salía de la maleta. Recordé también las cadenas de restaurantes de la época como La Perrada de Edgar, La Pizza Nostra y otras cuantas que lamentablemente ya han desaparecido. De la mano de esas añoranzas inevitablemente llegaban también recuerdos musicales y los sitios de rumba como Discovery Club o las famosas megafiestas de «reina de corazones».
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Pero ¿cuáles de esas marcas ochenteras perduran en el tiempo y se niegan a desaparecer? Deluchi pizza por metro se fue pero regresó con grandes brios y un concepto de restaurante para que se reencuentren los amigos, se tomen un trago y disfruten de una amplia carta. Tienen ahora show de meseros y se me antoja un ambiente agradable aunque hace mucho que no voy. Otros que también renuevan su imagen son los de Charlie’s Roastbeef; recuerdo mucho que su anterior eslogan era «la ventana al sabor».
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Esa misma nostalgia que me produjo «La Zoomotora» hizo que me reencontrara hace poco con el nuevo Charlie’s, y entrara sin pensarlo a degustar una buena hamburguesa, una malteada de frutos rojos y un delicioso pie de manzana con helado. Fue como devolver el tiempo y me sentí como en el merendero de Beverly Hills 90210, una serie juvenil que pasaban cuando tal vez los meseros que me atendieron ni siquiera habían nacido.
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Como ya me estoy volviendo viejo y hago amigos en filas de bancos y restaurantes, me puse a hablar con los empleados de Charlie’s y me contaron de una bonita obra social que están haciendo y que se llama «segundas oportunidades», en donde emplean a personas que estuvieron privadas de su libertad pero que ya cumplieron condena. Tienen convenio con la fundación de Johana Bahamón y me pareció bonito que le estén dando la mano a este tipo de personas para que puedan volver a trabajar.
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Recordar es vivir, y qué mejor que con una buena comida y una conversación que alimenta el espíritu. Definitivamente ya hablo como viejo y pienso que ¡todo tiempo pasado fue mejor! Los dejo, porque creo que este fin de semana me voy a rumbear a Full80s.

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