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Ese día me llegó una invitación vía correo electrónico; querían que asistiera en calidad de bloguero al lanzamiento del nuevo diseño de la página web de un importante medio de comunicación.
La cita era en un hotel al norte de Bogotá; llegué muy puntual y me hicieron ingresar a una pequeña sala de juntas en donde no cabían más de 10 personas, en donde se llevaría a cabo aquella reunión informativa. Empecé a identificar caras de otros invitados entre los que se encontraban periodistas reconocidos, columnistas e influenciadores de redes sociales; cuando de pronto irrumpió en aquel sitio una mujer de cabello claro, un sastre que se me antojaba era nuevo, tacones altos, manicure impecable, maquillaje perfecto y un perfume suave pero muy agradable que inundó el recinto.
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Su cara se me hacía conocida y me parecía que alguna vez la había visto en la televisión, pero no lograba identificar de quién se trataba. Cuando saludó su voz se me hizo familiar y la intriga de saber de quién se trataba crecía a medida que se desarrollaba la reunión. Cuando por fin nos pidieron el favor de presentarnos supe que era esa persona de voz profunda que trabajaba en La FM, y que tenía unas opiniones que a mí me gustaban. Me acordé que en alguna ocasión intercambiamos algunos trinos por el cariño que le teníamos al equipo del cual somos hinchas; y me quedé embelesado en esos ojos claros profundos de tan imponente figura. Compartimos lo que llaman ahora, un «desayuno de trabajo», escuché atentamente sus intervenciones y opiniones sobre la exposición que se hacía del nuevo estilo de la plataforma digital.
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Pasaron dos horas y entre camaradería y risas pude compartir con una mujer influyente, con credibilidad, con una imagen arrasadora (ahora entiendo por qué el exfiscal Montealegre se dejó deslumbrar) y de una conducta que parecía intachable. Pasó por mi pensamiento abordarla al final de la reunión para pedirle que se tomara una selfie conmigo, montarla en todas las redes sociales y chicanear con tan maravilloso encuentro. Hoy agradezco que la timidez no me dejó abordarla, porque hubiera sido fatal y estaría borrando las publicaciones.

Ese fue el día en que conocí a Natalia Springer Von Schwarzemberg, ese misterioso y escurridizo personaje, también conocido como Natalia Marlene Lizarazo García, o Tocarruncho, o como le quieran decir. Cuando se destapó su escándalo me negaba a creer lo que de ella se decía, me dio mucha tristeza que lo que yo había pensado se derrumbara de un solo golpe. Se veía una persona honorable y como dicen los cachacos, una señora regia y… ¡divinamente!

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