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Nací hace casi 48 años en el barrio Modelo de Bogotá, en el antiguo hospital infantil Lorencita Villegas de Santos; mis padres en ese entonces vivían en arriendo en una humilde casa en el barrio Quiroga, al sur de Bogotá. Luego, por el trabajo de mi papá nos trasladamos tres años a una ciudad pequeña en el Valle del Cauca (Palmira) pero regresamos al barrio Roma en la localidad de Kennedy. Con el paso del tiempo nos ubicamos en la localidad Engativá en barrios como Villa Luz y Álamos (donde ya pudimos adquirir casita propia). Y así he ido cambiando, pero siempre viviendo en Bogotá, o eventualmente en algún pueblito de la sabana que no quedara a más de una hora de la capital.

Los que me conocen saben que tengo una conexión especial con el mar; yo huelo el mar, yo sueño el mar, yo quería navegar ese mar, y hacer de tan noble labor, mi profesión haciendo parte de la Armada de Colombia. Con ellos llevo una muy buena relación después de contar la historia del porqué no pude ingresar a sus filas. Militares, directivos y jefes de prensa me han acercado a una institución que amo y me han permitido conocer al detalle el Buque Escuela Gloria, La Escuela Naval de Cadetes Almirante Padilla y la segunda brigada de Infantería de Marina en Buenaventura sobre el inmenso mar Pacífico.

Después de sobrevivir en una ciudad tan ruda, insegura, caótica, desordenada, y para nada amable con los que nacimos allá, pero también con los que llegan a buscar mejores opcionales laborales y de estudio, se me presentó una oportunidad laboral que me permitiría cambiar mi residencia y «despachar» desde cualquier lugar del país. Cuatro días me costó tomar la decisión, y lo único que tenía claro era que, lamentablemente, ya no quería estar en la ciudad que me vio nacer y a la cual tengo tanto que agradecer, pero que a la vez me ha decepcionado de cómo piensa, vota y dirige su destino.

Nadie como yo conoce a Bogotá, y considero que ya es un caso perdido, y que a sus habitantes les encanta vivir en el desorden, por lo menos eso dejan ver cuando van a las urnas a darle el mandato a personajes nefastos como Samuel Moreno, Petro y en la actualidad a Claudia López.

Ahora estoy aquí, escribiendo estas líneas y cumpliendo un sueño que ojalá sea duradero y mejore mi calidad de vida. Camino cinco minutos todos los días a eso de las 17:45 horas para ver ese atardecer en el mar que me pone nostálgico, que me arranca una sonrisa, que me hace respirar profundo y que me recuerda que las cenizas de mi madre se encuentran, por pedido de ella, en este inmenso Océano Atlántico, del que siempre he hecho parte. Es como visitar la tumba de la mujer que me dio la vida, a ella seguramente debo agradecerle por ponerme aquí, cerca de su recuerdo. Es lo que siempre había querido.

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