Relatos con situaciones de presión en las relaciones de pareja.
En la cama no se habla de gustos musicales
I
Cada mañana, cuando Patricia salía del baño con la toalla hasta el pecho comenzaba a peinarse para ir a la oficina.
Entonces Ricardo se quedaba arrunchado en la cama y la veía ponerse las tangas, el brasier, untarse el desodorante y desenredarse el cabello. Muchos hombres disfrutan del inofensivo fetiche de mirar a su pareja mientras se organiza para ir a la oficina. Lo mismo sucede con algunas mujeres que disfrutan de esa atracción cuando sus parejas se afeitan la barba.
Las mañanas en general eran tranquilas, hasta que cierto jueves a Patricia le dio por sintonizar en bajo volumen su canal de spotify, con una lista de música norteña.
A las 6:30 de la mañana, y entre el sueño y la pereza, y como en un sueño, Ricardo escuchó una partecita de La cruz de marihuana. ¿Qué le estaba pasando a Patricia? Entonces se incorporó. Ella ni se dio cuenta que lo había despertado, pero ya estaba casi lista, vestida y maquillada, toda mamacita, salió en chanclas y fue a la cocina con el celular en la mano y dejó los tacones al pie de la puerta. Luego fue a la cocina para prepararse el desayuno pero Ricardo seguía escuchando esa música.
Desde la cama, reconoció la letra de ese tema que dice:
Eso sí cuando te enteres
que traigo billetes verdes
me besarás como Judas
y me dirás que me quieres
porque yo sé que el dinero
es por lo que tú te mueres…
II
Ricardo no dijo nada, pero esa música le aterraba.
Su novia tenía derecho a escuchar lo que a ella le diera la gana. Al fin y al cabo esa era su casa y él tan solo un visitante. Aunque por esa época estaban de novios nivel: “somos pareja, yo vivo en tu casa, pero igual no me mudo y tengo mi casa también”.
En adelante, Patricia se volvió fanática de los corridos peligrosos. Incluso, se compró un sombrero para usarlo durante los fines de semana. Y había que verla en jeans y tacones con ese sombrero de caballista paisa.
A Ricardo, le resultaba espantoso que lo primero que tuviera en los oídos por la mañana fueran las percusiones de México, los estadios de toros y las letras con historias de capos y sicarios.
Entonces le dijo a su mejor amigo:
―Es muy bobo, lo sé, pero eso me pone de muy mal humor. Yo no tengo problema en que escuche esa horrible música, pero que la escuche cuando yo no estoy.
―¿Por qué no se lo dices?
III
Una mañana de domingo, haciendo el amor, Patricia estaba encima de Ricardo, y se quedó quieta por un momento. El hombre la miró extrañado. Ella estiró el brazo, agarró el celular y encendió el aparato y sintonizó un canal de corridos peligrosos y siguió en el asunto de amarse en la mañana.
Entonces sonaron un par de temas con canciones que a Ricardo le recordaban el desierto de Sonora, la frontera mexicana con Estados Unidos… pensaba en los toros, las corridas y los cuernos.
Al terminar, Ricardo le preguntó por qué estaba tan obsesionada con esa música.
―Yo no te digo nada porque escuchas ese rock tan maluco.
―Pero yo no lo sintonizo cuando hacemos el amor.
Entonces comenzaron a discutir. Ella no quería dejar de escuchar sus corridos peligrosos y el hombre no los toleraba. Entonces fue el comienzo del fin.
En la cama no se habla de gustos musicales.
FIN.
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