Agarrar el celular de la mesita de noche es el primer ejercicio que hacemos cada mañana, nos quedamos un rato ocupando esos cinco minuticos más en el grandioso mundo de las redes sociales porque nos gusta ver qué dice la gente, las noticias, o simplemente porque hacen parte de nuestras vidas.
Acto seguido saludamos a nuestros seguidores (Sean muchos o pocos hay que saludar) hacemos un comentario sobre el clima o la pereza que tenemos de levantarnos y estamos listos para comenzar un nuevo día.
De ahí para adelante, incluso desde el momento en que salimos de la ducha, revisar el celular se convierte en un movimiento tan natural como caminar y cada vez que el tiempo nos da la oportunidad, sacamos el teléfono para ver qué están diciendo en las redes.
Ojo. no estoy diciendo que TODOS hagamos lo mismo… Pero aceptémoslo, la mayoría sí.
Y es que en las redes sociales pasa de todo todos los días, noticias falsas por doquier, gente vendiendo cosas, videos de robos en todas las modalidades, escándalos, golpizas, mentiras, memes, mensajes inspiracionales, religiosos, políticos locos, fans de esos políticos, mequetrefes sin rostro, perros, gatos, bebés, música, comida y hasta pornografía que ya adoptamos como paisaje.
Pero no hay nada que mueva mas las redes sociales, no hay nada que logre nuestra mayor participación activa o pasivamente que cuando nos unimos para hacer famosa o famoso a cualquier parroquiano desprevenido que disparó a la loca alguna barrabasada que su subconsciente creyó correcta pero para las redes sociales fue una mentada de madre general y sin vuelta atrás.
Ahí si nos ven indignados y vamos con toda contra de lo que conocemos decentemente como un «comentario impopular». Leemos atentamente, analizamos con odio y reaccionamos con el montón (porque desde ahí es más cómodo).
Y después de llenarnos de indignación y a punto de explotar en palabras hirientes contra el payaso en cuestión tomamos la decisión más inteligente que se nos ocurre. ¡Lo seguimos! nos hacemos seguidores fieles, de odio pero fieles como borregos del montón.
Y para que acabe de afinar y aprenda su lección replicamos su contenido y que el mundo se entere de lo miserable que es no sin antes darle la última estocada… Un «Me gusta» para demostrarle que no nos gustó lo que dijo y que no estamos de acuerdo.
¡Somos unos justicieros! Los mejores defensores del la turba… Unos animales.
Me pregunto qué pasaría si hiciéramos o contrario, si en vez de seguir dejáramos de hacerlo, si diéramos nuestra opinión sin replicar esos contenidos, y si dejáramos en el olvido a esas personas que tanta indignación nos causan…
¿Qué pasaría?
Diego Mauricio Pineda
Comentarios