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¿Cómo es posible que frente a todo lo que ocurre en Venezuela, organizaciones como la OEA, cuyo principal mandato es proteger la democracia y la libertad en la región, responde diciendo que no pueden interferir en los “asuntos Internos” de ese país? ¿Es tal el temor que le tenemos a Maduro y su régimen que ningún estado, con la excepción de Estados Unidos que ha impuesto algunas sanciones, se ha atrevido a condenar enérgicamente lo que está ocurriendo? Solo tímidos pronunciamientos pidiendo el respeto a los derechos de los demócratas en prisión. Ese silencio parece ser cómplice del régimen y sus intenciones de acallar todo aquel que intente abrirles los ojos a Venezuela y al mundo.

Lo que ocurre En Venezuela salta a la vista como, en el mejor de los casos, un gobierno incompetente que es totalmente incapaz de sacar el país de la crisis en la que lo ha sumido, y que por ello debe ser reemplazado por las vías democráticas. En el peor de los casos es una dictadura que tiene como único objetivo mantenerse en el poder y controlar el aparato económico, político y militar del estado. Frente a estos escenarios latinoamérica debería reaccionar en apoyo al pueblo venezolano y su democracia, pero no lo hace… Se me ocurre entonces que hay otras razones para ello, razones políticas y de conveniencia

Es evidente que el régimen de Maduro se ha convertido en la piedra del zapato de la región. Los antiguos aliados del chavismo se han ido alejando. Solo basta con mirar a Cuba, ejemplo de la revolución bolivariana, ya reestableciendo sus relaciones con Estados Unidos. Bolivia, Ecuador, Brasil, Argentina y hasta Nicaragua se distancian cada vez más de su aliado y simplemente parecen esperar que el régimen se derrumbe. Ninguno quiere pronunciarse a favor o en contra de lo que ocurre porque no quieren verse como antagonistas de un régimen del que dependían y al que juraban total lealtad, pero tampoco quieren verse afectados por su caída.

Colombia está en una posición más compleja. Venezuela ha sido quizás su mayor dolor de cabeza y nada sería mejor que la revoluciónbBolivariana desapareciera con todos sus apoyos a la guerrilla y sus intervenciones directas en la política Colombiana, pero el presidente Santos tiene a Maduro como una de los principales fichas en su proceso de paz con las FARC, así que pronunciamientos en contra de Maduro pueden convertirse en complicaciones en La Habana, algo que Santos no quiere permitir. De igual manera está esperando que Maduro solito, se auto-derroque, así ahora este expresando su intención de servir de mediador entre las partes.

Lo delicado de no actuar o por lo menos de no prepararse para los posibles escenarios en los que la crisis Venezolana podría desenvolverse es precisamente que podríamos tener un estado fallido, una guerra civil o una dictadura ya abiertamente declarada en nuestra región, algo que ya parecíamos haber superado. Las consecuencias serían mucho más dramáticas que en el pasado y el régimen de Maduro parece estar dispuesto a lo que sea necesario para mantener el poder.

El mundo ha reaccionado con más vehemencia que la región frente a lo que ocurre en Venezuela. Esto es un síntoma más de nuestra conciencia nacionalista y no supranacional, de nuestro poco sentido de región y peor aún, una muestra clara que nuestro compromiso con la democracia no va más allá de nuestras fronteras. No quiero decir que en otras regiones del mundo sea diferente, pero los latinoamericanos, que siempre hablamos de hermandad y tenemos más organismos de integración que cualquier otra región del mundo, nos habíamos quedado siempre en las declaraciones y con pocos hechos que mostrar. Esta vez, ya ni declaraciones estamos haciendo y el “hermano” pueblo venezolano se acerca más al abismo, y a sus “hermanos” en la región poco o nada parece importarles.

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