El martes 8 de marzo de 1.994, una buseta afiliada a la empresa Conalmicros se incendió en la calle 67 con carrera 9 en Bogotá, por una peligrosa manipulación de su conductor, al intentar encenderla nuevamente echando gasolina directamente sobre el carburador. El trágico episodio dejó 13 muertos.
Cuando las autoridades competentes investigaron a la empresa, ¡Oh sorpresa!, la buseta no contaba con sus papeles en regla, entre otras irregularidades. En ese mismo caso, de otros tantos, el Gobierno Distrital y Nacional anunciaron la famosa frase: ¡Vamos a tomar medidas! para evitar que estos accidentes ocurrieran nuevamente.
Se exigió que todas las busetas de servicio público contaran con puerta trasera, porque una de las causas que generó tan terrible cantidad de muertes fue que la buseta no contaba con esta puerta. Y la medida, al parecer, funcionó por unos meses. Hoy, casi 20 años después, aún vemos algunas de estas busetas circulando con una sola puerta, incumpliendo la ley y arriesgándose a que ocurra nuevamente otro desastre.
Ahora el escenario es diferente: Medellín. Se derrumbó una torre de apartamentos del edificio Space. Otra torre tendrá que ser demolida por fallas en su construcción. Y parece ser que las demás también corren peligro. Son cinco torres además de la derruida.
Aparece, nuevamente, el Gobierno Nacional, en cabeza de su presidente, ministros y gremios como Camacol, entre otros, con la misma trillada frase ¡Vamos a tomar medidas para que esto no se repita! Entonces nos preguntamos ¿Por qué no se tomaron medidas antes? ¿Tiene que haber muertos para reaccionar? ¿Qué pasó aquí? ¿Por qué se lavan las manos? – serían los perfectos protagonistas de comerciales de jabones lavamanos- porque en estos casos son los primeros en salir ante los medios a lavárselas. “Vamos a abrir una investigación”, declaran. Le preguntan a la presidenta de Camacol y dice: “Es un hecho aislado”. Claro, apenas son dos muertos y nueve desaparecidos. Pequeneces.
Muy en el fondo nos damos una triste idea de qué pudo haber pasado, en especial por el país en el que vivimos. País de: Yo no fui.
Las investigaciones comienzan a mostrar las primeras irregularidades en la construcción del edificio. ¡Qué raro! Se habla sobre la incompetencia profesional del curador a cargo, fallas en la estructura principal del edificio, baja calidad en los materiales, o que el edificio fue aprobado sin el visto bueno de las autoridades pertinentes. Aun así, la constructora entregó apartamentos y sus felices propietarios estrenaron y amoblaron.
La estructura principal del edificio estaría tan débil como la regulación de los organismos de control. La presión del poderoso sector privado constructor hizo que la frágil regulación también se derrumbara, y se otorgaran las licencias y demás permisos para que lo construyeran. Todos confiados en los grandes empresarios de la construcción.
Muchos colombianos tienen la equivocada percepción de que como los proyectos están en manos de ‘prestigiosos’ empresarios, no hay por qué dudar. A ellos el profesionalismo, la calidad, la ética y la transparencia les brota por sus venas. ¿Les recuerdo los casos de Riopaila, InterBolsa, Drummond, Indupalma, Grupo Nule, Mónica Semillas? ¿Sigo? ¡No qué pena con los ilustres ‘doptores’!
Comienza el juego de pasarse la pelota. Que la Alcaldía, que la Curaduría, que la constructora. Entre todos se la lanzan para ver quién fue. Nunca saldrá alguien a decir: “Fuimos nosotros. Aceptamos el grave error, y asumiremos todas las consecuencias civiles y penales a que haya lugar”.
Asimismo, no veremos un Estado exigente con los constructores, pues ellos también financian campañas y ponen votos. Hasta presidentes ponen. Pero vaya usted y quiera sacar un título minero siendo un minero artesanal u otro tipo de pequeño negocio. La cantidad de burocracia es monumental. Salvo, claro está, que usted sea amigo del alcalde, del ministro, del presidente.
Soy partidario de que la naturaleza y el desarrollo sí pueden convivir. Pero el desarrollo en manos de políticos y empresarios oportunistas y ‘abejorros’ tendrá muchos derrumbes y muchas tragedias.
¿Cómo viven esos empresarios que hacen dinero sin importar que otra gente sufra tragedias o simplemente se muera? ¿Si pueden dormir?
La muerte, pacientemente, esperará la próxima tragedia.
¡QUÉ LEJOS ESTAMOS!
Sobre el autor de este blog:
LuisÉ Quintero
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