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Parece ser que el canal premium de fútbol no tiene reversa y obviamente las voces en contra se han alzado porque los únicos que parecen estar  a favor son los dueños de los equipos y los que se van a meter la mano al bolsillo.

No han faltado los sondeos y las encuestas, que en el fondo no son más que demagogias chimbas porque preguntar si quieren que le cobren por ver Jaguares vs Patriotas, es lo mismo que preguntar si quieren que le suban los impuestos.

Todos se rasgan las vestiduras, porque existe la  falsa creencia que el fútbol es una democracia. Y no. El fútbol, aquí y allá, es un negocio de privados, que nos venden como un deporte nacional cuando les conviene. Y acá, somos tan tontos que nos matamos por Millos o por Nacional, que puesto en perspectiva, es casi tan  absurdo como darse en la jeta por Ecopetrol o por Bavaria. Que se sepa, no hay barras bravas de EPM o el Grupo Éxito.

“A medida que el deporte se ha hecho industria, ha ido desterrando la belleza que nace de la alegría de jugar porque sí. El fútbol profesional condena lo que es inútil y es inútil lo que no es rentable”.

 Eduardo Galeano

En esa medida, cada quien le pone precio a su producto, como mandan las reglas del capitalismo en el que vivimos y le meten mercadeo y mentiras  para captar incautos y para quienes el producto nunca será caro. Como hacen los Raush, los dueños de Tostao o los de la tienda de la esquina.

Que el fútbol acá es muy malo – que lo es- es algo subjetivo pero es el mismo argumento que utilizan los colados de TransMilenio: que como el servicio es pésimo – que lo es-  pues no hay que pagar. Pese a todo, conozco amigos que son capaces de verse hasta cinco partidos cada fin de semana, ser hinchas del Barcelona, de Millos y del Pasto en un claro caso de trashumancia futbolera, oír El Pulso del Fútbol en plena decadencia, atender esos remedos de espacios de radio que transmiten por tv y verse todos los programas donde aparece César Augusto Londoño, que no son pocos. Seguramente es que somos masoquistas o muy desocupados.

Que el fútbol sea gratis es como pedir que los bancos no nos cobren. Además siempre ha sido pago. Desde 1948, que llegó el fútbol profesional a Colombia, los aficionados han tenido que pagar por ir al estadio. Lo que sucede es que las tribunas se han ampliado y de las frías gradas de cemento se ha pasado  a los televisores 4K, Internet y a las aplicaciones móviles. Ir a ver la final de la Champions, vale un dineral, pero el que quiere y puede, va. Los que no, se pegan a ESPN, a Fox o a Directv, que igual se pagan. Los otros, los que no podemos, nos hacemos invitar o simplemente vemos los resúmenes de los goles y nos imaginamos el resto.

El fútbol siempre ha sido pago. Lo que pasa es que las tribunas se crecieron.

Puede ser odioso decirlo, pero el fútbol es la máxima expresión del capitalismo salvaje y por eso Cuba y China no son potencias futboleras. Si el fútbol reinvirtiera un porcentaje muy pequeño de sus ganancias, se acabaría el hambre en el mundo, Maduro pagaría la deuda externa de Venezuela y hasta tendríamos  para dos o tres sobornos de  funcionarios de la rama judicial. En este deporte todo vale y por eso hay tanta trampa y también, todo cuesta, por lo que todo tiene que ver con dinero.

No nos metamos mentiras, los que más alegan hoy, serán los primeros que pagarán esa platica, aunque tengan que descuadrar el presupuesto familiar. Yo paso, porque la plata que no tengo, me la gastaría en otras cosas.

Los que no podamos o no queramos anotarnos a ese engendro, jugaremos parqués y comeremos dulces y paletas, porque por falta de fútbol, como por de falta de  amor, nadie se ha muerto. Hasta ahora.

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