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En seis años, los aficionados pasaron de ver al colombiano como un crack total a un fracaso que no es capaz de convertir en oro todo lo que toca.

La fama es una amiga efímera. Hace apenas unos años vimos a James salir goleador de Brasil 2014. Fichó por el Real Madrid, en donde fue de más a menos y nunca pudo encontrar su lugar en el equipo de Zinedine Zidane. Pasó por el Bayern, club que le dio nuevas alas, pero el colombiano no se sintió cómodo con su vida en Alemania y volvió a España. Intentó salir, pero el Madrid no lo dejó y un año después está a puertas de fichar por el Everton inglés, que salvo sorpresa lo anunciará estos días como nuevo jugador. Perdedor, le llaman mucho, a pesar de que lleva años luchando entre los mejores del mundo.

Con su salida del Real Madrid, los comentarios fatalistas de la afición hacen pensar que James Rodríguez fichó por el equipo con el que yo jugaba fútbol 5 los domingos antes de la pandemia. Lo sentencian de fracasado por elegir caminos diferentes a los esperados, por no ganarse un balón de oro ni consolidarse en una de las mejores plantillas del mundo.

Olvidan que James logró llegar a la cumbre del fútbol y, entre cientos de miles de futbolistas profesionales, pudo jugar para dos de los cinco clubes con más historia y títulos en Europa. Fue importante en las rotaciones que permitieron al Real Madrid ganar Liga y Champions en 2017 y hace parte de los mejores jugadores colombianos de la historia.

Cometió bastantes errores. Decir lo contrario sería una locura y contradecir lo que quiero decir. James Rodríguez es imperfecto, es humano y tiene momentos bajos. Pero eso no lo vuelve un desastre, un fracasado y mucho menos un mal jugador. Existen los puntos medios y aunque el colombiano ya no será jugador de un campeón de Champions, formará como titular en un equipo de la Premier League, el mejor torneo local del mundo.

Quizá le suceda como a Falcao, que tras dos años difíciles ganó la Ligue 1 con el Mónaco frente a un Paris Saint-Germain poderoso y llevó al equipo del principado a semifinales de la Champions con goles y gestión de capitán. Basta con un par de meses de buen juego con el Everton para que la fama, amiga efímera, vuelva a visitar la puerta de James.

La historia de hoy es con el mediapunta colombiano, antes fue con Falcao y otro día será con otro. Muchos aficionados suelen mirar el panorama en blanco y negro. Un jugador es el mejor o no es nadie. Es una guerra perdida contra ellos. Sin embargo, aprovecho para decir que, a pesar de no ser Messi ni Cristiano, James sigue siendo un gran jugador de fútbol.

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Lionel Messi cerró la novela sobre su posible salida del Barcelona. La entrevista en la que revela su decisión de quedarse deja mal parado a Josep Maria Bartomeu, presidente del club. Messi manifestó hace meses que quería irse y, conforme dice su contrato, podía salir del club este verano si así lo deseaba. El Presidente había dicho que el jugador argentino se había ganado ese derecho, pero cuando Messi lo ejecutó, Bartomeu incumplió su palabra. El futbolista solo se queda por evitar un litigio y por respeto al club que ama. La directiva culé vuelve a hacer el oso.

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