Colombia perdió la organización de la Copa América por problemas de orden público y Argentina renunció por pico de pandemia. Brasil tiene ambos líos y será anfitrión.
¡Copa América en Brasil! ¡En Brasil! El segundo país con más muertos por covid-19, que preside el extremista de derecha Jair Bolsonaro, recibe el torneo continental durante una crisis social por el mal gobierno de su ejecutivo. La Conmebol apartó a Colombia como organizadora por un tema semejante, mientras que Argentina renunció a ser local por el pico de pandemia que enfrenta. La Copa aterrizó en tierra carioca, que sufre ambos problemas. El fútbol sudamericano, que hace años perdió jerarquía frente al europeo, hoy tiene un torneo errante, mal organizado y que debería buscar un espacio menos pretencioso para jugarse. No es momento de celebrar una Copa con todos sus juguetes.
Apoyo la decisión de retirar a Colombia como organizadora, pues el país vive una crisis social. Organizar un evento de esta magnitud opacaría un debate necesario en la sociedad o generaría un descontento que podría acabar en más violencia. También respeto la renuncia de Argentina, cuyos esfuerzos (como los de todo el continente) deben estar enfocados en atravesar el pico de contagios por covid y vacunar a la población. Con los argumentos que apartaron a los dos países de ser anfitriones, asignar a Brasil como nuevo local fue condensar todo en un mismo lugar y entregarles el problema de los colombianos y los argentinos a los brasileños. Como respuesta lógica, en los últimos días hubo marchas en Brasil para rechazar, entre otras, la decisión de Bolsonaro de recibir la Copa América. Incluso, el presidente tuvo problemas para encontrar cuatro ciudades cuyos gobiernos recibieran el evento.
Ayer, en conferencia de prensa, el seleccionador de Brasil, Tite, confirmó que algunos de sus jugadores están en contra de que el evento se organice en su país. El actual campeón de la Copa América enfrenta hoy a Ecuador por las Eliminatorias a Catar 2022 (otro evento que no está exento de polémica) y al momento de escribir esta columna no es claro si el seleccionado de Brasil realizará una protesta dentro del campo. El mayor atractivo del torneo son sus jugadores y, si el grupo que estaría capitaneado por Casemiro decide plantarse en contra de la Conmebol y Bolsonaro, más futbolistas de peso de otros equipos podrían negarse a jugar. Ojalá la negativa de los protagonistas ponga contra las cuerdas a La Conmebol y la obligue a posponer el evento. Es una decisión que, en principio, se podía evitar, pero las malas gestiones llevan a malos resultados. Hoy la única alternativa coherente es suspender y alejar la Copa de un país que no está en condiciones de recibirla.
Ya es mucho el esfuerzo que hacen los jugadores a nivel profesional como para meterlos en un evento terriblemente organizado. Basta ver el bajo nivel de los partidos de Eliminatoria, muy lentos y pausados, para entender que a la Copa América muchos llegan con 50 partidos de temporada. Algunos ganan bastante dinero por ello, y otros lo justo para vivir. Por participar en la Copa reciben una prima simbólica y el orgullo de representar al país, pero si la Conmebol pretende explotarlos de esa manera a final de temporada, al menos deben organizar un torneo digno en un espacio que valga la pena.
Si veo la Copa América, será por ellos, que no son culpables de la política desastrosa del fútbol sudamericano, pero veo venir una organización peor que aquella denunciada por el público y los periodistas en 2019. No creo que veamos un torneo que destaque por el fútbol y quizá la Conmebol tenga que lidiar con la negativa de los futbolistas a participar del evento. En el mejor de los casos, la Copa no se jugará, pero con la fecha del inicio tan cerca es muy difícil darle la vuelta. Si la Conmebol fue capaz de poner el torneo en un país como Brasil, la situación es de desespero. Seguro los números económicos no son los mejores, pero ese problema tiene causas más allá de la pandemia. Haber estudiado antes.
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