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Por: Javier Baquero – Jaba
De: Crotaurinos

Lleno en la Santamaría para ver el debut como ganadero del más importante torero de la historia de nuestro país. Tres orejas cortó nuestro maestro. El fandi dejo ilusión en la retina con los pares de banderillas que colocó y Talavante se fue quedando en deuda con la afición capitalina.

Por fin llegó el día anunciado por la Plaza de Toros de Santamaría, en el que el Maestro César Rincón debutaría como ganadero y lidiaría sus propios astados. Trajo ocho ejemplares para cumplir con el importante compromiso, seis saltaron al ruedo uno fue excepcional, otros bravos y encastados y en general todos de buena lamina, trapio, edad y peso.

En el cartel estaban también los nombres de Alejandro Talavante, quien confirmaba la alternativa y David Fandila “El Fandi”, torero conocido en la plaza bogotana. Hablemos primero de Talavante. En su primero dejo ver destellos de torero importante, se arrimo a más no poder frente a un ejemplar que se paro y no embestía, en esos momentos el público se rompió las palmas aclamando al debutante español, la verdad estuvo bien y gusto en este, mató de ¾, pero el respetable se enfrió y tan solo aplaudió la partida del ejemplar de las Ventas del Espíritu Santo. En el segundo escucho música, acordes que fueron protestados por los aficionados al no ver nada que ameritara el premio en el centro del ruedo, se descompuso y pincho en repetidas ocasiones.

En lo que tiene que ver con “El Fandi” demostró el porque de su inclusión en los carteles de la primera plaza del país. En el primero, el único que le sirvió estuvo bien con el capote, grandioso con las banderillas y bien con la pañosa. En su segundo la cosa fue corta por culpa del astado que no colaboró en lo más mínimo, únicamente dejo estar a gusto al torero con las banderillas, que nuevamente fueron acompañadas con las palmas de los asistentes.

Ahora si hablemos de Rincón, el “grande”, el maestro, el que se marcha en un año de los ruedos del mundo, el que conoce las distancias y el que como ganadero también ocupa un importante sitial. Si, Rincón vino a Bogotá luego de una fuerte golpiza que recibió en ruedos venezolanos el día sábado anterior, sin embargo, esto no hizo mella para que el bogotano dejara brotar de su figura la torería que lo encumbro como primerísima figura. En su primero un toro que era tardo y por el que muchos, y me incluyo, no daríamos un duro, construyó una faena de esas que hacen aficionados de por vida, le encontró la distancia justa, lo toreo por derecha y por izquierda, la verdad no se cuantos muletazos le ejecutó, lo que si puedo decir es que fueron largos, mandones, de gran envergadura, como para afiche de toros. Transcurrida gran parte de la faena el público empezó a solicitar el indulto del toro Comandante, que había pesado en la bascula 474 kilos, es decir nada atacado de carnes, y que tenía bondad, presteza luego de conocer el camino, que peleo en los montados y que tuvo todo el fondo del mundo, Rincón fue a las tablas y reclamó la espada de matar pero desistió del intento cuando la plaza incrementó la petición, siguió toreando por los dos pitones y decidió entrarse al callejón y dijo a los medios de comunicación “que me toquen si quieren los tres avisos y que me multen pero yo no mato a un toro tan bueno como este”, luego el torero de Fátima, regreso a la arena a seguir toreando.

Pasaron los minutos y el palco alto, a cargo del doctor Orlando Garcíaherreros, tomó la absurda decisión de hacer sonar un aviso. Aviso que fue y es totalmente irreglamentario y que se convierte en un desacato frontal a lo preceptuado por la Ley, es decir por el Reglamento Taurino Nacional, nunca se podría haber hecho sonar el clarín por cuanto en ningún momento se señalo ni siquiera un pinchazo, requisito básico y único para empezar a contar los seis minutos de los avisos reglados. Finalmente, Rincón con los ojos llorosos entró a matar en contra de su voluntad y dejo una estocada en todo lo alto. Su labor fue premiada con las dos orejas, trofeos que dejo en el callejón y que no paseo por la arena bogotana. El toro mereció los honores de de la vuelta al ruedo.

En el cuarto Rincón repitió la dosis de maestría y cortó una oreja a un toro de menos condiciones.

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