Para enfrentar la crisis por la elección del ‘Gatico’ y demás, se propone asignar los dos escaños a los territorios colectivos y crear incentivos a los partidos para incluir a líderes negros.
Por Daniel Mera Villamizar*
Hechos y problemas prácticos observados en los recientes comicios fortalecieron el consenso sobre la necesidad de reformar la circunscripción especial que otorga dos curules a las comunidades negras en la Cámara de Representantes.
Sin embargo, hay razones de fondo más importantes para hacer esa reforma, cuya discusión podría ayudar a corregir el error original del diseño de las curules: creer que los colombianos negros son, y deber ser tratados, como los indígenas.
Para acotar la ficción de la población afrocolombiana como un grupo étnico, se propone asignar tales escaños a candidatos y electores habitantes de territorios colectivos, y, a cambio, para aumentar la diversidad en la política colombiana, se propone crear incentivos a los partidos para que incluyan en sus listas a líderes de grupos poblacionales tradicionalmente subrepresentados, como los que se hundieron en la reforma política de 2009.
Duplicando el tarjetón
Los electores encontraron que la mitad del tamaño de los tarjetones para Cámara correspondía a numerosas casillas de listas afros, que duplicaban el paisaje desorientador para votar. Mientras en Bogotá, por ejemplo, 13 partidos se disputaban 18 curules, los ciudadanos asistieron al espectáculo de 67 organizaciones de negritudes tras 2 curules. Y así en todos los departamentos.
Los cuadernillos guía de la Registraduría contenían mayormente los logos y las fotos de los 169 candidatos a estos escaños. En 2006 fueron 29 listas, pues inscribirse es muy fácil. Para el 2014, por costos y cierta consideración con el elector, no debería repetirse el fenómeno.
Gatico inesperado
El resultado más vistoso fue la elección de un político de Sucre, pupilo de la empresaria conocida como ‘La Gata’. Pero igual de sorprendente es que el Ministerio del Interior haya reconocido como organización afro al Movimiento Popular Unido, MPU, creado por el ex congresista Carlos Abadía para otros complicados fines. Así pudo el ex senador Juan Carlos Martínez promover a uno de sus hombres, Heriberto Arrechea.
Si éste no gana la segunda curul afro, será para un ex alcalde blanco de El Charco, Nariño. La tercera lista más votada la encabezó un líder sindical de Urabá, que no es negro. Sencillamente, hizo crisis un diseño fruto de la condescendencia y la confusión en el tema afro, que le hace poco bien a la población que pretende beneficiar. Añádase que en los comicios locales los «partidos étnicos» hacen feria de avales
Iguales, no diferentes
La Constitución de 1991 fue clara, pero por el camino se llegó a otra idea. El artículo 55 transitorio ordenó una ley para reconocer a «las comunidades negras que han venido ocupando tierras baldías en las zonas rurales ribereñas de los ríos de la Cuenca del Pacífico, de acuerdo con sus prácticas tradicionales de producción, el derecho a la propiedad colectiva». También para proteger su identidad cultural y fomentar su desarrollo económico y social.
¿Cómo pasamos de unas comunidades específicas a hablar de todo el país? Por la rendija de un parágrafo que extendió su aplicación «a otras zonas que presenten similares condiciones», y por la visión de la comisión consultada para expedir la Ley 70 de 1993.
Llevaban 180 años largos los negros, mulatos y morenos luchando por ser iguales, y de pronto los quisieron volver «diferentes», un «grupo étnico», para satisfacción de unos académicos y activistas a los que les dejaron «ése tema tan jarto» para la dirigencia nacional.
Escaso voto étnico
Los ciudadanos negros o afros, sin embargo, siguieron votando sin criterio étnico-racial. Esta vez, como en el 2006, los más caracterizados líderes de negritudes no pasaron de 8000 votos, descontando a los dos actuales congresistas. En el Chocó, por ejemplo, no se inscribió ninguna lista de «comunidades negras», pero en Cundinamarca lo hizo el 38% de los candidatos. El Valle del Cauca, con 28% de población afro, tuvo 0,04% de votación en esta circunscripción especial.
La participación total subió de menos de 100 mil sufragantes en 2006 a más de 500 mil, jalonada por la duplicación del número de listas, las votaciones «atípicas» en Sucre (¡45.000!), Cauca y Urabá, y más de 121 mil votos en blanco. La conclusión es que el «voto étnico» es extraño a la cultura política colombiana. Lo que no invalida la observación que hiciera Carlos Lleras Restrepo sobre Diego Luis Córdoba (1907-1964): que manejaba con habilidad el tema racial. Una habilidad que se perdió.
La reforma
Si se valora que en cada Congreso suele haber alrededor de 10 parlamentarios negros, desde antes de la Carta de 1991, la cuestión va más allá de los dos escaños «étnicos». Se trata de cómo aumentar la representación simbólica de la población afro en el Congreso, integrando a los partidos nacionales las energías políticas expresadas en la circunscripción especial.
En primer lugar, hay que devolverle a ésta la letra y el espíritu de la Constitución: que elijan los ciudadanos de las más de 300 comunidades negras con títulos colectivos de tierras en Chocó, Cauca, Nariño, Antioquia, Risaralda y Valle del Cauca, de entre candidatos residentes postulados por un tercio de los consejos comunitarios. Es una población que va de 300 mil a 400 mil habitantes, menos del 10% de los afrocolombianos.
En segundo lugar, para no frustrar a los demás aspirantes afros a congresistas, que viven en las grandes ciudades, dar incentivos de financiación adicional a los partidos más sensibles a la diversidad en sus listas, puede ayudarles en la competencia, lo mismo que a las mujeres.
En cualquier caso, es bueno recordar que cuando el ‘negro’ Luis A. Robles representó a «medio país» en el Congreso en 1892-94, no había necesitado de circunscripción especial. Es hora de repensar el tema, sin condescendencia.
* Una versión corta de este artículo fue publicada por El Espectador, edición del 27 de marzo de 2010, pág. 24.
**Directivo de la Fundación Color de Colombia
Esto de las curules por las negritudes, se ha tornado en un punto más de vender al mejor postor ese aval: en Santa Marta, Magdalena, por ejemplo, se dió el caso de una persona profesional, codueño de una IPS, quien anduvo errante, por el Polo y por todos los partidos buscando un aval, en unos no lo recibieron, en otros le exigían mucho dinero; pero en las negritudes lo aceptaron por poco dinero, lo peor del caso es que hace parte de un clan que como patronos deja mucho que desear y lo peor… ¡ni siquiera negro es!
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es evidente que a la cultura afro le falta organizacion, qps no puede analizarse de igual manera que la situacion de los indigenas, ps «las condiciones culturales» que rodean a la primera no les permite tener una buena administracion en cuanto al acceso a las instituciones públicas.
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Y cómo se explica el medio millón y pico de votos del total de tales listas? de dónde salieron tales votos? quién está detrás de tantos candidatos?
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