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Un pueblo que quiere la paz y pide al Gobierno ayuda inmediata para reparar los daños materiales del atentado de las Farc. Estuvimos en la marcha.
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Por Gina Betancourt, de la redacción del periódico El Norte (del Cauca), de próxima aparición. Reportaje gráfico de Nathaly S . Zapata
Las acciones terroristas del pasado dos de febrero y la marcha por la paz del siete de febrero marcaron la historia de Villa Rica, que por primera vez en trece años es víctima del conflicto armado en Colombia.
Desde muy temprano niños, madres y familias enteras se conglomeraron en el parque Félix Ángel Colorado para  mostrar ante Colombia y especialmente ante los grupos subversivos la insignia «somos un pueblo en paz, queremos vivir en paz».
Los actos terroristas, cometidos por el sexto frente de las FARC, fueron el motivo para que familiares de las víctimas, la comunidad villaricense, consternada por el terrorismo y habitantes de Puerto Tejada, Guachené, Miranda y Caloto se unieran para recorrer las calles del municipio, clamando por el fin de la violencia.
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Desde las diez del mañana hasta horas de la tarde cerca de ocho mil personas con banderas y camisas blancas marcharon, simbolizando con una sola voz el deseo por la paz. Las canciones con mensajes de «abajo los violentos, arriba la paz», animaron la movilización.
«Hoy cumplimos 13 años de vida municipal, pero estamos de luto por culpa de los violentos», recalcaban varios habitantes en medio de su dolor y repudiaban las acciones terroristas de los grupos armados ilegales, que durante  60 años han afectado a la población civil.
James Guillermo Mina, alcalde de Villa Rica, estuvo presente como portavoz de las dificultades del municipio.
Las devastadoras consecuencias del atentado obligaron a solicitar ayuda inmediata al presidente de la República para reconstruir las 100 viviendas afectadas y reponerse de los tres mil millones de pesos en pérdidas materiales.
Las fotografías de las víctimas mortales encabezaron la movilización. Familiares, amigos y toda una comunidad ofrecieron un minuto de silencio para honrar a las siete almas inocentes.
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Eider Adolfo Carabalí Mina, amigo del menor asesinado Yerilton Enrique Viáfara,  recordó la alegría y entrega del deportista de once años.
Y agradeció el apoyo por parte de la población a los familiares de las víctimas, tras la masiva asistencia a las exequias, y el acompañamiento psicosocial por medio de la administración municipal.
Wilson Possu, familiar de otra víctima mortal, recalcó durante la marcha el temor de los habitantes de Villa Rica, que por primera vez en trece años sufren los efectos del terrorismo.
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Possu,  en medio de su dolor, invitó a los miembros de las FARC a abandonar las armas y retornar el mundo de la legalidad.
Las instituciones educativas de Villa Rica y veredas también dieron el grito de paz. La muerte del menor Yerilton Viáfara estimuló a centenares de menores a  reclamar por el respeto a sus vidas y el fin de la victimización en conflictos armados.
Aunque varios docentes apoyaron la iniciativa, consideran que las acciones de los habitantes son desvalorizadas por los altos mandos nacionales que no abogan por el diálogo de paz.
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Rodrigo Belalcázar, líder comunitario de Villa Rica, repudia los actos del pasado dos de febrero, pide justicia y envía un mensaje a los grupos armados ilegales:
«De esa forma no se llega al poder. Sus ideales no se alcanzan con bombas ni secuestros, sino conpropuestas que generen confianza y seguridad a la población civil».
La explosión que causó la muerte a siete personas, 50 heridos y tres mil millones de pérdidas materiales, impiden que el municipio celebre con alegría sus 13 años y la obligan a un luto.
Villa Rica proclama la paz y armonía que tuvo durante más de una década, porque hoy el municipio se acuesta con preocupación y teme escuchar de nuevo una detonación.

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