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Una tarifa de avión de 70 euros para el trayecto Madrid-París-Madrid en temporada alta es bastante atractiva. Con impuestos sube casi al doble pero, aún así, es menor que el costo del viaje en tren (que dura más de 12 horas) y casi la 3a parte de lo que cobra una línea convencional barata.
Semejante oferta es posible mediante una hábil mezcla de gestión innovadora, reducción de costos marginales que no reducen sino mejoran la calidad de los servicios y buenas dósis de eficiencia.
La propuesta, de Vueling.com, es sencilla y elegante. Entre la reserva y el ingreso al avión sólo media un papel: el tiquete que recibe el pasajero al registrarse. Todo lo demás opera por Internet.
El enfoque está centrado en lo esencial: transporte rápido, sin complicaciones y sin más perendengues.
Los servicios adicionales son sólo eso: accesorios que, en los vuelos cortos especialmente, no son determinantes pero por los medios convencionales elevan los costos.
Todo excedente tiene un precio, desde luego. Pero no mayor al al que tiene una bebida o un sandwiche, por ejemplo, en las cafeterías de cualquier aeropuerto y menos de lo que cuesta en un bar del centro de París. Cálculos elementales mostrarían que lo que ofrecen las aerolíneas normales sale costando mucho más.
El diseño funcional y muy agradable. Sin diferencias de clase (algunas leves diferencias de precio resultan del momento en que se haga la compra del pasaje y de presentarse en taquilla).
Uniforme, dirán algunos. Tal vez. Pero atractiva frente al esquema pomposo y obsolteto de aquellas compañías que cruzan el cielo con sillas vacías en las clases primera y empresarial mientras las atestadas x y z pagan con incomodidad y dinero la ineptitud.

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