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Ahora, que las llamadas redes
sociales
están de moda, conviene examinar algunos hechos que transforman radicalmente
las relaciones de producción, experiencia y poder.

En primer término habría que
señalar la inexactitud del término «redes sociales», para traducir lo que, en
forma más apropiada, se denomina «Social Media«: aquellas plataformas de
servicios informacionales en las que los usuarios comparten intereses,
intercambian contenidos y crean nuevas prácticas sociales.

En las SM, como en la vida
cotidiana, la tecnología es lo de menos. Lo de más son esas prácticas creadas por
la gente aunque, desde luego, la tecnología determina, en cierta medida, los diferentes
tipos de comportamiento.

 

Viene al caso el ejemplo del
sistema operativo Leopard de Apple
que ofrece a sus usuarios la posibilidad de programar y crear sus propios widgets sin necesidad de haber escrito
antes media línea en lenguajes script: una forma sencilla, sofisticada y
licenciada de corte-pega. De ese modo y con la rápida amplificación a que nos
tienen acostumbrados Steve Jobs y sus muchachos, más usuarios se convertirán en
autores aunque sin dejar, del todo, de ser receptores.

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Gestión de la presencia

Pensemos, para no ir más lejos,
en lo que ocurre cuando prácticamente toda la población cuenta con telefonía
móvil y un alto porcentaje está vinculado a SM como facebook, twitter, youtube
o wiki. Indudablemente, las interacciones, que configuran el tejido social, se
intensifican y, por esa vía, transforman las formas de expresarse y de
trabajar, el uso del tiempo, el territorio y los intercambios.

 

Pueblos de las breñas
santandereanas (a donde nunca llegó la telefonía fija y hoy cerca de la mitad de
sus habitantes tiene teléfono móvil), viven cambios invisibles que tocan,
esencialmente, la identidad y la cultura de sus gentes anónimas. Cuando
escriben y envían SMS, los anteriores receptores pasivos se convierten en
autores-productores de sus propios contenidos.

 

Igual sucede con emporios
empresariales o centros científicos que, como cualquier parroquiano, ensamblan información
de gran complejidad a través de wikipedias con lo que los intercambios «antológicos»
igualan a campesinos asiáticos con ejecutivos londinenses o expresidentes
tropicales y, sin saberlo, transforman los aparatos de comunicación en «poderosas
plataformas de gestión de presencia», como denomina Milad Doueihi a Twitter.

Se cerró la brecha se cerró

En esas condiciones, la «brecha
digital» se cierra no por las políticas estatales (que fracasaron), los ardides
(que no estrategias) mediáticos o las maniobras corporativas; sino por la
confluencia entre «la ética hacker y el espíritu de la era de la información« que
constituye el nuevo escenario social, la nueva sociedad.

Sin embargo, esas mismas
políticas, componendas y maniobras buscan mantenerse con discursos anticuados,
como los que apartan a productores de consumidores, a emisores de receptores y
al poder político de la ciudadanía. 
Para la lógica de ese modelo -cuya finalidad sigue siendo la de «ganar y
conservar el botín todo el tiempo posible»-, las «redes sociales» son
inexplicables más allá del número de participantes que vinculen, sin advertir
que la mayor autonomía de los sujetos comunicadores reduce el control del poder
y el poder del control.

Para la muestra:

En esta entrada se incluyen los enlaces que permiten bajar dos libros imprescindibles para estudiar el fenómeno SM: «La gran conversion digital«, de Milad Doueihi y «La ética hacker y el espíritu de la era de la informaciòn» de Pekka Himanen. Una demostración de las bondades de la colaboracion en la Web. 

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