La paz significa la resolución de los conflictos por la vía negociada y política. Es estar de acuerdo en que la vía armada y en que la justicia por mano propia o el exterminio del enemigo no conlleva a la pacificación de los territorios.
El principal beneficio de la paz es que los recursos humanos, energéticos, monetarios y de tiempo no se desperdician en la guerra, sino en la construcción y el desarrollo de un país y de sus ciudades. La guerra será siempre un gasto, mientras que la paz será siempre una inversión.
Un país, aunque sea pobre o en vía de desarrollo, pero sin los graves problemas de conflicto armado presentes en Colombia, puede enfocar sus esfuerzos en mejorar la calidad y el acceso a los sistemas de salud y de educación, a mejorar o a construir nueva infraestructura.
A pesar de que el conflicto colombiano tiene muchas variantes y actores, en la raíz está la desigualdad y el abandono estatal, espacio que ha sido aprovechado por todos los grupos armados. Las zonas más golpeadas es donde el desarrollo urbano no ha llegado porque la soberanía nacional se ha limitado a la presencia militar para hacer frente a los grupos armados.
Entre los problemas urbanos que genera un conflicto armado está el desplazamiento forzado. Según el Registro Único de Víctimas (RUV), entre agosto de 1986 y julio de 2016, 7.210.949 personas fueron obligadas a abandonar sus tierras por presiones de los grupos armados para controlar regiones o territorios del país; también por no compartir las posiciones políticas de las poblaciones obligadas a desplazarse.
Esto representa no solo un drama humano para todas las personas expulsadas de sus territorios, sino también una presión para las ciudades receptoras, las capitales departamentales, que no están preparadas para atender este aumento significativo de su número de habitantes. Y también para las zonas que ellas tuvieron que dejar, que pierden su principal capital de desarrollo, el humano, pues se convierten en poblados y caseríos fantasmas.
En una “eventual” Colombia en paz, estás personas tendrían que recuperar las tierras que les fueron arrebatadas, pero además serían necesarias otras políticas que fomenten el desarrollo de estas zonas para disminuir la enorme brecha de desigualdad que ha caracterizado al país, y que ha sido la excusa para la violencia. No solo seguridad, esa presencia del Estado se debe evidenciar en la conexión de estas poblaciones olvidadas con el resto del país a través de vías de acceso y redes de comunicación. La riqueza natural de estas poblaciones debe ser la mayor fuente de emprendimiento, de desarrollo económico y turístico, para hacer sostenible la estabilidad de la población.
Colombia ocupa el puesto 97 en el Índice de Desarrollo Humano 2015, del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) entre 188 países. “Colombia ha avanzado, pero no a la velocidad que le tocaba, no ha progresado de forma correspondiente a sus capacidades y potencial”, decía Fabrizio Hochschild, coordinador de las Naciones Unidas en Colombia, debido principalmente al conflicto armado y a la desigualdad.
La paz debe ser vista como un motor de desarrollo, pues ambas van de la mano, claro que al final queda la guerra más difícil de librar, aquella contra la corrupción, que afecta cualquier fuente de desarrollo.
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