Templos de Egipto: Del tributo a los dioses a la verdad de un jeroglífico
Egipto es una tierra cuya historia ha servido de irrefrenable combustible para el interés del ser humano en los casi ininteligibles ecos de su paso por el tiempo. Irrefutablemente rico en cultura, sus templos son un vestigio vivo de la magia y la cosmogonía que nutre el alma del ser humano. Y como todo poder telúrico, sentir la frescura de su piedra en el vello ya erizado es un viaje a la esencia de lo eterno.
La eternidad de la magia humana
Existen pocos ejemplos de la atávica relación con la magia de la historia que tan sólo unos pocos rincones del mundo pueden invocar. Un estímulo tan sólo posible en la inmarcesible atmósfera de lugares cuyo misterio antiguo es todo un ritual de insólita belleza: losTemplos de Egipto. Espacios sagrados donde la piedra es todavía un eco de todo cuanto sucedió en su mistérica arquitectura y uno de los motivos por los que los viajes a Egipto son, más que unas vacaciones, unaincardinación en la harmonía aún hoy viva de otro tiempo. Un lugar, más que de destino, de puro origen mediante el que entender la excelsa riqueza del vestigio humano.
Erigidos a propósito de culto hacia los dioses y la conmemoración de los faraones, los templos egipcios se remontan al Antiguo Egipto a finales del IV milenio a.C. Unos santuarios cuyos primitivos y primeros materiales, con estructuras levantadas con madera, caña y adobe, fueron trascendiendo hasta convertirse en el imperecedero espectáculo arquitectónico que son aún hoy día. Contando con una decoración interior y distribución en salas y patios con su historia labrada en milenarios jeroglíficos, estos templos son de un atractivo e interés histórico y turístico indudables.
Con ello, es preciso remarcar la gran importancia de Egipto para con el resto de la humanidad. Una cuna de las civilizaciones cuyos avances en tecnología primitiva y sociedad han dado y darán siempre mucho de qué hablar. Desde los intrincados misterios de su fantástica historia, hasta las delicias de su gastronomía, es preciso entender la sangre egipcia desde su pasado. Incardinándose en los vestigios de su arquitectura, donde todavía puede respirarse el recóndito perfume de la magia antigua. Y aunque existan en gran número, cabe repasar sus principales piedras angulares.
De Abu Simbel a Kom Ombo: La belleza del templo egipcio
A nivel simbólico es difícil calificar un templo egipcio de mejor que otro. Sin embargo, su valor estético, y la sola sensación de recorrer el polvo de su viejo y fresco aliento, hacen de su visita una actividad imprescindible en Egipto. Abu Simbel se sitúa como uno de los templos más visitados. Terminado y dedicado a Ramsés II en el 1.265 a.C, contando con un templo menor en honor a su primera esposa Nefertari, el templo de Abu Simbel destaca por su impacto visual. Esculpido en piedra y con la entrada custodiada por seis enormes figuras, entre ellas Ramsés II y Nefertari, no es de extrañar su nombre, “la montaña pura”. Ni tampoco su declaración como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO a finales de los setenta.
Empotrado también en una montaña, pero insólitamente diferente al resto de templos, el Templo Funerario de Hatshepsut, homónimo de la única reina faraona de Egipto, goza de unas sublimes pinturas interiores en muy buen estado. Ideales para acceder al arte egipcio en un ejemplo vivo. Cuanto a santuarios que fomenten otras emociones, el Templo de Philae, dedicado a la diosa del amor, es un hermoso espacio ubicado excepcionalmente en una isla, lo que hace de su halo algo muy especial. Aunque atendiendo a la nobleza de lo eterno, las luces del atardecer surcando el espacioso y famoso templo de Lúxor son una invitación a la delicadeza.
Por lo que se refiere al poder visual, las 134 columnas de 24 metros del Templo de Karnak, en honor a distintos dioses como Amón o Mut cuya dedicación se divide en otras salas o edificios, se sitúa como el mayor templo de Egipto. Contando con 30 hectáreas que, quizá, sólo podría hacerles frente el Templo de Kom Ombo a orillas del río Nilo. Inicialmente construido como culto a Sobek, dios de la fertilidad, la vegetación y la vida y creador del Nilo, otro dios fue añadido para equilibrar su sentido: Horus, dios del cielo y considerado iniciador de la civilización egipcia. Un lugar de suma importancia y donde el color menguante del anochecer enfatiza su misterio.
Acariciando la carne de la magia
Cada templo egipcio alberga en su interior un alma tan sólo perceptible para quien se maraville del esplendor de la antigüedad. Un alma que flota en el ambiente y se cala hasta el hueso liberando el dulce germen de la magia que la belleza invoca. Resulta imposible recomendar tan sólo uno, del mismo modo que recomendar una región concreta de Egipto es un flaco favor al placer de los sentidos. Egipto precisa de una visión profunda en su anatomía contemporánea y vieja, un recorrido que pueda comprender un pack de viajes que cumpla con lo esencial. Para después abordar su sangre nuevamente con infinitas ansias más de magnificencia.
No obstante, y a pesar del conocido estereotipo de las vacaciones sobre el agua, la mejor manera de recorrer un tramo capital de Egipto es a bordo de un crucero. Son muchos los templos cuyo acceso encuentra vía a través del Nilo. Una oportunidad para deslizarse entre sus aguas y, además, incorporar a su liviandad la magia de sus templos circundantes. Esa magia que, tantas veces imposible, encuentra canal y flujo en el cartograma sacro de la tierra egipcia. Mediante cuyo irrepetible estímulo, y la pátina de verdad y de misterio que su eco expande, hacerse irreductible adicto del milenario poder de los Templos de Egipto.
una muestra de la gran cultura antigua
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