Slayer sin tiempo para plegarias

 Al mundo han llegado iconos del rock recordados desde aquellos años donde se construían directrices, estados prolíficos que tristemente ahora poco se ven. Sin embargo, muy pocos con sello propio, identidad al sonar, tres notas y activa la regresión, The Beatles, Motörhead, Alice in Chains… En la época boyante del Thrash, exactamente en California, muchos guerreros, empuñaron sus armas, dejando para los ochenta y las generaciones venideras, una bandera anclada en el mismo monte Everest. No creo que la intención fuese poner un record, pero sí de de hacer bien las cosas, hallando otra forma de narrar hechos, emociones y sentimientos a través de la música. Se habla de varios puntos de referencia y un grupo «selecto»  Big Four, sin embargo existen otras bandas que aunque con menos fortuna y resonancia, son igual de relevantes. No obstante si se va resaltar o a posicionar a un espacio reducido donde solo este una, el puesto para dicha época y género tiene nombre propio: Slayer. Sin maquillaje solo retoques adecuados, evitando perder lo natural de su rostro, les ha sido suficiente a estos señores para llegar 30 años después, con un sonido cada vez más atronador. Sintonizados y en línea, adoradores de una filosofía para muchos rayada en «agredir» la religiosidad, pero en el fondo, basada en cuestionar ciertos actos del hombre al profesarla, perfecta excusa para delinquir. Estructura blindada en un sonido particular, ponzoñoso para oídos castos o cuerpos sanos, pero ideal para seguidores de la velocidad, de las cuerdas agudas y los solos puntillosos, autentica ira sobre instrumentos, porque no decirlo… única.

En 2006, Colombia vio por primera vez y hasta el próximo martes, la única evidencia en vivo. En un marco de full asistencia y todas las expectativas puestas desde Show No Mercy. Días previos muchas de las camisetas izadas en las calles, fueron vistas en pleno show, saltando y llorando de emoción. Sus dueños no lo podían creer y los brazos abiertos no alcanzaban a cerrar el círculo, adrenalina antes subcutánea, luego brote desbordado. Muchos seguidores de la vieja data como algunos conocidos míos, alardearon en los 80´s con uno que otro disco, pero pocos por no decir que ninguno, estuvieron presentes para poner la rúbrica a ese sentimiento explotado por aquel entonces. Estoy seguro que ahora andan bajo los efectos de otra moda según ellos.

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Darkness Of Christ abrió la puerta el viernes 15 de septiembre, previo al día de los enamorados. En otra faceta, aquel día el amor presente acalló todo prejuicio infundado en apariencias de sangre, terror o cruces invertidas. Expuestas en discos, ironía a una sociedad encantada con fanatismos y morbo, pero con 4 hombres respirándoles en la nuca y un ejército hambriento de justicia. 4 mortales, haciendo uso de su mejor arma, el arte. Simple y llanamente diversión para otros 4.000 mil mortales colombianos.

El grito aterrador de Tom Araya, anuncia la llegada de Angel of Death,  la última colisión desde entonces, como olvidar los tambores de Lombardo retumbando en este tema, incluso días después del Show. De nuevo este Angel será el epílogo del segundo capítulo Slayer para esta nación en guerra. 18 pasajes a plenitud, ahora serán 22 según esta web, para quedar sin aliento y de paso sin oídos.

Aquellos jóvenes  inocentes de California, Hanneman y King, decididos a allanar la crudeza, reunieron a dos latinos, con poco ritmo tropical, pero mucha sangre caliente. Juntos, fabricaron una marca difícil de olvidar y fácil de distinguir, un estampilla que pocos colegas del rock poseen, por eso cuando el reino se congrega no existe tiempo para plegarias.

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