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Admiro de veras a este hombre. Valoro su coraje para intentar enderezar un país corrompido en sus buenas costumbres. Pondero su astucia para llegar a la magistratura que ostenta, así sea valiéndose de las inmoralidades que combate. Seguro leyó a Maquiavelo: el fin justifica los medios.
  
No sé cómo hace. Yo ya hubiera renunciado. Observarlo en sus homilías públicas es toda una oda a la devoción propia de los elegidos: siempre el ceño fruncido, siempre la mirada de fastidio por encima de las antiparras (él no usa gafas) y siempre esa mueca de desprecio en sus labios ante las preguntas impertinentes de los periodistas.
  
Me emociono cuando los reprende. Llego al paroxismo cuando blande su mano derecha mostrándoles un crucifijo imaginario y confieso que un par de veces me he arrodillado implorándole al Señor que, para hacerlo perfecto, le cambie su tono de anciano cascarrabias por el de varón que tiene el ex presidente que le gusta darle en la jeta a los ma-ri-c… ah, mejor ni lo digo porque sería darle gusto a esos libertinos.
  
Con este país descarrilando sus locomotoras la tarea parece imposible. Tengo certeza que ni Gomorra (para él Sodoma se solucionó con la muerte del ‘Mono’ Jojoy) tenía tales niveles de degradación: defensores de la eutanasia, de la despenalización del aborto, de los diálogos de paz; de la dosis mínima y de las igualdades civiles sin importar la condición sexual ¡Qué tal! ¡Válgame Dios! Suficiente es que la feligresía, perdón: la sociedad, pueda efectuar actos paganos como el de elegir a ex forajidos como Navarro Wolf y Gustavo Petro.
 
A propósito del alcalde de Bogotá, me hierve la sangre que todavía hablen de un pacto suscrito por los dos en la primera elección de Su Excelencia ¡Blasfemia! ¡Anatema! Es la lengua de Satanás la que sisea: como el Antiguo Testamento enseña «el enemigo debe ser combatido sin sopesar las pérdidas propias». Eso en clave fariana sería «combinar todas las formas de lucha»… ¡las Farc leyeron el Génesis! Ya entiendo porqué la tirria bendita contra la hereje de Teodora.
   
Prueba de la animadversión contra Petro son las recientes investigaciones del Ministerio Público contra Canal Capital en dónde existe un programa que le pone sofá al homosexualismo ¡Horror de horrores! Por eso «la gente buena de este país» precisábamos de esta afortunada encarnación de cruzado medieval. Un templario de la fe. Un Procurador a lo Pilatos: que se lave las manos luego de excomulgar a los infieles e impíos que se atreven a hacerle oposición no tanto al status quo, como a las Sagradas Escrituras.
 
Por eso recibimos con júbilo la bula vaticana del senador Gerlein, otro sanedrita que honra el dogma prusiano de Anás y Caifás. Más que la Constitución Nacional las obras que inspiran su doctrina son el Manual de Urbanidad de Carreño y el Catecismo del padre Astete. Como se ve, son de la vanguardia moral de Godofredo Cínico Caspa.
    
Los «que somos más», de esta sufrida patria, reclamábamos ese adelantado lefebvriano. Insto con esta epístola a los colombianos, a que no nos conformemos con salvaguardar los tres huevitos; debemos ir por todo: regresar al Concordato, trocar normas constitucionales por versículos, redactar una lista de libros malditos a quemar, reemplazar jueces por inquisidores e imponer en escuelas la Cátedra Laureano Gómez, cuyo primer texto debe ser prologado por la trinidad moral de este país: Ordoñez, Gerlein y Uribe.    
Sólo una nación que acepte los designios divinos y que sepa reconocer a sus enviados, procurándoles medios para la reelección de sus ministerios, se salvará del apocalipsis. 
¿Y la defensa misional de las y los ciudadanos? ¿Y la tutela de derechos, en nombre del Estado, de los más débiles, de los diferentes, los discriminados, propia del espíritu de la Procuraduría?  Eso se aplaza o difiere en pro del restablecimiento del orden perdido desde la expulsión del Paraíso. 
Por eso no dudo en besar el anillo del Procurador. No vacilo en honrar la clarividencia de este profeta del pasado que deposita en la nostalgia del ayer: de esa Colombia rural, analfabeta, católica, conservadora; la estrategia de su vigencia. 
Para él nada ha cambiado. Lo triste es que parece que tiene razón. Por eso es el hombre que nos merecemos. 
¿También besaría usted el anillo de este pontífice de la moral?

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