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24 horas, dos podios y una sonrisa. Ese es mi resumen. Primero fue el ciclismo y como nos gusta: en subida, en montaña. Luego fue un deporte que nunca nos importó y que después de ella jamás seguiremos: el salto triple. Esteban Chaves ganó la segunda etapa de la Vuelta a España, vistiéndose con el rojo de líder y Catherine Ibargüen pudo volver a besar el medallón dorado, esta vez en el campeonato mundial de atletismo de la capital china.

La sonrisa sobre el caballito de acero

Esteban no aspira a ganarse la Vuelta –no todavía- pero lo hecho en el inicio de la ronda ibérica ya justificó su presencia que responde a la chapa de capo de su escuadra: el Omega Green. El “chavito” es uno de esos ejemplos que crean afición deportiva: sufrió un terrible accidente sobre su bicicleta que lo dejó inconsciente, lo tuvo una temporada en cuidados intensivos y con el peligro latente de perder la movilidad de un brazo. Después de una ardua pelea contra la fatalidad, logró volver pagando un precio de por vida: el 20% de la movilidad de su extremidad derecha.

Catherine nació en un pueblo que le hace honor a su propia etimología: Apartadó. Uno de esos municipios que aprendemos en clase de geografía, pero que olvidamos después del examen. Sin embargo, ella descarta que su historia sea la de una heroína hecha a pesar de todo y de todos: el Estado, la pobreza, el racismo, el machismo, la violencia… más bien procura ser grata en el reconocimiento de todos los que aportaron en su vida personal- deportiva y centra sus respuestas a los periodistas en lo estrictamente atlético.

La alegría en la arena: simpatía aérea

Revisando el currículum deportivo de los dos sorprende sus comienzos tempraneros. Desde niños ya competían. Hecho que ratifica una verdad muchas veces ignorada: el deporte –de alta competencia- es un estilo de vida. Una manera de existir, con sus ventajas y renuncias. Si bien el éxito precisa de talento, este último no es garantía de triunfos: sus biografías son casi monacales, han estado privados por su origen social -y étnico en el caso de la saltadora- más también por el ascetismo que exige el deporte de élite.

No son campeones por casualidad. Vencieron en sus regiones, en el país y ahora brillan en la vitrina globalizada de sus respectivas disciplinas. Se convencieron que tenían condiciones físicas, trabajaron duro para mejorarlas y consiguieron hacer realidad la promesa que eran. No obstante lo lograron por una cualidad que distingue la excelencia: la tenacidad. Tesón que fue valorado por marcas (equipos) europeos que han potenciado sus habilidades y los tienen hoy día en las portadas de los periódicos del mundo.

Fueron dos mañanas estupendas. El escarabajo trepó el domingo, derrotando al ingenuo grandulón que le quiso embalar en subida… la pantera saltó el lunes, salpicando de arena a todos los que madrugamos a verla. Uno coronó “el caminito del rey” con el deporte más colombiano, en el terreno que ha convertido en leyenda a los nacidos en nuestra geografía; mientras que ella literalmente voló en el “nido de pájaro” de Pekín, avisando que su reinado va para largo.

Revisando las fotografías y la repetición del video descubro algo que de tan evidente atropella: los dos ganaron sonriendo ¿Los vieron? Pero no por la victoria, sino que sonrieron compitiendo. Repaso las imágenes y lo compruebo: la simpatía y alegría es su característica. Los reto a que escriban sus nombres en google y encuentren fotos donde no hagan esa mueca de felicidad.

Quizá esa sea otra de sus fórmulas. Quién sabe. Quizá sonreír ayude a ganar. Hasta vale la pena probar eso en nuestras vidas ¿no?

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