La historia de un taxista en Bogotá
En medio de una cantidad abrumadora de carros, en la vía hacia el aeropuerto El Dorado de Bogotá y a las 7:30 de la noche de un martes de julio, mientras me sentía a punto de una úlcera porque realmente no debía perder mi vuelo de vuelta a Medellín, el taxista que me llevaba, ajeno totalmente a mi estrés, me envolvió en sus sentimientos con respecto a la capital de Colombia…Esa Bogotá que para él es hoy tan distinta a esa otra que le tocó cuando era un niño.
– «Mire, yo hoy no puedo creer cuando pienso en que cuando yo tenía unos ocho años mis papás me llevaban dizque de paseo a Usme y nos demorábamos como cuatro horas. Eso era todo un viaje que planeábamos y parábamos en muchas partes a comer cositas y a comprar chucherías. Pero hoy Usme está a dos pasos y ya siente uno que es parte de la Bogotá en la que uno vive…Lo mismo que otras partes como Chía, Soacha…Esta ciudad cada día está más grande, y ¡mire! Mire para los lados; aquí hace un tiempito no había sino lotes con ganado y ahora hay centros comerciales al frente de los centros comerciales…»
Así recordaba el taxista, con melancolía y en voz alta, sus días de infancia, en los que esa Bogotá que confiesa jamás terminar de conocer por más que lleve tantos años recorriendo sus calles y encontrando destinos, era un lugar que tenía hacia dónde crecer y del que se podía salir para encontrar potreros y pasear por tierras que en ese entonces eran desconocidas, lejanas y distintas a la rutinaria ciudad.
Me cuenta él que una tía suya compró hace años una pequeña casita en la calle 127 y se ganó el regaño de toda la familia por su falta de visión y por invertir su plata en un lugar tan perdido en el que nadie la visitaría nunca. Aunque él me confiesa que le encantaba que lo llevaran a donde su tía porque se sentía en una finca, una que hoy se convirtió en la mejor inversión para esa tía que un día despreciaron y que, como me lo describió él, vive actualmente entre los ricos y no en el sur como toda su familia.
Las ciudades cambian con la vida; esos paisajes que hoy vemos y en los que construimos nuestros futuros recuerdos algún día no estarán más porque habrán sido borrados por otros hombres que decidieron alzar nuevos proyectos sobre ellos…Es por eso que la memoria es tan valiosa y, a la vez, tan dolorosa: es la única que puede llevarnos a esos sitios y momentos que no han podido borrarse de nosotros, pero es, también, la que nos desgarra por dentro a punta de melancolía.
Saliéndome ruidosamente de ese viaje al pasado al que me invitó el taxista, un viaje de palabras que guiaron a mi imaginación, volví a la ciudad bullosa y afanada para correr por un aeropuerto como si estuvieran persiguiéndome y montarme a ese pájaro mecánico que me transportaría de vuelta a mi propia ciudad, a esa en la que tengo todos mis recuerdos de niña, probablemente ya solo en mi memoria porque en los espacios físicos de hoy ya se han empezado a borrar.
Qué bacano que escribe, esta mujer sí es un amor platónico jajaja
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Con razón ud no tiene futuro…
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Y…….entonces, mientras el taxista le echaba el cuentico, usted se descuidó y este puso a funcionar el «muñequito» y tome ……pa´que lleve. Mas de $ 30.000 le costó ese servicio. !!!!!!!!!
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