Entonces, Juan, el hombre apareció con su inexplicable, casi divina inteligencia, capaz, por ella, de apreciar con calificado asombro y casi divina percepción, la vasta creación en el preciso momento en que la creación está en el apogeo de su deslumbrante esplendor, para así darle el hombre ánimo a la creación, en el preciso momento de la plena gloria de la creación.
¿Es mucha coincidencia, no, don Bruno?
Es mucha coincidencia, Juan.
Pero qué privilegio es el nuestro, don Bruno, qué honor, qué bendición. Tanto, que uno baja la cabeza en humildad, baja la cabeza en gratitud, sintiéndose para nada merecedor y, así, más favorecido todavía.
Qué lindo, Juan, qué bonito, qué cierto y qué bien dicho.
De todo corazón, don Bruno.
Pero, don Bruno, estuve pensando en lo que charlamos ayer sobre Dios y el hombre, y me confundí con lo que dice que Dios puso en marcha la creación sin dejarse saber qué pasaría.
Sí, Juan, la cosa es que la creación es una concepción de infinitas posibilidades, dentro de las propiedades de la creación y, para que tenga la creación infinitas posibilidades, tiene que ser contradictoria por naturaleza.
Wow. ¿Cómo es eso, don Bruno?
Es que, Juan, en una infinidad secuencial como la de los números, todas sus posibilidades son predecibles y calculables, porque no existe, en las infinidades lineales, la posibilidad de contradicciones.
El hecho que la creación fuera concebida como una infinidad de posibles contradicciones, hace que sus posibilidades sean únicas, no preconcebidas e impredecibles dentro de su propia naturaleza, es decir, no según la lógica.
Y, curiosamente, Juan, a través de la infinidad secuencial de los números podemos entender la naturaleza física de la creación, pero no nos sirve para entender la naturaleza de la vida, ni mucho menos la naturaleza del hombre y su entendimiento de sí mismo como ser existente.
Pues, don Bruno, ¿qué es perfección?
Buena pregunta, Juan.
Creo que la perfección sin la imperfección no es perfecta.
Eso parece contradictorio, don Bruno
Precisamente, Juan. Fíjese no más en la creación que está llena de contradicciones, que nosotros suponemos que la hacen imperfecta, pero ¿si fuese perfecta cómo sería?
¡Si fuese perfecta la creación, Juan, no podría sorprender!
Entonces, don Bruno, para crear, más allá de la perfección, Dios usó la imperfección.
En efecto, Juan, y qué maravillas logro así.
Así, Dios logró un ser independiente de sí Mismo, un ser imperfecto, pero altamente creativo – sorprendentemente creativo.
Eh, don Bruno, me sorprendes con lo que dices.
Conclusión, Juan, lo creativo no puede ser perfecto, porque si fuese perfecto no sería creativo.
Entonces, don Bruno, los números, que son perfectos solo se vuelven creativos cuando se aplican a lo imperfecto.
¡Exactamente, Juan!
Y le doy el mejor ejemplo posible, Juan: la música, que es el universo que creó el hombre dentro de la creación de Dios. Es básicamente una creación secuencial como los números y aunque así logra crear planetas y lunas y estrellas y galaxias musicales que se asemejan a la perfección, no alcanza a ser perfecta la música sin la imperfección de la discordia, que ha sido empleada en la música desde sus inicios, y ejemplificada en el jazz.
Todo lo que acabamos de hablar, Juan, nos lleva a su duda sobre lo que dije que Dios puso en marcha la creación sin dejarse saber qué pasaría. Es decir, en mi interpretación, que puso en marcha su creación, dejándola permeada de su espíritu que responde a lo que su creación desea, sin dejarse saber qué pasaría, y la ha observado desde entonces, sin intervenir.
¿Sin intervenir para nada, don Bruno?
Me voy a atrever a decir lo siguiente, Juan, aunque está más allá de lo que le corresponde la hombre entender y solo lo hago, Juan, porque es nuestro deber divino pensar libremente sobre Dios y su creación. Dios solo intervino una vez en su creación, en una sola cosa, Juan, como única excepción, y fue cuando el hombre adquirió conciencia y entendió que moriría, a diferencia de todo el resto de los seres vivos, para contrarrestar el conocimiento de ello y el miedo que conlleva, que no lo sufre el resto de los que viven por no estar conscientes.
Y dije, Juan, que Dios puso en marcha la creación sin dejarse saber qué pasaría porque es la explicación que nosotros, los hombres, tendríamos que usar para justificar por qué, en la creación, existen cosas que a nosotros los hombres nos parecen malas.
¿Estás hablando, me supongo, don Bruno, del hecho que los animales se matan entre sí para poder comer y vivir, y el hecho que nosotros, los seres más conscientes de la creación de Dios, hacemos lo mismo?
Sí, Juan, o que el gato juega con el ratón antes de matarlo.
O, Juan, que todo lo que vive tiene que morir, que es la cosa más difícil para el consciente hombre aceptar, aunque el mismo hombre entiende que, sin la muerte, no habría evolución y el mismo hombre nunca hubiera existido.
O sea, Juan, si Dios no se dejó saber qué pasaría en el desarrollo de su creación, entonces no se le puede culpar de que, en su creación, haya cosas que a nosotros, los hombres, nos parezcan malas o contradictorias.
Pero eso es bobada, Juan, no es nuestro interés ir tan lejos en interpretar lo que no nos es posible entender.
Basta, Juan, concluyamos simplemente con la explicación que logramos en esta charla sobre la naturaleza necesariamente contradictoria de la creación, en que la perfección solo se logra con la imperfección.
Pero, Juan, el hecho de que haya cosas en la creación en que surgimos que nos parece que no concuerdan con nuestro concepto de una creación perfecta, nos lleva, Juan, a lo que discutiremos en nuestra próxima charla: el hombre y el bien y el mal.
Ay, ay, ay, don Bruno.
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