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Durante la pasada semana santa, salí de paseo con mi familia y me encontré con la sorpresa que donde pensábamos hospedarnos tenían problemas con el Internet y la conexión estaría caída por cuatro o cinco días. La situación me pareció entre sorprendente e indignante, sin embargo como estaba de vacaciones, supuse que estaría más ocupada descansando y no hallaría tiempo para revisar mi correo o mi Facebook, o incluso leer el periódico por Internet.

Desafortunadamente, si hubo momentos (muchos momentos) en los que deseé tener cerca un computador con conexión. Extrañé a Gmail, Facebook, Youtube, los periódicos y revistas online, el Messenger, y uno que otro blog. Inclusive no faltó la llamada de alguien indignado porque olvidé su cumpleaños y estaba seguro que «El Facebook me lo había recordado».

Al llegar a mi casa, casi por instinto prendí el computador y me encontré con notificaciones, recordatorios, correos, videos recién subidos, invitaciones a eventos, fotos y nuevas noticias. El mundo virtual siguió sin mí y ahí me di cuenta que yo no me sentía tan capaz de seguir sin él.

Luego de esto, reflexioné sobre como muchas de las personas que me rodean viven siempre conectados de una u otra manera y no se despegan de un computador. Conozco a alguien que disfruta más las relaciones amorosas por Internet que las que pueda ofrecerle la vida real. Tengo un par de amigos que se salieron de Facebook, desesperados por una serie de incómodas situaciones causadas por la ausencia de privacidad de esta red y aún así, uno de ellos está pensando en regresar a su viejo perfil. Y también desde mi experiencia les puedo decir que a una de mis amistades más cercanas no la veo personalmente hace ya casi 8 años, pero la relación sigue intacta gracias a diversos medios digitales.

No me malinterpreten, amo el Internet y desde que llegó a mi vida todo ha cambiado para siempre de manera positiva. Pero a veces pienso que sería importante tener espacios de desprendimiento de la red, porque creo que muchos podrían pasarse de la raya y caer en una adicción innecesaria.

Y aunque no lo creamos, nuestra generación vive permanentemente conectada en cuerpo y alma a Internet. Hace sólo algunos días, salió publicado un estudio realizado por Decode, una compañía canadiense que encuestó por Internet a 1820 personas entre 15 y 39 años. La principal conclusión fue que muchos de los jóvenes tienen actualmente más contactos virtuales que físicos y que la red es el tercer lugar donde se pasa más tiempo, después de la cama y el trabajo. (1)

Así que por más interesante, atractiva y atrapante que sea la red, creo que la interacción humana habitual no debe ser dejada de lado. Un «poke» nunca sustituirá a un abrazo de verdad y un beso por messenger nunca será equivalente a uno de carne y hueso.

Angela Bohórquez
Asesora de comunicaciones
Corporación Colombia Digital
angelabohorquez@colombiadigital.net
www.colombiadigital.net


Referencias
1.http://www.semana.com/noticias-vida-moderna/mundos-paralelos/122732.aspx

Imagen tomada del siguiente enlace:
http://cache2.asset-cache.net/xc/AA044304.jpg?v=1&c=NewsMaker&k=2&d=E072C122484309240FAEEC607D2E05E7

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