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Don Guillermo desconfiaba de internet y prefería hacer las cosas «a su manera».  Lo apuntaba todo en una libreta, incluyendo las cuentas de la tienda. Cuando el menor de sus tres hijos, adulto ya, emprendió hace dos años un viaje para estudiar en España, le dijo que le enviara de vez en cuando una carta y lo llamara por teléfono cuando pudiera. «Por Skype», le dijo el hijo y el padre le respondió que él ya no estaba para tanta modernidad.   

Había manejado camión toda una vida. Recitaba los municipios de cualquier tramo de carretera, fuera en Santander, Nariño, Valle,  Antioquia, o la Costa. «Si uno se va a Bucaramanga por Málaga, hay que pasar por Capitanejo, Enciso, Miranda, Málaga, San Andrés, Guaca, Los Curos…»  Desde luego, recuerda los mejores almorzaderos de todo el país.

Logró que todos los hijos estudiaran, aunque él escasamente había cursado cinco años de educación básica («Sólo la primaria», dice). Los dos hijos mayores se graduaron de tecnólogos y el menor logró culminar ingeniería en una universidad pública y después, conseguirse una beca. Construyó su casa por etapas en una localidad del sur de Bogotá. El tercer piso lo culminó a finales de los noventa y lo tiene alquilado. En la planta baja tiene una tienda que él y su esposa atienden.

Hoy no se cambia por nadie. A empujones de uno de sus hijos se metió a un curso de manejo básico de internet en una casa de la acción comunal.  Aprendió acerca de las partes elementales del computador, el manejo básico de Word, a entrar a Internet y mandar correos electrónicos. Le pareció arte de magia entrar a Google y buscar temas como «bachillerato para adultos»,   «contabilidad gratis» y asuntos de geografí a y astronomía, su pasión. Obvio, ya bajó Google Earth y ha recorrido virtualmente todos los caminos que transitó de camionero. Está matriculado en un curso gratuito del Sena en línea, con tutor.

Nada ha cambiado por fuera. Sigue siendo el mismo. Pero, por dentro, siente que tiene las alas de los jóvenes. Además de haberse suscrito a Internet y de contar con su PC, ha promovido entre sus amigos  «la nueva cultura». Tiene fritos a los vecinos, al cura de la parroquia, a los hijos y algunos nietos de los amigos con sus correos electrónicos en los que opina, hace sugerencias y critica. Envía, de vez en cuando, textos de ética que le parecen procedentes, algunos un poco empalagosos.  Lee los periódicos en línea y escribe comentarios en las columnas que le llaman la atención.

Desde luego, ya bajó Skype y es ahora el hijo el que rehúye hablar con la frecuencia con la que el padre quisiera contactarlo. «El que no está en Internet no está en nada» dice cuando se encuentra con otros setentones a tomar tinto.

Rafael Orduz
Director ejecutivo
Corporación Colombia Digital
rorduz@colombiadigital.net
www.colombiadigital.net

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