Hace poco tuve la oportunidad de asistir a una fiesta organizada por tuiteros, muchos de los cuales ya se conocían previamente entre sí. La idea sonó bastante sospechosa al principio, imaginé que el encuentro sería un espacio de narcisismo y ensimismamiento ausente de extroversión pero fue tanta la insistencia de una buena amiga que la curiosidad me ganó.
El grupo de tuiteros que conocí, cuyas arrobas por supuesto mantendré en secreto, no se caracterizan por ser los que más seguidores tienen pero ciertamente su actividad en dicha red social es apabullante. Al poco tiempo de estar a la reunión, una de las chicas que ahí se encontraba se presentó de una manera abrupta y arrogante «¡Soy @mujertuiteando* en Twitter! Imagino que me debes estar siguiendo», dijo casi después de un inaudible hola. A tan extraña premisa sólo me quedó responder que no tenía idea de quién era ella y que definitivamente no formaba parte de su comitiva digital.
Seguí adentrándome en la fastuosa celebración para conocer a otros invitados que tuvieran una mediana dosis de humildad. Allí conocí a otro tuitero ‘famoso’ quien durante toda la jornada no pronunció ni una sola palabra, escribía y escribía sin parar en su Blackberry. «Quizá la fiesta esté más aburrida de lo que yo creo, porque ese man está de cabeza en Twitter», le comenté a mi anfitriona. «Ah no, él siempre es así», replicó ella.
La jornada siguió de manera normal pero sinceramente al haber pasado un par de horas se tornó tediosa. Inventé una excusa cualquiera para irme y salí con la duda de si esa gente que acababa de conocer tenía cierta coherencia con sus perfiles. @mujertuiteando* tiene un aire de libros de superación personal en cada uno de sus trinos, que dista a miles de años luz de la imagen engreída que proyectó en los pocos minutos que traté con ella. El tuitero ensimismado e introvertido es en su cuenta casi que un ‘party boy’, con frases mordaces e irreverentes que en nada se parecen al ‘geek’ que vi en la fiesta.
Ejemplos como los anteriores hay muchos ya que está más que claro que las personas construyen en sus redes sociales identidades paralelas a sus realidades, quizá como un mecanismo de evasión de su mundo o simplemente porque desean ser alguien que en su cotidianidad no lo son y encontraron el medio para hacerlo a través de una cuenta en Internet.
Las redes sociales son tan relevantes que se vuelven casi que un componente aparte de la identidad de una persona, como si existiera un Yo-Facebook, Yo-Twitter y un Yo-real, con características particulares y diversas entre sí. No es de extrañarse que exista alguien en Facebook o Twitter que finge ser más sociable, provocador, amigable y agradable de lo que es, solamente para encajar. ¿Acaso la vida presencial de estas personas es indigna de mostrar a través de sus perfiles y cuentas? ¿No se supone que el objetivo de estas redes es ser un medio para comunicar lo que vivimos y no una fachada para proyectar lo que no vivimos? O bueno, al menos eso creí yo.
*El nombre fue cambiado
Imagen tomada de Getty Images.
Angela Bohórquez
Asesora del Centro de Documentación
Corporación Colombia Digital
Es cierto, la red se convirtio en una mascara, nada mas patetico que ver una persona idiotizada con su blackberry…
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