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El día miércoles 14 de septiembre
tuve la fortuna de que el cosmos conspirara para asistir al lanzamiento de la
primera película  colombiana en 3D: ‘Pequeñas
voces’. Tenía gran expectativa de este momento, porque desde años atrás estuve de cerca en el surgimiento y adelanto de esta producción en Jaguar Taller
Digital.

Desde que
conocí el proyecto, me cautivó su historia: los niños que sufren las consecuencias de
la violencia endémica de nuestro país. En primer lugar, porque no son pocos los
menores que han tenido que padecer mutilaciones por efecto de las minas
antipersonales, o quienes han tenido que abandonar sus hogares en el campo para
sobrevivir en los barrios periféricos de las ciudades, aquellos que son
reclutados por los grupos armados, los que tienen que presenciar cómo le quitan
la vida a sus padres.  Y aunque, el tema
no es nada agradable, como país no podemos olvidar la magnitud del problema que
aún siguen viviendo miles de familias y en particular, los niños, quienes desde
muy temprana edad sufren el desarraigo y la pérdida de inocencia.

Pequeñas voces.jpg
De otro lado, el arte de la
película, basado en dibujos realizados por los propios niños víctimas de la
violencia, le da una perspectiva testimonial única, la cual reconoce cómo los menores
manifiestan sus experiencias, sueños, pérdidas y añoranzas.

Definitivamente, ‘Pequeñas Voces’
tiene historia, técnica y talento.  Fue
un equipo de creativos que trabajó durante varios años por la culminación de
una maravillosa obra. Dibujantes, animadores, y artistas le apostaron a este
bonito y arriesgado proyecto, rompiendo esquemas en el medio e innovando en la
manera de abordar  la problemática del conflicto
armado en nuestro país.  

De otro lado,
cabe resaltar la forma en cómo se transmitió el mensaje  a quienes vivimos en las grandes ciudades, recordando
las tristezas imparables de aquellos niños víctimas de la violencia en Colombia
y quienes también se merecen  tener la
oportunidad de ser felices.

Por último, como lo mencionaron
el día del lanzamiento sus directores, Jairo Carrillo y Oscar Andrade, esta fue
una obra realizada con cariño y en efecto, el resultado lo evidencia. Qué viva
el arte digital y que esta propuesta sea referente para seguir creyendo que es
posible hacer arte e influir positivamente en la cultura de una sociedad. Mis
más sinceras felicitaciones a todos los que hacen parte de esta apuesta,
incluidos los pupilos del Clubhouse Suba Compartir, Olmeider Ruiz y Julián
Peña. 

Oswaldo Ospina

Coordinador de TIC y educación para el
desarrollo social

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