Una ciudad sitiada
Había pensado al retomar el blog, escribir sobre varios temas culturales de esos que quedan por ahí como perdidos, a los que se les echa tierrita después del llanto de plañideras por parte de los implicados en el asunto. Pero no. Dejemos la cosa ahí. Hay que esperar unos días más a que las cuentas sean claras o por lo menos se aclaren en los papeles y nos cuenten si es o no viable el encontrarles solución.
Bogotá Distrito Capital pesa más que cualquier tema cultural en este momento y todo gracias a lo que ha venido sucediendo luego de la intervención llevada a cabo en el sector conocido como ‘El Bronx’.
Y es que ahora como que los habitantes de esta gran ciudad nos hemos dado cuenta de la magnitud del problema que se ha generado con los habitantes de la calle que hoy en día deambulan por toda la ciudad dejando la sensación de zozobra por los sitios que van cruzando. Se han hecho famosos barrios como La Estanzuela o San Bernardo por citar dos de ellos, debido a las presiones que ejercen, por un lado, los que parecen dirigir el movimiento de las masas de habitantes de la calle y por el otro, las protestas que han venido instaurando los vecinos que se van viendo afectados.
Y es que el problema se salió de madre. Se desbordó y da la impresión de haber cogido a todos los funcionarios mal parqueados. Ahora el centro es una gran cloaca donde la inseguridad y el temor brillan con luz propia.
Como vecino del sector siento esos temores en sangre propia. Aumentó el número de indigentes que amanecen sobre la séptima o entre las calles y carreras que se despliegan entre las calles 26 y Avenida Jiménez entre la 3ª. Y la Avenida Caracas.
Todos los días recorro las mismas calles que me separan del Bosque Izquierdo donde vivo, al Instituto Caro y Cuervo donde laboro, y desde el pasado mes de mayo cuando se realizó la famosa intervención, se nota el diario aumento de estos, con sus hedores nauseabundos, excrementos y mohos con los que bañan y enlodan día tras día las fachadas de edificios, casas y locales comerciales. Zonas hermosas del centro como el parque Santander, recientemente intervenido y recuperado, en horas de la mañana muy temprano, se encuentra uno con el espectáculo de ver decenas de personas dormir arropados en cobijas mugrientas en medio de su propio desorden, o prender sus pipas apretando el bazuco que esparce su dulzón aroma, o pegar su rostro a las botellas de pegante, o adornar las calles con papeles arrojados por doquier y en medio de ese fuerte olor a orines que se aposenta noche tras noche ahí, en la iglesia de San Francisco y en el antiguo edificio de la gobernación de Cundinamarca, venido a menos y convertido hoy, en un gran set para las empresas de televisión que graban en su interior muchos de los seriados que los colombianos consumen en el día a día.
Y si a esa situación le sumamos otras como la invasión permanente de la séptima por todo tipo de comercio informal, los ruidos mortificantes y monótonos que se repiten y repiten hasta el infinito de los carros vendedores de frutas con sus equipos a todo volumen y compitiendo el uno contra el otro, en el mismo espacio, los olores de las comidas que se fritan y refritan en la misma manteca, grasa o aceite, los músicos callejeros solitarios o en bandas, el señor entrado en años y vestido de blanco que se mueve trabajosamente al lado de ritmos antillanos, las ventas de libros, música y ropa pirata extendidas a lo largo y ancho de las calles sobre largas lonas negras que arrastran con pesadez cada vez que aparece la policía, o el cosquilleo, o las miradas de odio por no dar limosna o por no dar ‘papaya’…
O qué decir de lo que acontece con el transporte masivo. Si Transmilenio era la joya de la corona, la que le dio tanto lustre a esta ciudad y fue citada como ejemplo de movilidad en muchos rincones del planeta, hoy sucumbe ante el enjambre de vendedores que suben y bajan de los articulados dejando a su paso la muestra de los papeles de galletas, chocolates, papas, etc., que el público arroja al piso luego de consumidos. Los que ofrecen revistas de pasatiempos, los que cantan, los que piden el auxilio en sus monótonos y recitativos textos aprendidos y calcados de memoria de los habitantes de calle que se introducen a las malas y desparraman sus cuerpos y olores. Los que roban. Los que discuten. Los que acosan… Y todo esto sin que las autoridades hagan algo diferente a conceder declaraciones.
Situación compleja la que atraviesa nuestra ciudad. El ‘Bronx’ no se creció. Siempre ha estado ahí. Visible. Movedizo. Envolvente. Tenebroso. Turbio y sin solución aparente.
@culturatotal
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